Por qué un hombre de 78 años con el torso desnudo que dice que quiere ser tu perro puede ser la “experiencia” musical del año
¿Por qué ir a ver a un señor de 78 años con el torso desnudo y su piel de lagarto que dice que quiere ser tu perro mientras se mueve cojeando sobre el escenario? Las razones son muchas, claro: porque el tipo es una leyenda viva del rock, porque su repertorio está más vigente que nunca en estos tiempos de locos, porque tiene una banda de jóvenes que lo secunda que es un relojito, porque probablemente esta sea la última vez que uno lo pueda ver en vivo y así varias más. Pero lo que realmente termina pagando la cuenta esta noche es que la performance de Iggy Pop, sí, a los 78 años, estremece hasta los huesos, tanto o más que cuando irrumpió con los Stooges a pura furia punk a fines de la década del 60, incluso antes de que esa palabra, y esa actitud, existieran.
La mayoría de los que colmaron el Movistar Arena el viernes por la noche sabía con lo que se iba a encontrar. Esta fue la sexta visita de Iggy Pop al país, desde aquel primer histórico show de 1988 en el estadio Obras, y nadie se sorprendió de que la Iguana se despojase de su chaleco de cuero a los segundos de subir a escena para mostrar su piel ahora con pliegues y arremetiera con los versos de “TV Eye” (197) y “Raw Power” (1973). Pero de todas formas, conociendo cada uno de los gestos y canciones de Iggy Pop, nadie daba crédito de lo que tenían enfrente. ¿Un superhombre? ¿Un freak de circo que se pavonea con su escoliosis? ¿Un animal hermoso, veloz, luminoso? Todo eso y más.
En épocas en que la música se consume como “experiencia”, James Newell Osterberg, nacido y criado en Michigan, ofrece su vida y obra de manera descarnada y conmovedora en escena. Y nada de esta fascinación tiene que ver con la edad que acredita su documento. Hemos visto ya a Paul McCartney emocionar con sus 80 años. También a Mick Jagger con la misma edad mover sus caderas y aplaudir de punta a punta del escenario. Lo escuchamos a Bob Dylan balbucear sus poemas sonoros. En todos estos casos, únicos por cierto en lo suyo, la nostalgia y el peso de los años juegan su papel. Pero lo de Iggy Pop aquí y ahora es definitivamente algo distinto.
No hace falta que se tire sobre la multitud, pero lo hace. Tampoco hace falta que se ponga una camiseta de la selección argentina ni que diga que nadie había hecho antes por él tanto como el público de esta noche. Y no hacía falta que pegase “The Passenger” y “Lust for Life” (de aquella sociedad con David Bowie), pero lo hizo y enloqueció a los grandes y chicos que llegaron hasta el estadio de Villa Crespo. Gemas bailables y coreables de su primera etapa solista que se ubicaron en el medio de una suerte de miniconcierto con temas de The Stooges, que luego continuaría con “Death Trip”, “I Wanna Be Your Dog”, “Search and Destroy”, “Down on the Street” y “1970”.

Detrás de Iggy Pop, las guitarras de Ale Campos (hija de padre argentino y madre cubana) y Nick Zinner (Yeah Yeah Yeahs) machacan implacablemente estos himnos con justeza y virtuosismo, mientras Joan Wasser (Lou Reed) colabora en los teclados y Brad Truax y Urian Hackney se encargan de que la base de bajo y batería sostenga el caos. ¿La sorpresa? Una dupla de vientos formada por el trombonista Corey King y el trompetista Pan Amsterdam que le dieron brillo a un repertorio clásico, pero moderno en su esencia.
Entre tanta distorsión y aspereza, la Iguana regaló unos versos de “Nightclubbing” (en medio de “L.A. Blues”) y el hit ochentoso “Real Wild Child (Wild One)”, antes de un cierre épico con su versión de “Louie Louie”, que contó con un invitado especial: Gaspar Benegas, guitarrista de Los Fundamentalistas del Aire Acondicionado, que llegó hasta aquí a través de la gestión del sello alternativo Realm 26, que dirige el argentino Ignacio Palladino.

Hay sonrisas y éxtasis en las caras del público que sale del estadio. Hay conciencia de haber presenciado durante una hora y media uno de esos instantes mágicos, inexplicables, que solo puede ofrecer la música. Gracias señor de los 78 años por “la experiencia”. Seremos su perros por siempre.

















