Pilar Gamboa, de ‘División Palermo’ y ‘Viudad negras’ a Piel de Lava y la Compañía El Silencio: “Todo lo que hago me representa”

El primer episodio de la vida actoral de Pilar Gamboa empieza con un no. “Cuando terminé el secundario dije: ‘Quiero estudiar teatro’. En ese momento, la idea era que si de verdad quería hacerlo, tenía que entrar al Conservatorio de Arte Dramático. Porque ahí se conseguía el título, lo que querían mis viejos. Fui al examen de ingreso y me rebotaron. Busqué mi nombre en la lista y no estaba. Me acuerdo de que fui con mi hermana y pensé: ‘Bueno, tal vez no sirvo para esto’”.

A los 18 años, Pilar (Buenos Aires, 1980) creía que si la universidad le decía que no, no servía, ya está, kaput, c’est fini, ese era el final. Pero lo que no sabía era que el futuro sería suyo por la prepotencia de trabajo, como dice Roberto Arlt en el prólogo de Los lanzallamas

Nombrar todos los proyectos en los que está involucrada en este momento es casi una proeza. En teatro, Sombras, por supuesto con el colectivo Compañía El Silencio; Parlamento con las Piel de Lava (obras por las que en junio ganó el Martín Fierro a Mejor Actriz Protagónica de Teatro Off) y, desde septiembre, Las hijas, junto a Soledad Villamil y Julieta Díaz, con producción y dirección de Adrián Suar. En streaming, a principio de año se estrenó la segunda temporada de Envidiosa y ya grabó la tercera y la cuarta; en junio estrenó Viudas negras, coprotagonizada con Malena Pichot; y en julio volvió a Netflix con División Palermo, donde interpreta a Sofía Vega, un personaje que en la primera temporada hizo embarazada.

Con Griselda Siciliani en una escena de Envidiosa (Gentileza Netflix).

“Yo no creo tanto en la carrera, viste, siento que estoy en una especie de proceso de investigación y que también soy reconsciente de que estas cosas aparecen y después baja la espuma. Pero sí es un momento profesional alegre porque todo lo que hago me representa”, dice después de centrarse solo en el primer semestre de 2025. Pilar toma envión y entrega párrafos de gracia y entusiasmo con la vida. El fuego que prende en los sets se traslada con ella hace más de 25 años.

Si musicalizamos la línea de tiempo que la trajo hasta acá con “Margaritas”, de Babasónicos, Pilar Gamboa hablaría de paz con Piel de Lava, con el Colectivo El Silencio, con Mariano Llinás, Adrián Suar, Malena Pichot, Rafael Spregelburd, Daniel Veronese, Mariano Pensotti, Santiago Korovsky, mientras teje un puente entre el under y el mainstream.

La precuela de la formación de la actriz cuenta que no fue una niña de escenario. Si había humor venía por el lado de las imitaciones —una amiga, un tío— y siempre desde las sombras. “Era más bien tímida”, agrega. No había una vocación declarada, ni una pulsión dramática prematura. Cuando terminó el secundario, no tenía claro qué haría. Pero sí sabía que en su casa estudiar era importante. Venía de una familia de clase media, laburante, de comercio, con asistencia recurrente al gallinero del Teatro Colón y donde el mandato universitario circulaba con naturalidad. 

Cuando Pilar y su hermana, Cecilia, estaban fanatizadas con Clave de sol, sus padres las llevaron a ver la versión teatral. “Los volvimos locos”, se acuerda. Salieron felices. Pero su mamá, con la pedagogía suave de quien educa con experiencia, les dijo: “¿La pasaron bien? Bueno, ahora van a ir a ver una obra de teatro de verdad”. Terminaron en el Teatro Cervantes viendo Madre coraje (de Bertolt Brecht y Margarete Steffin), con Soledad Silveyra. Pilar no durmió por dos noches debido al miedo y el impacto que le había producido la obra. Aún tiene la imagen de Silveyra agarrada de unos telones, gritando como si se le fuera la vida. “La mía era una familia donde eso era posible”, suma. El escenario empezaba a rozarle el cuerpo.

Después de aquel bochazo iniciático, su hermana le recomendó anotarse en cursos mientras estudiaba la carrera universitaria que le pedía su familia. Se inscribió en Artes Combinadas y en tres cursos de iniciación teatral en el Centro Cultural Rojas. Fue voraz también en el aprendizaje. 

