Sergio Dawi y los diez años de La Kermesse: “El sonido redondo ya lo tenemos, no nos hace falta ningún artilugio”
Una fecha redonda… ¡Y de ricota! Diez años son los que está festejando La Kermesse, el proyecto comandado por el bajista Semilla Bucciarelli y el saxofonista Sergio Dawi, que incluye en sus filas otros artistas que formaron parte del alucinante viaje de Patricio Rey, como el guitarrista Tito Fargo y el baterista Hernán Aramberri. La formación actual de Los Decoradores se completa con Jorge Cabrera (voz), Oscar Kamienomosky (segunda guitarra) y Mariano Pirato (teclado y voz). “Fue así, medio casual”, dice Dawi. “Nos dimos cuenta de que había pasado tanto tiempo cuando hicimos cuentas, pero por otro lado, estamos armando otro Obras y todo en el equipo fluye y camina para adelante. Entonces, eso es una vitamina que nos hace poner muy contentos de estar haciendo esto”.
La Kermesse festeja por partida doble, este fin de semana, en el Estadio Obras. A la fecha original, el ricoterísimo domingo 28 de diciembre, añadieron una nueva función para el sábado 27 (entradas, acá). Y como la rueda no para, ya agendaron la primera fecha de 2026, el sábado 10 de enero, a las 21, en Plaza de la Música Mar del Plata, Av. Constitución 5780 (entradas acá).
2025 ha sido un año movilizador y puede entenderse como un momento bisagra en la vida de Sergio Dawi. Además del aniversario de este proyecto, cumplió 70 años y despidió su mamá, la notable cantante y compositora María Teresa Corral, especializada en público infantil pero también activista y gestora cultural al frente de su propio sello independiente, La Cornamusa, desde los años 60. “Este año fue muy movido, me agarro en buen estado y con pilas ,estuvimos muy activos con las banda y aunque tengo la característica de vivir muy en el presente y no perderme en el pasado ni planificar el futuro, los 70 me atraparon en una suerte de balance del camino recorrido”, explica el músico. “Y Ahí me encontré removiendo estanterías en donde aparecían mis vidas pasadas: largas estadías en Córdoba, participación en películas de mi padre a los 4 ,6 ,7 años; el piano tanguero que tocaba mi abuelo; mi hermano pintando a más no poder; San Telmo, los Golpes de Estado, los amigos que no volvieron, y así la memoria se despertó y contagió a otros recuerdos más cercanos. Creo que fue cuando tomé conciencia del tiempo que paso y mi acercamiento a la música, mientras le daba una mano a mi vieja con La Cornamusa que era el sello independiente que teníamos en casa. De ahí salieron sus discos que nutrieron a los pibes de aquellos años, y otros vinilos como el de Bola de Nieve, Daniel Viglietti, Los que iban cantando… Era una producción familiar, donde todos éramos parte, hacíamos o de cadete o mi hermano Ariel pintando tapas, mi hermana Alejandra grabando o lo que fuera necesario. En los años 60 y 70, sin Internet, los discos editados eran joyitas que no se encontraban de otra manera. También revivi mi larga estadía en España, el retorno, las primeras bandas, lo experimental, los desafíos continuaban y vino ese dia en donde una puerta se abrió y me encontré siendo un Redondo. Sigo estando agradecido de todas las páginas vividas en esos 14 años: una experiencia única, momentos indescriptibles de una entrega total. Y así fui y sigo viajando en el tiempo ,y la suma del balance daba bien, daba vida. Siguieron los 3 discos de los Estrellados que me hicieron crecer y vinieron los Dosaxosdos una etapa que sigue latiendo ,como SemiDawi, Videosaxmachine o colaboraciones con Vapors of Morphine ,Phil Manzanera, Andrea Prodan y muchos más … hasta llegar a lo más reciente de Los Decoradores. Así es como la vida me fue llevando y a pocos días de la celebración de los diez años de La Kermesse en Obras, otra campana sonó. Mi viejita, en paz ,lentamente se estaba despidiendo ,cantando un ‘gracias a la vida’. Hoy con mis hermanos seguimos vibrando en el recuerdo todo el amor que nos transmitió: a veces en forma de caricias, otras dándonos su apoyo y fuerza a nuestra vida aventurera , siendo una referencia silenciosa que nos ayudó a crecer y a ser lo que somos”.
