Trueno anticipa su show en Ferro: “El rap ahora está llenando estadios, eso antes no pasaba”
Trueno –Mateo Palacios– habita dos mundos de forma paralela. Mientras tiene un pie firme en el star system que lo posiciona como uno de los máximos referentes a nivel internacional del hip-hop argentino, el otro lo mantiene en ese pulso de barrio porteño con interés social y criado a la vieja escuela. Mientras Trueno graba un disco mirando hacia el norte dedicado al movimiento del hip-hop y sus 50 años de historia, a Mateo le demuestran respeto músicos nacionales como Illya Kuryaki and the Valderramas, David Lebón, Pedro Aznar, Ciro o el mismo Charly García. Mientras Damon Albarn lo invita a colaborar en el nuevo disco de Gorillaz, Mateo sigue rapeando en escena junto a su papá y su mejor amigo. Si bien su equipo de trabajo advierte celoso que en las entrevistas Trueno no habla de su vida privada ni de política, es el mismo Mateo el que nombra la necesidad personal de narrar lo que ve y la realidad de la gente. Mientras gira por el exterior de forma constante por casi dos años ininterrumpidos, Trueno prepara un show de estadio para la Argentina: 11 de diciembre en Ferro (entradas acá).
“Que son las 3:44/ Y yo ya estoy cansado de esta vida/ De la fama, de la gira y los contratos (…) Otra noche por Europa/ Persiguiendo el sueño de ese pibe de La Boca/ Que quería volver a casa con la copa”, rapea en “344”, la canción que da cierre a la edición Deluxe de El último baile, su último disco. Esa es, justamente, la dualidad a la que Trueno se enfrenta: el cansancio por el esfuerzo y la alegría del éxito conseguido en sus propios términos. Al pensar en su momento, en esta etapa de nivel internacional y la repercusión de su álbum, dice que la disfruta, que lo siente merecido, que todo lo que ha construido lo logró a pico y pala, trabajando de a poco, pero a paso firme. “Me encanta tomármelo personal”, dice con picardía. “Darme esa palmadita en la espalda, decir qué lindo esto. Hicimos Ferro el año pasado y ahora vamos a hacer otro más. Lo hablo con mi viejo, con mis amigos, con todos los que vieron el crecimiento, y caemos en la cuenta de que un show de rap está llenando estadios. Eso antes no pasaba”.
La forma en la que se dio ese crecimiento responde, también, al compromiso con su propia obra y sus presentaciones, algo que aumentó en convocatoria de manera exponencial desde el salto que dio de las plazas a los escenarios. “Desde que empecé en la música estamos creciendo con el equipo todo el tiempo, tratando de mejorar, buscando nuevos horizontes y metas, y me encanta. También me encanta compartir e invitar a la gente que siento que es contemporánea y cómplice de todo esto que estamos viviendo. Hace no mucho estábamos cantando en un sótano y de la nada estamos en Ferro frente a 30.000 personas, parece un festival, pero es por nosotros”. Esos colegas y masa de público al que hace mención se relacionan con el ecosistema de sonidos y compañeros de la última gran ola que llenan estadios hace años: Duki, María Becerra, Wos, Cazzu, Dillom y tantos otros, se reparten carteles de sold out entre estadios de fútbol y arenas de todo el país. Sin embargo, es Mateo el único del star system que abraza de forma total al rap con aires de Costa Oeste que lo crio desde chico por herencia familiar.
Con la proa en el norte
Atrevido, su disco debut que ya cumplió cinco años, fue una especie de presentación de Trueno: hablaba de sí mismo, de su barrio, de sus amigos, de su padre, de La Boca y de su propia historia. BIEN O MAL (2022) abordó con conciencia latinoamericana su figura dentro del hip-hop hispano y fue un mensaje de Argentina a la región. Para El último baile (2024), sin embargo, decidió mirar hacia el norte, a la cuna de su sonido, y homenajear al movimiento del hip-hop en su 50° aniversario con un álbum apuntado a la pista de baile. “El concepto lo tuve muy claro desde el principio”, cuenta. “Quería hacer un disco que sea dedicado solamente al hip-hop y en cada canción representar un género diferente dentro de lo que yo aprendí. En el medio nos encontramos con BIEN O MAL y nos enamoramos de lo que es la música en vivo, los instrumentos, llamar a arreglistas y como hacer algo mucho más orgánico. Ahí fue cuando nos interiorizamos un poco más en lo digital, en lo que eran las bandejas, cómo era el sonido que no había tanto instrumento, que no había tanta música y se logró como este audio medio loco. El último baile es bien digital dosmilero, es más festivo que otra cosa”.
Es ese pulso bailable el que Trueno entiende que generó la repercusión actual entre su público. “Hasta el nombre está hecho para eso, disfrute puro. Después de un álbum tan de protesta, queríamos largar algo un poco más apuntado a la celebración, por así decirlo. Siento que cumplió perfecto eso”, piensa. Protesta y disfrute, nuevamente la dualidad en su camino. Sin embargo, hay un hilo conductor, aun con álbumes de búsquedas disímiles, y es la forma en la que Trueno aborda lo colectivo. “No sé si tengo necesidad de hacerlo, pero me nace. Sea de manera de enojo, de protesta, del lado más feliz, lo conflictivo con lo que vivimos socialmente o lo que me tocó vivir de chico”, explica necesariamente como Mateo. “En el mundo somos un conjunto. Sé que hay gente que se puede sentir reflejada en algo de lo que puedo llegar a decir y soy consciente de que todo lo que hice fue creado por alguien antes que yo naciera. Sin mis contemporáneos tampoco hubiese aprendido, sin una familia, sin un barrio, sin un país. Por eso tantos homenajes y dedicatorias. No pienso que tengo que tener un mensaje social de protesta o de comunidad de forma obligada, sino que me voy encontrando en diferentes inspiraciones que terminan enmarcadas siempre en algo colectivo”.