Con Santiago Korovsky en División Palermo (Gentileza Netflix).

Episodio 2. Gamboa pasa a improvisar en una clase con Cristian Drut y, mientras siente que se prende fuego, piensa: “Esto es lo más divertido que un ser humano puede hacer por el resto de la vida”. Ya no puede parar más. 

“Tuve la suerte de que me tocara la varita mágica de la vocación en las primeras clases de teatro”, dice. En lo de Drut conoció a Esteban Lamothe, amigo y compañero del colectivo teatral Compañía El Silencio, que formó junto a Romina Paula, Susana Pampín y Esteban Bigliardi.

Transcurrían los primeros dosmiles y Pilar comenzaba a romper paradigmas mientras entrenaba. “Nuestra lógica siempre fue la de armar desde lo que teníamos: una escena en una muestra que se volvía obra, un texto propio, reversionábamos un clásico hasta hacerlo bosta. Era vivir una ebullición del teatro todo el tiempo”.

“No esperábamos que alguien nos convocara. Hacíamos. Para mí, el secreto de todo está ahí: juntate con tres en el living de una casa, ponete una ropa y hacé teatro”, agrega. 

A medida que la actriz cuenta su recorrido profesional, va armando una foto de un momento cultural porteño: fue utilera, actriz de reparto y protagonista de esa escena teatral. “Vengo de una escuela de los dos mil en Buenos Aires, de la dramaturgia, del actor, de la autogestión como bandera”.

Episodio 3. Drut le recomienda estudiar en la escuela de Ricardo Bartis. Ahí arranca con Alejandro Catalán y conoce a algunas de las Piel de Lava, uno de los grupos teatrales más influyentes de las últimas dos décadas, y del que también forma parte junto a Elisa Carricajo, Valeria Correa y Laura Paredes. Ahí no se suspendía un ensayo, había compromiso, hambre y deseo aunque no les pagaran.

Un asterisco: Piel de Lava es un colectivo teatral argentino que nació en  2003, desde esa fecha hasta hoy hicieron seis obras: Colores verdaderos (2003), Neblina (2005), Tren (2010), Museo (2014), Petróleo (2018) y Parlamento (2024). Es conocido por su enfoque en la creación colectiva y la exploración de temas sociales y políticos a través de obras originales. El grupo desarrolló un método de trabajo que integra actuación, dramaturgia y dirección en un proceso colaborativo horizontal. El nombre del colectivo esconde la misma lógica que el de Midachi, trío humorístico popularizado en los 90 e integrado por Miguel del Sel, Dady Brieva y Chino Volpato. Tuvieron su hit masivo estos últimos años con la obra Petróleo, con el que pasaron del teatro Sarmiento al San Martín y luego al circuito comercial (Metropolitan). Pero vienen marcando agenda hace años. 

Después de dejar Artes Combinadas, Pilar estudió Letras en Puan (aunque no terminó la carrera). Todo esto le dio herramientas narrativas a las que les sumó la observación para transformar la realidad en ficción como quien afila un cuchillo. Algo que le vino con la práctica; a fin de cuentas, se formó entrenando en los escenarios y jugando con los colegas. “Mi manera de armar los personajes es muy lúdica. Me fascina la composición, a partir de ahí empiezo a pensar. Soy una actriz que trabaja mucho con los directores, pero también con los actores. Me formé en lo grupal y eso es lo que me alimenta”.

En Piel de Lava las cuatro actúan, dirigen, juegan en toda la cancha. El todo se vuelve complejo, desafiante y anárquico. Con esos elementos hicieron de Petróleo una de las obras más convocantes de la ciudad, y dejaron una marca en el teatro off. 

Sus amigos y compañeros también tienen una mirada particular sobre su trabajo. Romina Paula, con quien colabora hace más de veinte años, lo explica mejor: “Pili tiene algo muy particular. Por un lado, es muy actriz: escucha, recibe la dirección, toma lo que tengas para decirle. Pero al mismo tiempo, por su laburo con las Piel de Lava, es redirectora, piensa muchísimo en la escena. Tiene esa capacidad rara de estar adentro y afuera a la vez. Y no es que por pensar en la escena está menos presente como actriz, todo lo contrario: está recontra conectada, con el canal emocional abierto totalmente, a la vez que su cabeza está mirando todo”. 