Dawi repasa con ROLLING STONE el camino que lo trajo hasta acá. “El primer show de La Kermesse fue en El Emergente. Nos invitaron a hacer una colaboración a beneficio de Enrique Symns. Hasta ese momento veníamos haciendo shows con Semilla. Hacíamos unos seis o siete temas con [el dúo] SemiDawi, después venía Walter [Sidotti, baterista de los Redondos] con el Comando Pickles, que hacía también cuatro o cinco temas y después hacíamos tímidamente cuatro o cinco temas redondos”, evoca el saxofonista. “Pero cuando surgió esta oportunidad de hacer este evento para Enrique, decidimos hacer solo temas redondos y lo que pasó ahí fue fue bárbaro. No es que nos hubiéramos olvidado, pero la energía que tienen estos temas y este encuentro entre nosotros, los músicos, con el público fue tan fuerte que nos llevó a decidir, bueno, vamos a hacer esto, porque realmente era una picardía. Los Redondos tuvimos un final inconcluso, en principio fue un parate de un año, que no se habló, y después pasó otro año que tampoco se habló. Y con Semilla dijimos: ‘Si no hacemos esto, la oportunidad de este reencuentro y todo lo que significa para nuestros corazones y para los del público, se va a perder.” Así que nos encaminamos y así, así fue que empezó. No hubo ninguna propuesta de producción, nadie de afuera que nos haya ofrecido nada. Fue así, natural, y lo que nos pasó esa noche marcó un poco el inicio. Y así fueron pasando los años, y seguimos reviviendo el bienestar que nos produce el encuentro entre nosotros, los músicos, con las canciones y con el público”.
Y yo agregaría “el sonido”, también. Porque si bien la composición de los temas había estado en los Redondos a cargo del Indio y Skay, la identidad del grupo también está marcada por el aporte de ustedes. ¿Cómo dirías que se construyó ese sonido, sobre todo a partir de la segunda mitad de los 80, cuando te sumas al grupo y encuentra su formación más conocida?
Bueno, creo que eso también fue algo natural y del crecimiento. Todos los discos de los Redondos fueron diferentes, de alguna manera. Y en esos pasos se fue consolidando un sonido. Pero fijate que estando Tito Fargo en la guitarra, Hernán Aramberri en la batería, Semilla en el bajo y yo en el saxo, el sonido redondo ya lo tenemos: no tenemos que hacer ningún artilugio para sonar como nosotros mismos. Porque somos eso. Semilla muchas veces dice: “A mí nadie me escribió la partitura.” Es decir que las líneas de bajo las puso él. Por supuesto, tenía que tener el ok del Indio y de Skay. Pero, bueno, eran propuestas y más en los primeros discos. En el caso de mis participaciones en los solos eran cosas que yo trabajaba. Y hay temas que cuando llega la parte instrumental, tanto de la viola como del saxo, la gente las canta. Y esas son cosas que hice yo. Lo mismo Tito, que participó en los dos primeros discos. Y Willy Crook también hizo unas melodías hermosas. Nosotros, los músicos que transpiramos la camiseta, que ensayamos muchísimo durante años, sabemos que tenemos un lugarcito, un íntimo reconocimiento, de que esas melodías tienen que ver con nosotros y que en muchos casos han salido de nuestras entrañas. En nuestro caso, siempre sentimos que era una banda.

El slogan de la Gestalt es “el todo es más que la suma de las partes”, y creo que eso se aplica muy bien a un proyecto como Los Redondos, que adquirió una mística increíble. Al día de hoy hay tres proyectos -Skay, Los Fundamentalistas y ustedes- que cada cual a su manera, a su escala y con su propia dinámica, son absolutamente exitosos…
Mirá, “exitoso” es una palabra que cada uno la puede interpretar a su manera. En nuestro caso, no pretendemos más que esto. Para otros “exitoso” sería ir a un estadio, pero nosotros disfrutamos de esta escala humana que tenemos en donde podemos verles las caras el público y nosotros a ellos. Esa escala mantiene algo que se está perdiendo, porque en realidad los monitores, los celulares y las grandes pantallas nos están ganando. Por eso, ojalá lo nuestro no crezca más que esto, más que un Obras. Nosotros tratamos de que así sea, porque el público que viene a vernos es consciente de eso, de que la emoción es otra cuando ves la transpiración del otro y esa complicidad que te permite el escenario humano.
