Mark Frost: “Con Twin Peaks quisimos romper todas las reglas”
Hablar con Mark Frost es conversar con una de las mentes que redefinieron lo que la televisión podía ser. Coguionista y cocreador de Twin Peaks junto a David Lynch, su carrera abarca desde clásicos policiales como Hill Street Blues, novelas fascinantes como The List of Seven hasta incursiones en el cine de superhéroes (Fantastic Four), el thriller político (Storyville) y el género deportivo (The Greatest Game Ever Played). En esta entrevista, Frost repasa sus comienzos, reflexiona sobre la narrativa televisiva y aborda con claridad lo que significó Twin Peaks. No un accidente cultural, sino una apuesta consciente por romper con lo establecido.
Señor Frost, usted fue guionista y editor de historia en Hill Street Blues, una serie que muchos consideramos revolucionaria en la narrativa televisiva. ¿Qué le dejó esa experiencia y cómo lo preparó para confeccionar a Twin Peaks?
Tuve la suerte de conocer a Steven Bochco casi una década antes de Twin Peaks, cuando regresé a Los Ángeles. Yo tenía apenas 19 años, acababa de terminar el tercer año de universidad, y él me ayudó a conectarme con Universal, donde trabajaba. Fue gracias a su intervención y mentoría que comencé mi carrera.
Cuando Hill Street Blues se lanzó en 1981, yo había vuelto a Hollywood. Steven me dijo: “Ven, pongámonos a trabajar”. Así que empecé en la primavera del 82, y para mí fue como una escuela de posgrado en televisión. Aprendí absolutamente todo ahí. Era un grupo de escritores tan sólido como el elenco de actores. Yo venía del teatro, así que ese espíritu de comunidad me resultaba muy familiar.
Absorbí cada lección. Aprendí a producir televisión viéndolo y haciéndolo. Esa experiencia fue irremplazable en mi formación como escritor, productor y persona. De ahí se desprende toda mi trayectoria.

Se suele decir que Twin Peaks marcó un antes y un después en la televisión. Mirando hacia atrás, ¿qué cree que la serie desestabilizó o redefinió en el medio? ¿Eran conscientes en ese momento de que estaban cambiando el lenguaje televisivo?
Es una excelente pregunta. No sé si éramos plenamente conscientes de que eso estaba ocurriendo, pero sí era nuestra intención desde el inicio. Yo ya había hecho bastante televisión en ese momento, más que David, y sabía cuán rígido y convencional se había vuelto el medio. Pero también sabía que, en sus primeros años, la televisión fue vibrante, creativa, esencial para la cultura.
Mi padre, Warren Frost, participó en uno de los grandes dramas televisivos de los años 50, Philco Playhouse, así que crecí con esas historias. Había visto esos programas y sentía que la televisión necesitaba un renacimiento, una ruptura hacia un estilo más cinematográfico, una narrativa más novelística.
Para mí, Twin Peaks fue un gran experimento. Tomé todo lo aprendido en Hill Street, me apoyé en mi amistad y colaboración con David, y decidimos arriesgarnos: “Hagamos lo que queramos, sigamos nuestros instintos y veamos cómo reacciona la industria”. Creo que fue así como terminamos impactando el medio.

En muchos sentidos, Twin Peaks presenta a la pequeña ciudad estadounidense como un lugar a la vez idílico y profundamente corrupto. ¿Qué cree que revela la serie sobre la mitología de Estados Unidos?
A la luz de estos últimos ocho años, diría que revela la verdad. Estamos atravesando uno de los momentos más oscuros de la historia estadounidense.
Mi familia ha estado en este país desde 1629, cuando el primer Frost llegó desde Inglaterra. Hemos estado presentes desde el inicio, involucrados en muchos procesos históricos. Por eso, ver el estado actual de las cosas me resulta doloroso. Es horrible en muchos aspectos.
Pero, al mismo tiempo, pienso: ya hemos pasado por mucho. Tal vez tengamos la fortaleza suficiente para sobrevivir esto también. Es ese pensamiento el que me permite levantarme y seguir trabajando cada mañana.
Arthur Conan Doyle y H.P. Lovecraft son influencias clave en tu trabajo. Dos tradiciones opuestas: el racionalismo detectivesco y el horror cósmico. ¿Cómo se entrelazan esas corrientes en su proceso creativo?
Lo interesante es que ambas corrientes surgieron casi al mismo tiempo, aunque en distintos lugares. Conan Doyle estaba inventando la ficción detectivesca mientras que, en paralelo, aquí en Estados Unidos, Edgar Allan Poe hacía lo mismo.
