Natalia Lafourcade en el Auditorio Nacional: una noche de ternura, raíces y metamorfosis

La tercera fecha de Natalia Lafourcade en el Auditorio Nacional fue distinta a cualquier otra. Lejos de la euforia festiva de giras pasadas, esta presentación se sintió como una ceremonia de gratitud: una celebración de las canciones que la han convertido en la artista que es hoy, en esta etapa que abraza sus raíces mexicanas con madurez, calidez y una profunda conexión con su público. 

Además de presentar su más reciente disco, la noche no buscó ser un baile, sino un encuentro de alegría. Cada pieza —revisitada con arreglos nuevos y muy bien ejecutados— fue interpretada con un talento que reafirmó la belleza de su obra. A su lado, músicos como Emiliano Dorantes y Alejandra Paniagua, entre muchos otros, la acompañaron para enaltecer su ingenio.

“Estoy muy emocionada, no soy la única en este escenario. Todas y todos estamos compartiendo esas mariposas que revolotean muy alborotadas. Aquí en mi barriga tengo una mariposa preciosa”, dijo con una sonrisa que iluminó la sala. Fue su último concierto antes de convertirse en madre, y cada palabra resonó con el simbolismo de un cierre de ciclo.

Esa noche, Natalia se mostró libre, cercana y más juguetona que nunca. “Este camino no ha sido solamente el camino de La Cancionera, ha sido el camino de María Natalia desde sus 14 años soñando con ser una cancionera. Esta noche es especial… las cosas para mí no volverán a ser igual después”, confesó emocionada.

Lulú Urdapilleta
OCESA

El repertorio viajó por todo su universo reciente: la delicadeza de ‘De todas las flores’, la dulzura melódica de ‘Pajarito colibrí’ y la raíz mística de ‘María la curandera’. En algunos temas, se sumaron El David Aguilar y Adán Jodorowsky, aportando su energía y complicidad en momentos entrañables como ‘Como quisiera quererte’, ‘Luna creciente’ y la que es mi favorita, personalmente: ‘El lugar correcto’.

Uno de los pasajes más simbólicos llegó cuando habló de una flor que la acompaña desde hace años: una protea, su emblema personal, que tenía en la mesa a su lado. “Representa la flor del alma, la flor cancionera, la que cambia, la auténtica flor… Me hizo comprender que esa soy yo, viviendo la metamorfosis más cabrona de mi vida”, dijo entre risas.

Un momento emocional llegó con ‘Lo que construimos’. Antes de interpretarla, dedicó unas palabras a un amor que dejó huella: “La gente cree que fumo cosas. Yo no fumo nada, me fumo las flores y la música. Esta canción se la compuse a un ser a quien amé profundamente… El amor verdadero también es dejar ir. Cuesta mucho, pero también es decirle a alguien ‘voy a dejarte ir con amor, porque te amo’”. El público respondió con un silencio cargado de emoción, como si compartiera ese mismo aprendizaje.

Hacia el final, ‘Hasta la raíz’ y ‘Cocos en la playa’ cerraron la noche con un aire de celebración suave y luminosa. Antes de despedirse, Natalia resumió con humor y gratitud su viaje: “25 años dedicando mi amor, mi vida, mi pasión, a la música… Que vengan más canciones, que vivan las cancioneras y los cancioneros del mundo… Les amo mi gente, ya me voy a la chingada para vender cocos en la playa”.

Mientras sonaba ‘Cielito Lindo’, el público abandonaba el recinto, y no me cabe duda de que había más de un corazón lleno en los pasillos. 

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