Para el espectador creo que es un privilegio y en ese sentido no me parece casual que, como Divididos, tengan a El Teatro de Flores como centro de operaciones…
Yo debuté en Los Redondos en ese teatro. Entonces también tiene otra carga. Y teniendo ese espacio como una casa, te da también una comodidad.
Cuando debutaste el teatro se llamaba Fénix. Pero en realidad llegaste a tocar porque te vieron Poli y Skay tocando con Dosaxosdos en en el Parakultural, ¿no?.
Con Damián Nisenson teníamos esa propuesta de “música escénica”. Así la llamábamos nosotros. Era algo raro porque tenía una cuota de teatro, una cuota musical, una cuota de improvisación y así encontramos un lenguaje propio que también nos hizo recorrer muchos escenarios. Y también fue una experiencia feliz en ese sentido. Estuvimos en el inicio del Parakultural, desde la primera noche durante casi 2 años, y hacíamos pequeñas entradas. Era como un cabaret, de alguna manera: hacíamos pequeñas entradas de cinco minutos, después venía Urdampilleta, después las Gambas al ajillo… Era la primavera democrática, entonces desde la pintura hasta el teatro y la música, había muchas cosas encanutadas que salieron en esos meses, en esos años. Y eso hacía también que hubiera muchas propuestas dando vueltas. Este era un lugar contenedor, era era un sótano libertario [risas]. Y una de esas noches fueron Poli y Skay a ver el lugar para hacer un show, aunque en general no tocaba muchas bandas Y bueno, nos vieron ahí y les pareció bueno, invitarnos a estar en el intermedio de un show redondo. Así estuvimos las dos noches. Ese fue el primer el primer contacto.
¿Willy Crook todavía tocaba con Los Redondos?
Así es, pero creo que al mes de conocernos, Willy había perdido el saxo. Entonces Skay me habla para que le presté el saxo y ahí continuó la relación. Al tiempo de eso, me llaman y me dicen que Willy se había ido a tocar con Los Abuelos. Son estos típicos movimientos que pasan en las bandas, ¿no? Y a partir de ahí me puse me puse las pilas a estudiar los temas, porque yo venía de estar viviendo casi diez años en España y tampoco tenía tan incorporados a Los Redondos. Sabía de su existencia, conocía algunos temas, pero ahí me los puse a estudiar, realmente. Y enseguida Skay me avivó y me dijo: “Mira que acá están pasando cosas, que vamos a grabar ahora el próximo disco…”. Y así fue el comienzo de mis 14 años en Los Redondos. Fueron muchos años de transpirar estas canciones, por eso ahora cuando estoy en el escenario, estoy conmovido, emocionado por lo que pasa, por lo que transmiten, por los recuerdos. Hay una emotividad muy presente.
¿Que representa emocionalmente para vos volver a tocar en Obras?
Cuando nosotros íbamos con los Redondos, la producción, por suerte. estaba en manos de la Negra [Poli], que era una genia en todo eso, y seguramente su equipo. Entonces, uno iba, y se ponía a tocar y la emoción iba por otro lado. Acá tenemos que decidir: ”¿Dónde van las luces? ¿Y cómo la proyectamos? ¿Y qué queremos decir? ¿Y de qué manera?”. Y bueno, muchas preguntas que son un complemento a lo musical, y ahí tratamos de darle una personalidad al concierto, que es la nuestra. Ahora, en Obras, vamos a incorporar algo que ya venimos haciendo últimamente, que lo hacíamos en la época de Semidawi: yo tenía un mameluco blanco y él dibujaba en una tablet, y eso se proyectaba sobre mí, sobre un telón blanco. Esto lo llevamos a lo que actualmente estamos presentando, que es también un cubo blanco en donde hay proyecciones que hicimos con dibujos de Semilla y a su vez trabajamos con las sombras. ¿Viste? Casi tiene como un un una cosa más teatral. Y por otro lado también nos da la oportunidad de invitar a músicos para que puedan manifestarse desde su experiencia, es decir, tenemos por ahí cantante de tango como el Chino Laborde, Leticia Lee que viene de heavy metal, el Chango Spasiuk que trae su acordeón, Lito Vitale, Gorosito con la guitarra, Willy Crook en su momento, digamos han pasado y van a seguir pasando muchos músicos que cuando se suben a nuestro escenario y sienten la vibra, descubren que es un momento único.