Pero también existían grandes movimientos culturales en torno al espiritismo, la teosofía, y una forma más “cósmica” de entender la realidad. Conan Doyle terminó muy involucrado con todo eso, lo cual siempre me ha parecido fascinante.
Ese período histórico me atrae profundamente. De hecho, algunas personas han descrito The List of Seven como una de las primeras novelas steampunk. Yo ni siquiera conocía el término cuando la escribí. Creo que fue Neuromancer, de William Gibson, lo que encendió oficialmente esa mecha, pero si mi obra ayudó a alimentar ese fuego, me alegra. Esa mezcla de ciencia, misticismo y misterio reflejaba lo que estaba ocurriendo dentro de mí en ese momento.
Muchos vemos al Agente Cooper como una especie de buscador espiritual. Se adentra en capas de realidad y de identidad. ¿Ve a Twin Peaks como un viaje mítico de iniciación o incluso como una inmersión en el inconsciente psicoanalítico?
Totalmente. Fui —y soy— un gran admirador del realismo mágico, un movimiento que ustedes en América Latina desarrollaron con maestría con autores como Gabriel García Márquez. Creo que fue un paso gigantesco para la evolución de la novela, sobre todo frente al realismo convencional que predominaba en Estados Unidos.
Twin Peaks fue, para mí, una extensión de ese realismo mágico, pero trasladado a un pequeño pueblo americano muy tradicional. Sin embargo, al correr las cortinas, descubrías que todo formaba parte de una trama mítica mucho más antigua. Un drama humano tan viejo como la primera vez que alguien miró las estrellas y se preguntó: “¿Cómo llegamos aquí?”.
Así que sí, definitivamente veo la serie como parte de ese continuo. Y al llevarla a la televisión y ofrecerla a millones de personas, sentí que teníamos una misión. David y yo estábamos completamente alineados en eso.

En Twin Peaks, el tiempo parece desdoblarse: los recuerdos, el futuro, las líneas temporales se fracturan. ¿Diría que la serie está más bien embrujada por el tiempo que por fantasmas?
Esa es una gran observación. De hecho, una de las cosas que nos permitió el salto de 25 años entre la segunda y la tercera temporada fue justamente incorporar esa idea.
Cuando envejeces, sí, estás viviendo el presente, pero también estás habitando tus recuerdos y tus proyecciones sobre el futuro. El tiempo se vuelve mucho más flexible de lo que creemos. Nos han enseñado a pensar en él como algo rígido y lineal, pero no es así.
Cuando entras en estados de conciencia expandida —digámoslo así—, te das cuenta de que el tiempo es, en gran parte, una ilusión. Tal vez nuestras capacidades neuronales simplemente no nos permiten percibirlo de otra forma.
La serie reflejó esa sensación, que tanto David como yo compartimos. La tercera temporada nos permitió explorarla más a fondo.
Y hablando de esa tercera temporada, muchos la vimos como un nuevo parteaguas. Es abstracta, elusiva, más llena de símbolos que de respuestas. ¿Fue pensada como una deconstrucción de la televisión en sí? ¿O como una despedida de la idea de “resolución” en la narrativa televisiva?
Sí, creo que refleja exactamente lo que nos había ocurrido internamente en esos 25 años. Lo último que queríamos era caer en la nostalgia.
Si decidimos traer Twin Peaks de vuelta fue porque sentimos que, finalmente, el terreno estaba preparado para dar el siguiente salto. Y esperábamos que la gente quisiera acompañarnos en ese viaje.
Nos abrimos por completo a lo que viniera. Esa temporada está mucho más sumergida en el inconsciente colectivo y en la mitología estadounidense tal como ha ido evolucionando —y, en algunos casos, deteriorándose— con el tiempo.
Usted coescribió las películas de Los Cuatro Fantásticos en los 2000, antes de que Marvel consolidara su fórmula. ¿Cómo ve esa etapa hoy? ¿Volvería al género de superhéroes?
No estoy seguro de que lo haría de la forma convencional en que lo hace la industria ahora. Todo se ha estandarizado mucho.
Dicho eso, este fin de semana planeo ver Superman porque James Gunn me parece tremendamente talentoso. Si él logra actualizar ese mito —que es completamente estadounidense— estaré muy interesado en ver cómo lo hace.
Como bien dices, cuando trabajamos en Los Cuatro Fantásticos, Marvel todavía no había tomado posesión real de su propio catálogo. Participaban en las producciones, pero no tenían el control que tienen hoy.
