Samantha Hudson sale de fiesta con sus demonios en Música para muñecas
La cultura ballroom es responsable de mucha de la jerga que se utiliza en la comunidad LGBTIQ+, como la palabra “doll” o “muñeca”, que se emplea para referirse cariñosamente a las mujeres trans o a las personas transfemeninas. Samantha Hudson quiso crear un disco que expusiera sus pensamientos, sentimientos y vivencias como una persona disidente del género, y de allí nació Música para muñecas. “En una muñeca manifestamos la imagen que soñamos de nosotras mismas, para bien o para mal”, decía la española en el manifiesto del álbum. “Y eso es justo lo que hacemos las disidencias, configurar sobre una carcasa un complejo entramado de aspiraciones, preferencias, gustos y deseos, una fotografía de lo que alguna vez soñamos de nosotras mismas”.
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El trabajo llegó dos años después de AOVE y su versión deluxe, AOVE Black Label, EPs en los que Samantha hacía alusión a la noche y a la fiesta, por lo que ha descrito este nuevo trabajo discográfico como “la resaca”. Pero no se trata de una resaca en la que solo quieres calma, más bien se trata de una en la que decides seguir bailando así te estés muriendo de la jaqueca.
En conversación con ROLLING STONE en Español, la artista habló sobre cómo percibe Música para muñecas, la importancia de los espacios underground para crear comunidad, cómo combatir la modestia y más.
¿Cómo has podido percibir el álbum desde una perspectiva más externa?
Esto es algo que me satisface mucho y al mismo tiempo me da lástima. He estado un año y medio trabajando entonces he disfrutado tanto de ese proceso creativo, que ahora ya cuando lo tienes todo terminado, que no queda nada que hilvanar, el álbum de repente deja de ser algo para ti exclusivamente y forma parte del público también. Entonces muy contenta, pero de repente es una sensación tan convulsa que ya no es solo para mí, sino es para ellos. Pero en cualquier caso me encanta muchísimo que la gente lo ha recibido con los brazos abiertos y valorando sobre todo el esfuerzo que hay detrás.
Mi anterior trabajo ya era bastante profesional, pero yo creo que este ha supuesto la culminación de todos estos años sofisticando y depurando mi sonido, la producción musical, intentando concretar más el concepto, la estética sonora, la voz. Y sobre todo, que es un álbum muy personal y muy consciente y es algo a lo que la gente que sigue mi trabajo no está acostumbrada. Porque yo normalmente hablo desde la ironía, desde el sarcasmo, con mucha irreverencia y por primera vez están viendo a una Samantha que habla de sus sentimientos en primera persona.
Y fíjate que más allá del público siento que está teniendo una segunda vida a través de mí misma desde la posición de público porque todas las letras las hice un poco instintivamente sin pensar demasiado en lo que estaban abordando realmente. Evidentemente sé de lo que hablo pero no me di cuenta de cuán necesario era este álbum también para mí y muchas problemáticas que a día de hoy me siguen desbordando encuentran consuelo también en el álbum, o sea que yo misma recurro a este álbum como para sanar la herida. Y de repente me encuentro en mi casa pensando, “Ay, ojalá hubiera una canción que hablara de esto” y de pronto me doy cuenta de que la hay y que la he hecho yo misma. Entonces me está ayudando muchísimo también a mí [risas].
Es un proceso. ¿Es decir que no solamente te sirvió para reflexionar en el momento que lo hiciste sino todavía hay cosas detrás que faltan por reflexionar y sanar?
Sí, cien por cien creo que en el momento fue más algo instintivo, como visceral de, “Voy a hablar de esto”, y me venían las letras, las frases. Me brotó de una manera muy orgánica. Entonces siento que he construido un terreno muy saludable al que recurrir de tanto en tanto para seguir sanando todas esas heridas de las que el propio álbum habla y es algo que no me había pasado nunca. A lo mejor escuchaba mis canciones para bailar, pero no para decir, “Qué fuerte, así es como me siento”, que una piensa que hace una cosa, la dice, la exterioriza, la verbaliza, la canta, la produce y ya está zanjado, pero claro, es un camino muy largo y estoy muy feliz de haber hecho este trabajo.
¿Por qué quisiste dejar de lado el sarcasmo y la ironía para hacer algo más reflexivo?