En una escena de artistas jóvenes que se encontraron poderosos, se vieron rodeados y relacionándose con grandes discográficas, vaciados de contenido para su réplica sistemática, marcas de sponsors, eventos con influencers y demás porvenires del estrellato, el desafío para Trueno fue no ver corrompida su obra. O al menos, lo menos posible. “Siento que tiene mucho que ver con los valores de cada uno”, piensa. “A mí me chupa tanto un huevo ser amigo o no ser amigo de alguien conocido. Me mantengo mucho en mi círculo, tengo muy claro mi camino. Si trabajás pensando en el éxito, perdés el foco de la sensibilidad o lo que querés agradecer, homenajear o cantar”.
Esa industria a la que Trueno esquiva ahora es la misma que ya lo traicionó y a la que también le dedica El último baile en algún punto. Una cláusula en un contrato, la famosa letra chica traicionera, hizo que su anterior equipo de trabajo se quede con los derechos de las canciones de sus dos primeros álbumes. Esto lo obligó a comprar su propio catálogo y comenzar de nuevo, artística y económicamente. “Fue la primera vez también que me encontré con problemas serios”, dice. “No quiero decir que mi carrera estuvo en riesgo, pero sí hubo turbulencias que a más de uno lo pueden hacer quebrar y tomarse el palo”. Sin embargo, la recepción del disco por parte de la gente lo llevó a girar por el mundo y principalmente a recibir respeto de sus colegas, muchos de ellos emblemas del rock nacional. “Esas cosas me hacen flashear. Es un premio para mí. Gente que realmente tiene una trayectoria, un camino de prestigio, y se acercan al rap, que quizás siempre estuvo muy separado en la historia de la música, más me hace dimensionar su aval”.
Somos el nuevo/viejo rock
A principio de año fue uno de los pocos invitados en la reencarnación que Pedro Aznar y David Lebón le dieron a Serú Girán en Quilmes Rock. Antes, en Paraguay, Ciro y Los Persas lo invitaron al escenario para rapear en “Verano del 92” y así tantos otros gestos más. Sin embargo, el más especial se dio en un evento a modo de previa del lanzamiento de la colaboración entre Charly García y Sting. Allí, Trueno pudo regalarle el vinilo de su disco e intercambiar algunas palabras. “Le hablé de la influencia que tuvo en mi vieja. Ella era fan de Serú, de sus bandas, de sus temas solistas, ella me hizo llegar a su música. El primer rap que escuché que no fue por mi viejo fue ‘Rap de las hormigas’ gracias a ella”, cuenta.
Su vínculo consciente con el rock nacional y con sus figuras dialoga con el sentido de la tradición que habita la música de Trueno. “Es como algo que está dentro de uno, es un sentimiento de orgullo”, afirma. “Nunca voy a dejar de hablar del orgullo que siento de mi barrio, ni de la forma en la que me crio el hip-hop, la historia que tuve con mi viejo y mi familia. Nunca voy a dejar de agradecerle a la Argentina por las raíces musicales que nos dio. Es algo que no es premeditado, sino que sale, más ganas me dan cuando siento que se está expandiendo un público en el exterior, o cuando se me dan oportunidades de gente de otros países. Yo lo siento como una responsabilidad de representación, por así decirlo, que me encanta”.
La gira de El último baile lo llevó por Copenhague, Berlín, Bruselas, Ámsterdam, París, Londres, Barcelona y Madrid. Debutó luego en Estados Unidos en San Francisco, pasó por Los Ángeles, Nueva York y Miami. Después continuó por España, Perú, Colombia, Chile, Ecuador, México, Paraguay, Uruguay y Costa Rica. Un recorrido de casi dos años. “Para mí no es un trámite, ni una obligación, ni un estrés tocar en vivo”, dice. “Tampoco viajar, es algo que me llena el alma, me ayuda a componer, a inspirarme, a aprender cosas nuevas. Siento que todo esto que hago es full aleccionador a la persona, al artista, a todo, entonces me lo tomo así, voy a disfrutar este momento. No sé si va a ser toda mi vida así, no sé si es un momento solamente, pero ahora que se puede, que tengo las ganas, que tengo la energía, me encanta”.
El mono tremendo
Esa forma de habitar conscientemente el presente y su recorrido internacional se coronó con el anuncio de Gorillaz y su participación en “The Manifesto” junto al fallecido Proof, miembro de D12, en el segundo adelanto de lo que será The Mountain, el nuevo disco del grupo animado liderado por Damon Albarn. “Es un capo”, dice. “Es una de las personas más grandes en el sentido artístico y humildes que conocí en la música. Yo, Mateo, creo que es mi colaboración más importante. Es la demostración de respeto más grande que recibí de una banda que ha marcado décadas y de uno de los artistas más grandes que salieron en la historia de la música. Siempre fue muy cálido conmigo. Me dijo que haga lo que quiera, estrofas, estribillos, lo que quiera. Me dijo que vaya de gira con él, falta que venga a la Bombonera y somos mejores amigos”.