Episodio 4. Finalmente, llega el cine, que para Pilar es Mariano Llinás. Esto fue así: por el 2005 o 2006 Llinás cae a ver Neblina, la segunda obra de Piel de Lava, y algo le hace clic. Ya había filmado Historias extraordinarias, pero seguía siendo un director joven, con ese aire de genio inquieto y personaje porteño que aún conserva. Lo que ve en escena le resuena: un grupo que escribía, actuaba y producía como colectivo. Muy parecido a lo que él venía armando con Pampero Cine, pero en clave teatral. No tarda en acercarse y, sin dar muchas vueltas, las invita a unirse a su proyecto cinematográfico. 

Así fue como empezaron a verse en casas, con vino, empanadas y una pila de ideas sobre la mesa. Nadie tenía un peso, pero eso no importaba. Lo que sí había era entusiasmo, cabeza, tiempo y ganas. Las reuniones eran largas, caóticas y completamente nutritivas: se hablaba de cine, de teatro, de posibles guiones, de directores que había que ver. De ahí, de esa mezcla de confianza, desparpajo y rigor, saldría uno de los cruces más potentes entre el under teatral y el nuevo cine argentino.

“Aprendí a actuar para cámara gracias a él. Yo venía del teatro y, aunque ya habíamos empezado a filmar con Llinás, el cine —una cámara, planos largos— no es lo mismo que la tele con dos cámaras y otro ritmo. La flor, que hicimos después con las chicas, también era a una cámara. Pero Mariano nos enseñó a hacer cine. Literalmente. Nosotras no sabíamos nada. Nos mostraba directores, nos pasaba DVD. Él nos dio un capital que sigue siendo clave para todo lo que hago hoy”.

“Cuando él decía ‘más adentro’, significaba que nos metiéramos en cuadro; ni siquiera eso entendíamos. Es uno de los artistas que más admiro y más quiero. Era casi de nuestra edad, pero se sentía mucho mayor: un nerd total, un fanático del cine, un loco hermoso”, cuenta la actriz. 

“Esas reuniones eran de un entusiasmo desmedido, creo que no es una exageración ni una hipérbole utilizar la expresión enamoramiento. Eso era lo que sucedía allí: la euforia y el desasosiego de los enamorados”, dijo Mariano Llinás hablando del proceso creativo de la película en la extinta revista musical Les Inrockuptibles

El resultado: La flor, el film de 14 horas (es una de las películas más largas de la historia y la más larga del cine argentino), que ganó como mejor película de la 20° edición del BAFICI y les dio el premio colectivo a Mejor Actriz. 

En la mayoría de las entrevistas, tanto escritas como radiales o de streaming, Pilar repite “a mí la tele me llegó de grande”. Es que teniendo en cuenta que hay actores que comienzan de niños, arrancar a los 30 años es arrancar de grande. 

Episodio 5. Así como Llinás y Mitre comienzan a buscar actores y actrices en el teatro, productores de televisión como Adrián Suar hacen lo mismo. Suar, que tiene un gran olfato actoral, empieza a ver teatro para salir del circuito porque se da cuenta de que hacen falta otros colores. Ve a Pilar en escena y no lo duda: la llama. 

“Yo estaba haciendo una obra de Mariano Pensotti y estaba por viajar a Europa con ese grupo de teatro. Y cuando me llama Adrián para tener una reunión, le digo: ‘Mirá, no puedo hacer tele ahora, me voy de gira con esta gente’. Yo no conocía Europa —bueno, sí, había ido con mi hermana a los 20 a conocer el País Vasco—, pero esto era otra cosa: ir a Hamburgo, Madrid, hacer gira con teatro… era lo mejor que me podía pasar en ese momento. Fui resincera con él, le dije que me encantaba la propuesta pero que no podía. Y Adrián me responde: ‘Yo te lo acomodo. Te vas de gira, volvés y seguís en la tira’. Era imposible decirle que no. Polka, en ese momento, me dio un montón. Fue un entrenamiento a otra escala, como hacer gimnasia: cuando hacés tiras, tenés que resolver todo en el momento. La tele me dio mucho oficio de cámara. Hice cosas mejores, cosas peores, pero en ese momento todo me servía”. Y agrega: “Descubrí una zona de la actuación que no conocía. Algo más inmediato, más ocurrente, más efectivo. Yo venía del teatro, de pensar los textos. Nunca con solemnidad, porque ni con Piel de Lava ni con Romina fuimos solemnes. No es que el teatro es lo elevado y la tele es mala: son lenguajes distintos. En el teatro estrenás una obra sabiendo perfectamente la partitura. En la tele te llegaban los textos el día anterior. Teníamos que apelar a una gracia personal para poder sostenerlo”. La entrada a la televisión de la mano de Suar fue el medio que la ayudó a dejar de tener diferentes trabajos para poder dedicarse full a la actuación. Hasta los 28 años Pilar se desempeñó en Repsol, en el sector de Serviclub, y, en un envión que tuvo que tomar para seguir insistiendo en la actuación, renunció. 