Pues no fue una decisión consciente, no me sentí un día y dije, “Venga, ya está, la Samantha graciosa, se ha acabado, ahora vamos a ponernos serias”. Fue algo tan natural y espontáneo que ni yo misma me estaba dando cuenta, era un cambio de paradigma muy fuerte con lo que respecta a mi música. Así que supongo que lo que me hizo hacer clic fui yo misma y las experiencias que han inspirado el álbum, los momentos vitales que he atravesado en los últimos años y que aún sigo atravesado.
Escuchándolo no me doy cuenta de que ya no soy tan sarcástica, ya no soy tan irónica, de alguna manera observo la vida desde un prisma sentimental y estoy muy conectada con las emociones. Quizás por un trabajo personal y también, para qué nos vamos a engañar, debido a la terapia de reemplazo hormonal que me tiene loca. De repente ya no puedo esconder las emociones debajo de la alfombra y ya no puedo hacer como que no existen. No puedo recurrir a la lupa lógica y pragmática para sintetizar lo que me ha sucedido y llegar a una conclusión certera y rápida, sino que ahora estoy muy vinculada a mis sentimientos y tampoco es que no desborden, pero desde luego me atraviesan como una lanza al corazón.

¿Sentiste algo de temor no de mostrar tus sentimientos sino de mostrar esta parte ya no tan relajada y tan rebelde de Samantha?
No, no, porque nunca he pensado que haya que darle al público lo que quiere, yo creo que una tiene que hacer lo que le salga de las narices y convencer al público de que eso es lo que estaba buscando y ese ha sido mi modus operandi siempre. Tampoco considero que la gente buscara activamente ese sarcasmo y esa sátira tan latente en mis anteriores trabajos, simplemente era como me sentía, los códigos que manejaba en ese momento y el lenguaje a través del cual quería comunicar lo que yo veo del mundo y de la vida. Y ahora he estado muy convencida de que así es como lo tenía que hacer.
“Por primera vez están viendo a una Samantha que habla de sus sentimientos en primera persona”.
¿Cómo llegaste a este contraste de letras más introspectivas con ese sonido de club?
Bueno, para mí tenía mucho sentido porque estoy radicalmente en contra de esto que ocurre ahora mismo que sacas un álbum un año y al año siguiente otro y las fans lo llaman “era”, “Esta es mi era”, y yo creo que una era tiene que durar mucho más, porque me niego a pensar que todo sucede con esa celeridad y de una manera tan delimitada.Entonces para mí, mi “era” en la que me encuentro ahora comenzó con AOVE Black Label, mi anterior trabajo y tiene un poco la misma estética sonora. Hay bakala, hay hardstyle, hay bumping, hay acid, pero al mismo tiempo es muy pop. Pero habla quizás de las luces de la escena club que inspiró ese trabajo y que también ha inspirado este, entonces si mi anterior trabajo eran las luces, en este hablo de las sombras. Si el anterior era la fiesta, quizás este lo podríamos considerar la resaca y todas las reflexiones existencialistas que te nacen cuando estás con el bajón en tu cama, desayunando un fantástico techo y pensando, “¿A dónde voy? ¿Qué es la vida? ¿Qué hago aquí? ¿Por qué me siento de esta manera?”.
Era muy coherente seguir con la misma estética sonora, sobre todo porque creo que también hay algo muy poderoso en bailar con tus demonios, en ir a la discoteca, a danzar con tu herida y a sanarla, y no hay motivo que te impida estar en la discoteca y al mismo tiempo estar pasando por una mala etapa o estar triste. A mí me encanta bailar desgraciada, desahuciada en el olvido, sentirme miserable, pero mover las caderas. Eso es un sentimiento legítimo y quería encapsularlo precisamente ahí. Creo que es un álbum muy frenético, muy acelerado y que precisamente habla también de ese ritmo que tiene la vida, de esa espiral, de ese bucle infinito, de ese sentimiento de querer parar, pero no poder hacerlo. No veía porque no iba a utilizar esos ritmos tan acelerados y hablar de algo que es todo lo contrario, que te lleva a esa calma, esa reflexión y a esa contemplación de lo que te está sucediendo.
Partiendo del título, en el que haces referencia a las “dolls” del ballroom, y que las canciones son reflexivas pero bailables, ¿qué papel juegan los espacios underground de fiesta para las personas trans?
Yo creo que sin esos espacios no habría cambiado mi sonido ni habría hecho este álbum y el anterior. Para mí es fundamental y se lo dedico a mis muñecas, a todas las muñecas, porque es un diario personal que habla de las desventuras de ser una disidente del género, persiguiendo sus sueños en una gran ciudad, con una maleta repleta de expectativas y algún tanga de hilo, pero no dejan de ser experiencias universales y todas las problemáticas que abordo creo que nos atraviesan a todas.
