PJ Sin Suela: rapear, sanar y resistir
“Siempre he sido fan del Tiny Desk. Tener esa oportunidad, para mí, fue una bendición”, confiesa PJ Sin Suela al recordar el concierto que cambió su año. Lo dice con la calma de quien sabe que ese escenario es mucho más que una vitrina: es un espacio donde los artistas se presentan sin adornos, con sus historias al frente. El suyo fue un sueño de una década. “Yo sigo esa plataforma desde hace diez años, y siempre fue un sueño. Me bajé de la tarima en Puerto Rico, me encontré con la productora de NPR y lo primero que me dijo fue: ‘Nos vemos en DC’”.
El camino hacia el Tiny Desk no fue una campaña de relaciones públicas, sino un acto de serendipia y talento. “Casi todos son publicistas que envían, ‘Mira a este artista, escúchalo’. En mi caso, me vieron en vivo, con mi banda, sin autotune ni tantos efectos, y pensaron que yo podía llevar esa energía a NPR”. Así fue: once músicos en escena, un repertorio íntimo y poderoso que confirmó a PJ como una de las voces más singulares de la música latinoamericana actual.
Ese show marcó un punto de quiebre en su carrera. Ahora, PJ se prepara para una gira que arranca en octubre. “Si fuese por mí y el presupuesto estuviese, traigo toda la banda del Tiny. Pero no es posible”, admite entre risas. Aun así, planea integrar músicos locales en cada ciudad y, sobre todo, aprovechar el tour para probar material inédito. “Me gustaría ir integrando cositas de eso nuevo dentro del show. Testear temas en vivo, darle un regalo al público con canciones que todavía no han salido”.
Su próximo disco aún no tiene nombre, pero ya muestra un rumbo distinto. “Quiero algo un poquito más electrónico, porque el último disco, Toda época tiene su encanto, fue más acústico. Este va a tener esa energía tropical que uno vive caminando por la playa, mezclada con electrónica”, explica.
“Históricamente ha sido así desde 1917, cuando nos hicieron ciudadanos para mandarnos a la Primera Guerra Mundial”
El proyecto se cocina junto a David B, su productor de confianza y cómplice creativo desde hace casi una década. David, que empezó tocando batería en iglesias y ahora se mueve entre el reggae, el rap y la pista de baile, resume la búsqueda: “No es un electrónico de Berlín. Es un poco más tropical, más afrobeat. Voy probando cosas en las fiestas y después las llevamos al estudio. Es un feedback directo del público”.
Para PJ, esa fusión no es solo estética, es una manera de hablar de todo. “Siempre trato de incluir distintos mundos. Desde problemas sociales, hasta temas de amor o de olvidarse de los problemas por un rato. No me gusta encasillarme”.
Dos de sus canciones recientes muestran esa mirada crítica. ‘Mambrú’, inspirada en una canción de cuna que llegó a Puerto Rico desde Francia, se transformó en un relato sobre los jóvenes puertorriqueños enviados a pelear las guerras de Estados Unidos. “Históricamente ha sido así desde 1917, cuando nos hicieron ciudadanos para mandarnos a la Primera Guerra Mundial”, recuerda. El tema resonó más allá de la isla, conectando con inmigrantes latinos en EE. UU. que han visto en el ejército una vía para conseguir sus papeles. “Uno tiene que ser vocal, y no ser tibio en el arte de uno. Ese tema definitivamente ha tocado corazones”.
Por su parte, ‘Ven a la plena’ denuncia la privatización de playas en Puerto Rico, un fenómeno que erosiona uno de los derechos constitucionales de la isla: que las playas son del pueblo. “Querían construir una piscina frente a una playa donde yo estudiaba en el oeste. La gente protestó por un mes hasta que detuvieron el proyecto. La canción nació de ahí, pero representa muchas cosas que están pasando ahora”, dice.
Para PJ, mantener viva la música de protesta es vital. “En Puerto Rico, el que hace rap o hip hop sigue siendo un nicho. Pero ver cómo artistas como Bad Bunny han llevado esos ritmos y esas luchas a un nivel mundial es una inspiración”.