Recuerdo que el primer día que fui a Fox, me dijeron que llevaban una década intentando hacer esa película y que habían tomado decenas de caminos equivocados. Mi primer pitch fue muy claro: “Tenemos que volver al núcleo del cómic, a esa comedia dramática sobre una familia disfuncional en Brooklyn”.
Incluso propuse que se hiciera en época, ambientada en 1964 durante la Feria Mundial de Nueva York. Me miraron como si me hubiera salido una segunda cabeza. No estaban listos para eso.
Pero, por suerte, creo que eso es justo lo que vamos a ver dentro con la nueva versión de Marvel. Todavía no la he visto y estoy muy emocionado por ver qué hicieron con eso.
Yo amaba a esos personajes. Fui coleccionista de cómics cuando era niño, y Los Cuatro Fantásticos fueron siempre mis favoritos. Los primeros. Los que me marcaron.
Coincido totalmente. Y en cierto modo, Los Increíbles, de Pixar, es como una versión de Los Cuatro Fantásticos.
¡Exacto! No se puede registrar legalmente algo tan mitológico, pero ellos lo llevaron justo donde debía ir. Hicieron un gran trabajo.

Su único largometraje como director es Storyville, un thriller político complejo con un tono gótico sureño. Me encanta esa película. ¿Volvería a dirigir cine?
Gracias. Le pusimos el alma a esa película. Y sí, había dirigido bastante televisión antes para poder aprender el oficio. Era miembro orgulloso del sindicato de directores. Pero aprendí una lección dura con Storyville.
Nos traicionó un productor que había prometido ayudarnos con copias y publicidad a cambio de un puesto de distribución y una tarifa como productor. Cuando llegó el momento, no cumplió.
La película recibió críticas excelentes, pero no había dinero para promoverla. Murió en la taquilla casi de inmediato. Y después de dos años de trabajo, me dije: no puedo permitirme invertir tanto de mi vida para luego quedar a merced del capricho de los demás.
Ahí decidí enfocarme en escribir novelas y tratar de llevar esas historias al cine o la televisión, pero bajo mis propios términos. Volví al medio en el que empecé: la prosa, la narrativa de largo aliento.
Y luego produjo The Greatest Game Ever Played, otra película muy bien recibida.
Sí, esa fue una experiencia distinta. Es verdad que al principio no tuvo una gran recepción comercial, pero gracias a los mercados secundarios y al video hogareño, recuperó lo invertido en un par de años. De hecho, todavía recibimos regalías. La película tomó vida propia.
Se sigue proyectando, la gente la recuerda y la valora. Así que estoy contento con cómo resultó todo. Yo la produje, no la dirigí, pero estuve muy involucrado en cada paso. Era una historia muy cercana a mi corazón.
Nada que ver con lo que me pasó con Storyville, que fue una experiencia mucho más frustrante.
Después de más de treinta años hablando de Twin Peaks, seguramente ha respondido cientos de preguntas sobre la serie. ¿Hay alguna que ya esté harto de escuchar? ¿Y alguna que le gustaría que le hicieran por fin?
Durante mucho tiempo me cansó la pregunta: “¿Quién mató a Laura Palmer?”. Entiendo por qué la hacían, pero se volvió agotador.
En cuanto a la que me gustaría que hicieran… bueno, esta es la primera vez que me lo preguntan así, y creo que me encantaría que más gente preguntara por la mitología de la serie. Porque eso no fue un accidente. Nada de eso lo fue.
Todo estaba pensado desde el principio. No sé si viste el libro que escribí, La historia secreta de Twin Peaks, pero ahí explico muchos de esos elementos. Esa mitología era parte del ADN de la serie desde el primer día.
Y ahora, con el fallecimiento de David Lynch… ¿Está realmente terminada Twin Peaks?
Nunca digas nunca.
Ese fue nuestro lema desde el principio, y lo sigue siendo incluso ahora que él ya no está. Que Dios lo bendiga. Nunca digas nunca.
Espero que no, porque para mí es la mejor serie de televisión de todos los tiempos. Amo las tres temporadas y también la película. Al principio, Fire Walk With Me fue mal recibida, pero ahora, con todos los metarrelatos que la rodean, el universo expandido que construyeron es algo que los fans valoran muchísimo.
Sí, encaja completamente en todo ese mundo que hemos construido. Sin dudas.
Muchas gracias, señor Frost. Fue un placer hablar con usted.
El placer fue mío. Te tengo que decir: hiciste las mejores preguntas que me han hecho. Estás completamente inmerso en el tema. Así que gracias.
¡Muchas gracias!
Que tengas un muy buen día.
Igualmente.
¡Hasta luego!