Pero también habla de mis muñecas, concretamente de mis amigas, de todo mi entorno cercano, de las cosas que veo en ellas, de este dolor que sentimos, de las cosas que nos preocupan, de la comunión que sentimos cuando nos arreglamos para ir de fiesta para exorcizar esos demonios en la pista de baile y quería rendirles un homenaje. Entonces sin esas muñecas no habría esta música porque esta música es para ellas, de ahí el título del álbum. Quería ser bastante explícita y dejar claro que este proyecto que llevo desarrollando en los últimos cuatro o cinco años que surge de esas muñecas, de ese entorno, de esas personas queer, de esa escena club que nos ha inspirado y nos ha servido también para expresarnos con libertad, para ataviarnos con toda nuestra lujuria, ponernos el modelo, salir a bailar, ver a otras personas igual que nosotras. Y eso es lo que me mueve a día de hoy y donde encuentro más inspiración.
¿Te sientes orgullosa de la comunidad que has construido a través de tu música?
Muchísimo, porque creo que es genuina, es honesta y sobre todo, es profundamente respetuosa. No hay chismorreo, no hay malas palabras, no hay ningún pensamiento feo la una con respecto de la otra y sobre todo, estamos todas igual de locas. Y eso es fantástico porque una está loca en soledad y siente la vida como un atropello, pero cuando encuentras a gente que comparte el mismo nivel de desquicio que tú, que sabe por lo que has pasado, que sabe empatizar con tu dolor y con la complejidad de tu esquema emocional, eso es maravilloso y lo valoro muchísimo. Creo que está construido sobre el respeto, el cariño y el amor honesto, puro y genuino.
“Es un diario personal que habla de las desventuras de ser una disidente del género, persiguiendo sus sueños en una gran ciudad, con una maleta repleta de expectativas y algún tanga de hilo”.
A pesar de que tu música es basada en vivencias personales, al tener una plataforma grande, ¿sientes una responsabilidad con otras personas trans o queer en general?
No diría, tampoco creo que sea cuestión de ser un role model, ni espero que la gente me tenga como una referencia imbatible como si no pudiera cuestionar ninguna de mis actitudes o como si no pudiera discrepar con cualquiera de las cosas que hago, digo o pienso. Pero sí siento una responsabilidad conmigo misma de respetar siempre mi transición, mi trayectoria vital, intentar encontrar la manera más amable de observarme a mí misma y por lo tanto, también a todas mis compañeras. No quisiera lanzar un mensaje hiriente o que pudiera ser negativo para todas esas personas, pero porque no quisiera yo tampoco recibirlo ni escucharlo de mí misma.
Igual es una responsabilidad que sientes, pero no sabría hacerlo de otra manera. No soy una persona que pretenda disgustar porque sí, otra cosa ya es disgustar a la norma, atacar al orden establecido, ir en contra de todas las estructuras y violencias que conocemos. Pero no es mi onda, la verdad, yo pretendo ser una chica siempre correctita dentro de la irreverencia.

¿Te parece injusto que cuando una persona trans alcanza cierto nivel de popularidad dentro de la industria musical se le atañan responsabilidades de representación?
Sí, desde luego, también creo que está sujeto a que normalmente en la escena de cada lugar no hay mucha variedad de personas trans ni de gente LGBT con lo cual se toma a esa única persona como referencia y como modelo para englobar la totalidad del colectivo. Yo puedo comprender que sea por eso, pero en cualquier caso me parece injusto e innecesario. Queremos más chicas trans, queremos experiencias queer desde distintos prismas que nos ofrezcan distintos tipos de visiones. Y al final la reflexión es que a un hombre blanco heterosexual y cis no se le exige representar a todos los hombres blancos, heterosexuales y cis.
Se entiende que cada artista tiene su estilo, tiene su manera de hacer las cosas y que el ser humano es poliédrico y un mismo artista puede ofrecerte millones de capas. Pero eso no ocurre con nosotras y yo creo que gran parte se debe a lo que comentaba, que solemos ser una o dos o tres, pero no es la norma ni es lo habitual y hay que acabar ya con esa idea. Me parece nefasto, como si fuera un deber dejar en buen lugar al colectivo. ¿Qué es dejar en buen lugar? ¿De qué comportamiento correcto estamos hablando? De nuevo es como domar, “Tienes que ser una buena trans”. ¿Qué es ser una buena mujer? ¿Qué es ser un buen hombre? Hay que acabar con ese concepto.
Es como si se quisiera que de todos modos encajen en unos moldes.