¿Cómo es que llegás a tocar el saxo? ¿Cómo fue tu formación?
Yo tocaba flautas dulces y después pasé a la flauta traversa. Entonces ya tenía la digitación y la lectura. Entonces, tendiendo esa base, se me hizo mucho más fácil entrar con los instrumentos, ¿no? Lo que pude hacer con la flauta traversa en sus comienzos fue más cercano al blues, Jethro Tull. pero muchas veces trabajaba en orquestas, y también tocaba en la calle. El primer puerto que toqué cuando me fui a Europa en los 70 fue La Coruña. Me fui solo, a buscar la vida. Yo vengo de una familia de músicos, entonces ya tenía elementos con los cuales defenderme. Y la flauta traversa me abrió un territorio dentro de la música que estaba buscando, que tenía que ver con el blues, con el rock, con el jazz. Toqué muchos años en la calle y me gané la vida de esa manera. Eso también me formó, el poder estar ahí parado, a veces solo. Otras veces armaba pequeños grupos.Me acuerdo, estando en Barcelona que había espacios más más silenciosos, por ahí en el [barrio] Gótico, donde no había coches y había gente caminando, armaba grupos en donde había una bailarina, estaba Juancho Farías Gómez tocando el bajo, un uruguayo, un africano… una mélange de de músicos que, de alguna manera, también eran una suerte de aventureros que encontraban ese espacio para ganarse la vida. Se trataba de encontrar el espacio y generar un momento único, que creo que también es parte de la tarea del músico: hacerlo desde un lugar, hacerlo desde el corazón y aprender a lidiar con las tempestades que te provoca la calle. En Barcelona ya habían pasado dos o tres años desde que había llegado a España y ya estaba tocando el saxo. Me fue bastante accesible después de tener los rudimentos de la flauta travesa y tambien por escuchar mucha música: no había internet, así que teníamos que comprar los discos.

Tu formación musical es, por un lado, ecléctica y muy cosmopolita. De alguna manera misteriosa, porque a priori no te habías formado para ser saxofonista de rock. Recuerdo que en tu regreso a Argentina tocabas en la banda Jamón Crudo, que hacía música experimental, cercana a Frank Zappa y al free jazz…
Te soy sincero, muchas veces, hay una necesidad del que te escucha de encasillarte para poder entender en qué andás. Con Dosaxosdos tuvimos que decir: “Esto es música escénica”. Yo me siento músico antes que saxofonista de rock. Y también me gustan los desafíos, me gustan los riesgos. Hay una formación cuasi jazzística que es estudiar todos los solos que hizo Charlie Parker, Coltrane, y otros grandes. Esa es una manera de estudio clásica del jazz, también del blues y también del rock, aprenderse lo solos. Entonces, después tenés un lenguaje muy ligado a ese maestro del cual aprendiste. Bueno, ese no es mi caso. Entonces, por mi formación las cosas que toco tienen que ver con mi con mi mundo y con que mi mundo ha pasado por muchas historias. Mi madre era música y yo la acompañaba cuando era chico haciendo sonido o haciendo percusiones… diversas cosas. Puedo ser un “saxofonista de rock”, pero no únicamente. Porque tampoco busco tocar como un saxofonista de rock. Toco como soy.
¿Y qué saxofonistas te gustaban?
Bobby Keys, que ha tocado con John Lennon y los Rolling Stones, me encanta. ¡Chapeau! Después están los saxofonistas bluseros y también los jazzeros, que han hecho una escuela de la cual han mamado la mayoría de los saxofonistas actuales. A mí, por ejemplo, me encanta Gerry Mulligan, que toca el saxo barítono, porque tiene un lenguaje muy personal: cuando toca con Piazzolla, por ejemplo, era él tocando con Piazzolla. Bueno, Charlie Parker y Coltrane, cada uno en los suyo han sido impecables y me gustan, claro. Pero no me no me alimento de ellos para tocar. En realidad, te diría que aunque he estudiado me considero más un autodidacta.