Episodio 6. Actuar en tiempos de streaming. Uno camina por Buenos Aires y ve la cara de Pilar por todas partes: con Pichot y una marquise de chocolate promocionando Viudas negras, o junto a un equipo que simula ser la Guardia Urbana para mostrar que la nueva temporada de División Palermo ya está disponible. 

“Estoy en un momento en donde todo lo que hago me gusta un montón. Entonces es difícil para mí decir que no a los proyectos que me llegan”. Es un buen momento también para los artistas independientes como Malena Pichot y Santiago Korovsky, respectivamente directores de Viudas negras y División Palermo

División Palermo satiriza con algo de ternura la corrección política y la seguridad ciudadana. Pilar se pone en la piel de Sofía Vega, una mujer en silla de ruedas que, lejos del estereotipo, no pide permiso para existir: vive, ríe y ama con más comodidad y menos prejuicios que quienes la rodean. Sofía es la más lúcida entre tanto torpe bienintencionado, una especie de brújula moral que nunca se victimiza y que, con humor filoso y sensibilidad, desarma tensiones con una frase.

Viudas negras es una comedia de ocho capítulos con dirección de Pichot. Pilar interpreta a Maru, una exchica de Flores que, diez años antes, junto a su amiga del alma, formaba un dúo delictivo que drogaba hombres para robarles. Hoy, Maru intenta sostener una nueva versión de sí misma: vive en un barrio cerrado, está casada, tiene una hija y trabaja ad honorem para una ONG. Pero cuando se destapa una cerveza –y suena “Eva” de Viejas Locas–, esa otra que fue emerge intacta. Pilar le presta a Maru una mezcla explosiva de humor seco, calle, sensibilidad y contradicción. “Fue una fiesta. No conocía a Malena, cuando leí el guion estaba muy cansada porque venía de la temporada anterior de División Palermo, pero dije: ‘A esto hay que hacerlo’. Nos entendimos al toque. Las escenas con Alan Sabbagh y Georgina Barbarossa eran imposibles de filmar por la risa. Escuchábamos ‘¡corte!’ y nos moríamos todos”.

Pilar pasó gran parte de julio grabando Envidiosa, donde interpreta a Caro, la hermana menor y sobreprotectora de Vicky (Griselda Siciliani). Caro es la que está siempre: organiza, se adelanta, se preocupa antes que los demás. Una figura familiar reconocible, construida con una cuota justa de obsesión y ternura. En esta historia, la ausencia paterna pesa y se nombra poco: la madre trabaja, falta y también ocupa el rol del padre. En esa dinámica afectiva con funciones desordenadas, Caro aparece como el engranaje silencioso que sostiene, aunque no se lo pidan.

“Me gustan las series en las que todos los personajes tienen la posibilidad de jugar a la pelota. Después hay otras que vos mirás y decís: ‘Que se vaya la protagonista, quiero que aparezca el gordo este que me hace reír tanto’. Viste que te encariñás con los secundarios. Pero para que eso pase, tiene que generarse un clima grupal. Y, obvio, también tiene que estar escrito así, con espacio para que cada personaje tenga su oportunidad”.

Más allá del frenetismo del streaming, lo suyo sigue siendo el teatro, adonde siempre vuelve. En agosto, hará Sombras, por supuesto, en Arthaus, obra en la que el humor y el drama habitan lugares insospechados. Hay una sinergia entre Lamothe, Bigliardi, Pampín y Romina Paula que traspasa al cuerpo del espectador. 

Parlamento, la obra en la que las Piel de Lava interpretan a cuatro mujeres que se encierran en una nave espacial para intentar resolver los problemas del mundo, sigue en el teatro Picadero y hasta principios de agosto hay entradas a la venta. En este espacio no paran de crear situaciones que desarrollan un modelo de interpretación en presente. El absurdo le da una cuota de profundidad y credibilidad que calan fuerte en la cabeza de cada espectador. 