Sí, pero ocurre lo mismo en todos los ámbitos de la sociedad, no es lo mismo una persona queer que transgrede todo lo convencional y lo mainstream, que un homosexual blanco cis normativo que lleva una vida totalmente normativa. Te das cuenta de que un modelo lo aceptan y otro no, como si para existir y merecernos el respeto que nos deberíamos merecer solo por existir, tuviéramos que ser asimiladas por un orden establecido, por unos estándares. De nuevo, ser el buen gay, ser la buena trans, ser la buena lesbiana. “Está bien que existas y que tengas la identidad que tengas, pero si la tienes de la manera que yo digo”, y ese es el discurso imperante en la música y en todos los campos de la sociedad.
“En un mundo distópico, que auguro que va a venir, ¿a quién recurrimos? A nadie más que a nosotras, a nuestros barrios, a nuestras vecinas, a nuestras amigas y a la gente que todavía tiene corazón y tiene espíritu”.
Samantha, estamos viviendo un momento muy convulso en la historia en la que parece que estamos retrocediendo en lo poco que habíamos avanzado. ¿Cómo podríamos combatir esa cultura de la modestia que se ha ido apoderando de los espacios silenciosamente?
Dejando de ser modestas, expresándote, chilla en la calle, grita en el metro, manifiesta tus sentimientos. ¿Por qué no estás llorando en el vagón del metro? ¿Por qué no gritar en la calle en mitad de una avenida si lo sientes? ¿Por qué no expresarte de la manera en que lo necesitas, solo por sentir que tienes que guardar la compostura? ¿Para qué? ¿Para no molestar a la gente? Es que yo creo que todas necesitamos hacer eso.
Luego ya a nivel moda ha vuelto el clean look el no-makeup makeup… Yo personalmente creo que las personas trans debemos ir a por el clean look pero las personas cis tienen que ir a por el look travesti, eso sería maravilloso [risas]. Todas las trans con una faldita por debajo de la rodilla y las chicas cis vestidas como RuPaul.
¿También recomiendas escuchar a Samantha Hudson para combatir la modestia?
Desde luego, escuchar y venir a verme en concierto es una buena manera de combatir la modestia. De hecho muchas veces a mí o a mi ‘repre’ Gema [del Valle] una chica cis nos cuenta que esa noche decidió ponerse una blusita transparente sin sujetador, porque sentía que iba a estar en un espacio. Entonces creo que está bien hacer esa comunidad, estrechar esos lazos y sentir que aunque el mundo sea hostil tú tienes un espacio configurado por todas las personas a las que valoras y que para ti son un entorno seguro donde puedas romper con esa modestia y donde digas, “Pues toda la humanidad me va a mirar raro y va a pensar que soy un monstruo, un adefesio, una pordiosera o una cualquiera, pero al menos estoy rodeada de todas mis monstruas y voy a enseñar las tetas y me voy a poner esa minifalda y me voy a hacer este maquillaje y este pelo y a expresarme en mi look y en mi actitud como a mí más me apetezca”.

¿Cómo describirías al público que va a verte a tus shows?
Diría que es bastante ecléctico. Mucha chica, mucho gay, más travestis que personas cis, pero sobre todo, lo que siento cuando estoy en el escenario es que estoy mirando lo más esperanzador del futuro, están todas juntas. Luego vas por la calle y si identificas a una queer como que te hace ilusión, en plan, “Es como yo”. Pero cuando están ahí todas esas personas, digo, “El mundo no es tan feo como yo pienso, el mundo merece la pena”. Y es gracias a esta gente, gracias al colectivo, gracias a mi comunidad y gracias a todas estas personas en las que puedo depositar mi confianza de que mientras estén aquí y sigan con sus vidas y sigan con esa energía divina, todo va a salir bien o al menos las cosas no saldrán tan mal como pensamos.
Al final se trata de lo que me mencionabas hace un momento de crear comunidad.
Efectivamente. Es fundamental, sobre todo en esos tiempos tan convulsos que estamos viviendo. Porque cuando los discursos de odio se van apoderando poco a poco de las instituciones y ocupando cargos de poder que escapan totalmente a nuestra agencia y a nuestra potestad lo más inteligente que podemos hacer es hacernos grandes las unas con las otras y mantenernos unidas, porque en un mundo distópico, que auguro que va a venir, ¿a quién recurrimos? A nadie más que a nosotras, a nuestros barrios, a nuestras vecinas, a nuestras amigas y a la gente que todavía tiene corazón y tiene espíritu.