Pero tampoco estás escuchando únicamente y todo el tiempo saxofonistas…
No, justamente, una vez que terminamos con los Redondos, sentí que me pasaban cosas, que tenía que seguir haciendo la música que estaba sintiendo y durante unos 8 años, en los que grabé tres discos, me transformé en un “decidor”. Me puse de cantor. Fue una experiencia fundamental para mí, porque pude empezar a hacer letras. Y, hoy por hoy, estoy muy contento de las letras que he hecho. También de los arreglos y de todos los saxos que suenan ahí, que si bien es muy personal, se puede digerir. Es mi característica, ni buena ni mala, pero es lo que soy.
¿Qué sentís que vieron, en principio, Poli y Skay para convocarte a tocar en Los Redondos? Me imagino que, también a nivel humano, en ese momento tiene que haber habido algún tipo de conexión…
Sí, una empatía. Yo creo que también, si tenían que elegir un nuevo saxofonista, por ahí ellos tenían una referencia de lo que fue el pasado de ellos en La Plata, que era también en lo artístico algo de más libertad, algo que tenía más de desafíos. Entonces, yo creo que esa era una característica que yo tenía. Cuando me vieron, vieron que era algo algo que no habían encontrado en otro tipo de de saxofonistas. Y de alguna manera, los Redondos creo que tuvieron como característica que no se parecía a otras bandas. No era una banda de rock o de blues clásico: había una búsqueda creativa y, de alguna manera, creo que entré en esa mirada para la elección. Y también, como en toda banda, creo que la convivencia amena es muy importante. La convivencia amena y también el poder compartir. Compartir miradas, compartir emociones y básicamente poder sostener el ser testigo de esos escenarios, porque hay cosas que las podés transmitir en palabras y hay otras que no. Con Semilla, por ejemplo, hay un montón de cosas que ni hablamos, pero hemos sido testigos de lo que nos pasó en todos esos años. Son vínculos únicos, y si los pudiste sostener, también es fruto de una visión que tuvo una lógica, porque no no era una banda que iba cambiando de músicos todo el tiempo. Hubo algo que se sostenía y que también fueron años felices.
¿En ese momento de vínculo seminal entre ustedes, más allá de los ensayos, compartían música? ¿Hacían escuchas compartidas?
No demasiado. En verdad, ensayábamos muchísimo. O sea, había veces que para preparar un show ensayabamos todos los días de la semana. Éramos laburantes, realmente. Pero, por ejemplo, cuando hicimos Lobo suelto, cordero atado, estuvimos casi un mes durmiendo en cuchetas ahí en estudio Del Cielito, en donde cada uno llevaba su su material, su escucha con los casetes. Y ahí sí había intercambio. Pero no era lo fundamental.
Dijiste que habían sido años felices. Ya sabemos que un concierto sería imposible… ¿No te parece que es una historia que merece otro cierre a nivel humano?
Mirá, no sé. Qué querés que te diga, por ahí no hay más sordo que el que no quiere escuchar. Nosotros con Semilla ya lo hemos hablado públicamente: nos parece lógico poder celebrar lo que nos pasó y poder estar comiendo un asado, tomando un mate… Ninguna otra cosa. Pero, bueno, si no se da, no se da. Entonces, es por eso que lo que estamos haciendo con Los Decoradores, es algo que tenía un sentido, una lógica y lo confirma también esto. Si no se pudo hacer antes, por ahora, ojalá… Porque yo no he cerrado la puerta. Nosotros hemos hecho invitaciones en varias oportunidades, pero no hemos tenido respuesta. Pero, bueno, esto es la vida, no es algo que ya y aparte como es como como todas las bandas, esto depende de todos, no de uno solo. Es verdad, tuvimos la oportunidad con Semilla y Walter de componer un tema para un disco del Indio. Es algo que no habíamos hecho nunca y estuvo muy bueno, igual que compartir los ensayos. Pero bueno, de esto pasaron varios años. Entonces, en esta última etapa, y también por la edad de cada uno, sería lo más lógico, lo más normal, poder juntarnos a celebrar y cerrar esta historia. Así, sin tanto coco…