Además, en septiembre llega por primera vez al teatro comercial con Las hijas, la primera obra que dirige Suar. Pilar también protagonizó junto a él la primera película que dirigió, 30 noches con mi ex, la comedia dramática que en su primer día de proyección convocó a más de 30 mil espectadores. “Adrián es un fanático de la actuación, de los actores y de las actrices. Entonces es como bastante fácil dialogar, hablar con él, decir: ‘Che, esto no me queda tan cómodo’”.

Junto a Malena Pichot en Viudas Negras ( gentileza Flow).

En esta obra, escrita por Ariadna Asturzzi pensando en las tres actrices, Pilar va a compartir elenco con Soledad Villamil y Julieta Díaz. Asturzzi, que también es actriz, dio su perspectiva de la obra y del trabajo con Pilar. “Cuando Adrián me propuso este proyecto y comenzamos el proceso de creación, estuvo muy presente desde el primer momento. Es evidente que se compromete profundamente con cada proyecto que encara. Juntos empezamos a delinear los personajes y enseguida me propuso jugar con la idea de imaginar a quiénes veíamos en cada rol. Pensamos en ellas tres rápidamente”.

“En el caso de Pilar, había algo que me atraía mucho: su naturalidad. Ella puede actuar en cualquier registro con una organicidad admirable. Tiene un sentido del humor y una inteligencia para abordar los personajes que me parecen fascinantes. Además, es sorpresiva: toma decisiones inesperadas, y eso —para este personaje en particular— sumaba muchísimo. Tiene esa habilidad de hacer parecer que todo le está ocurriendo por primera vez, que decide en tiempo real. Y esa es una capacidad muy valiosa y, sobre todo, muy disfrutable para quien está mirando”.

Pilar también tiene muchas ganas de volver a hacer cine. Espera que pueda concretarse una película escrita por Victoria Galardi y Fabián Casas que está lista para filmar. Para ella no es problema pasar del mainstream al culto. Más allá de la plataforma, cuando se le pregunta cómo elige los proyectos, pone en primer lugar sus ganas de actuar, que el papel le dé deseo o riesgo. Después, el grupo humano. “Si me dicen que están tales actores que admiro, no puedo decir que no. Y si además el texto me gusta, ya está. No siempre se dan todas las variables, pero alguna tiene que estar. Si no, no la paso bien”, agrega. 

Episodio 7. Maternidad deseada. Pilar fue madre de Manuel a los 40 y al año y medio ya estaba embarazada de nuevo de Anita. Pero ni todas las tareas que implican maternar parecen poder con ella. La más chiquita, que ahora tiene tres años, la acompañó a la primera gira de Petróleo, también la acompañó a varios rodajes. En el motorhome daba la teta y después seguía filmando.

“Hay algo en hacer lo que te apasiona que te recarga, que te devuelve energía. A mí me pasa: cuando vuelvo del trabajo y estoy con mis hijos, estoy presente de verdad, no agotada ni harta. Eso me alivia un poco la culpa, aunque igual me cuesta irme de noche a una función después de haberlos bañado. Es raro decirles: ‘Mamá se va a trabajar’ cuando para ellos ‘trabajar’ no debería incluir un escenario. Manu me lo dice todo el tiempo: ‘Las mamás no hacen shows’. Bueno… algunas sí. Mis hijos van a criarse mejor si yo hago lo que me gusta. Es un trabajo de muchas horas y también a veces tengo las noches ocupadas, entonces lidio entre el deseo y la culpa. Pero, también, te juro que siento que cuando vuelvo de trabajar y estoy con mis hijos, soy mejor madre”. 

A lo largo de más de una hora de charla, Pilar Gamboa no da respuestas cerradas. “Cuando estás en el baile, no estás pensando tanto. Después te duele la cintura, pero ya pasó. Y no podés parar. Yo, al menos, no puedo. Esto es lo que me hace vivir. Y mientras pueda, voy a seguir bailando. A los 20 el abanico es tan amplio que querés ser todo junto, podés ser cantante, todavía no sabés. Yo a los 30 me enfoqué y ahora que tengo 45 siento una especie de subidón donde ya estoy contenta con la adultez”.

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