Lo que distingue a PJ Sin Suela no es solo su versatilidad musical, sino su doble vida como médico. Tras graduarse hace diez años, trabajó en hospitales durante la pandemia y hoy dirige la organización Direct Relief en Puerto Rico, donde coordina clínicas de salud en Vieques y otras comunidades marginadas. “Yo llego de Colombia, grabo un video de música, y después voy a una isla donde la gente no tiene hospital. Allí van especialistas, y si no pueden llegar, yo los atiendo en sus casas”, relata.
Estas experiencias marcan inevitablemente su escritura. “Siempre esas experiencias me van a dar historias. Me hacen ver el mundo distinto. Hasta cuando no quiero, termino usando términos médicos en mis canciones”, reconoce. Entre pacientes y tarimas, PJ habita una dualidad rara en el panorama musical: un artista que cura con estrofas y con recetas.
En los últimos años, PJ ha fortalecido su vínculo con Colombia y con una generación de músicos que, como él, apuestan por la fusión y la autenticidad. Su tema ‘Ella es pa’ mí’, junto a Mike Bahía y Sebas Barcenas, nació en Miami y se estrenó en Bogotá. “El videoclip fue un show en vivo aquí en la capital. Eso me encantó”. También sumó a Blessd en el remix de ‘Si te vas’, después de que el colombiano le escribiera: “Este es mi tema favorito del verano, quiero montarme en el remix”.
Su colaboración más reciente fue con Motherflowers, un colectivo que mezcla hip hop y fusiones en Bogotá. “Soy súper fan de Irepelusa y de todo ese corillo de raperos venezolanos que están aquí dándole con todo”, dice, celebrando la efervescencia creativa de la región.
A la lista de colaboradores se suman nombres de peso como Jorge Drexler, con quien escribió por FaceTime, o Ana Tijoux, con quien compuso una canción entera en una cena. Esa apertura, admite, también supone un reto: “Lo más complicado es que el público entienda. A mí me gusta rapear en cualquier ritmo, pero si lo hago es porque me salió natural, no trato de forzarlo”.
Desde Letra pa’ tu coco en 2015 hasta hoy, PJ ha mutado en múltiples direcciones. “Yo no vengo de un background musical. Mis primeras temáticas eran de estar en la uni jodiendo, fumando y bebiendo. Después, estando en un hospital, me empezaron a salir otras historias”, recuerda. Su primer disco fue de puro boom bap. Hoy combina plena, reggae, electrónica y reggaetón. “Hemos perdido el amor por las historias y la complejidad. Pero cuando cuentas algo real, resuena, quizás no mainstream, pero con un público que se acuerda y te dice, ‘Papi, esta canción está cabrón’”.
David B, su productor, ve esa evolución como un signo de osadía: “PJ es de los artistas más valientes que conozco. No le tiene miedo a experimentar y tirarse a la incertidumbre. Nos mantiene a todos en movimiento”.
Esa inquietud también se traslada al terreno visual, donde trabaja junto a su manejador y director Edgar Cruz. “Desde que está en el estudio, PJ ya está pensando en cómo va a reaccionar en la tarima y en el video”, cuenta. La dupla ha dirigido casi todos sus videoclips, siempre desde un proceso colaborativo. “Hay veces que yo vengo con la idea y él la traduce a un lenguaje fílmico. Otras veces él propone y yo me dejo llevar”.
Para Edgar Cruz, lo importante es que cada video logre transmitir el mismo mensaje de las canciones: “Nos encargamos de que las imágenes representan la calidad y la fuerza de lo que PJ canta. Es un trabajo de traducir su visión al cine”.
Hoy, PJ Sin Suela se mueve entre tarimas y clínicas, entre el beat electrónico y la plena tradicional, entre Puerto Rico y el resto de Latinoamérica. Sus canciones son testimonio de una vida que no cabe en un solo rol: rapero, médico, activista, cronista de su tiempo.
“Siempre en mi música propongo”, dice. Esa frase resume su misión: proponer caminos nuevos, historias que importan y ritmos que invitan a bailar. PJ apuesta por lo que permanece. Porque para él, rapear también es sanar. Y resistir.