Los días del odio, retrato de una sociedad en estado de violencia, egoismo y crueldad

George Orwell se quedó corto con sus Dos Minutos de Odio. Si leíste 1984 y te animás a mirar de frente el presente de la Argentina, sabés de lo que estoy hablando.Es uno de los pasajes más depravados del mundo del Gran Hermano. Frente a una enorme pantalla, en pocos minutos, miles de personas se convertían en máquinas de rabia. Describe Orwell en su novela (publicada en 1949): “Lo horrible de los Dos Minutos de Odio no era que cada uno tuviera que desempeñar allí un papel sino, al contrario, que era absolutamente imposible evitar la participación porque era uno arrastrado irremisiblemente. A los treinta segundos no hacía falta fingir. Un éxtasis de miedo y venganza, un deseo de matar, de torturar, de aplastar rostros con un martillo, parecían recorrer a todos los presentes como una corriente eléctrica convirtiéndole a uno, incluso contra su voluntad, en un loco gesticulador y vociferante. Y, sin embargo, la rabia que se sentía era una emoción abstracta e indirecta que podía aplicarse a uno u otro objeto como la llama de una lámpara de soldadura autógena”. 

Lejos queda 1984. Argentina, 2025: tiempos violentos más reales que cualquier distopía, cuando la gran ola de odio empapa e impregna todo. Para muestra sobran los botones. El presidente Javier Milei insulta a tiempo completo y avala el bullying contra un niño con autismo. Vuelan piedrazos que atentan contra la vida del mandatario en plena campaña electoral. En las redes sociales piden cadalso para los zurdos, los libervirgos, los viejos meados, los tuiteros termos, los mandriles, las feminazis, los que cagan en baldes… Mientras tanto, los olvidados de siempre por los gobiernos progresistas pierden más derechos en la administración libertaria. La violencia con cara de hambre, de salud pública desfinanciada, de jubilaciones atrasadas y del palazo siempre al día de la represión. Por arriba y por abajo, por izquierda y por derecha, en las calles y en las pantallas. Xenofobia, misantropía, misoginia, racismo, violencia política, crueldad… Discursos de odio, grupos de odio, odio de clase, delitos de odio, odio a secas. Efímeros, los dos minutos orwellianos. Vivimos jornadas enteras de miedo y asco: los días del odio.

Ilustración de Ezequiel García,

El odio es más viejo que el amor. Lo opuesto al amor, decía Freud, no es el odio, sino la indiferencia. Lo resalta Sebastián Plut en diálogo con ROLLING STONE. Doctor en Psicología, a cargo del grupo de Investigación en Psicoanálisis y Política de la Asociación Escuela Argentina de Psicoterapia para Graduados (AEAPG), profundiza: “El problema no es el odio, porque lo tenemos todos, con distintas formas e intensidades. Pero la indiferencia desata la violencia más cruel. Por ejemplo, cuando el Presidente habla de los trabajadores, los discapacitados, los beneficiarios de planes sociales, impone la indiferencia. Dice: ‘Me chupan un huevo los kukas, los planeros’… Y el tema es que la realidad en la Argentina impide la indiferencia. Salís a la calle, prendés la tele, mirás el celular, y la realidad está ahí, no permite la apatía. Creo que es un odio para desestimar la realidad, no está ligado a la rivalidad política. Hoy la oposición, o todo aquel que piensa distinto, representa esa realidad. Son signos de estos tiempos con pilares en la violencia, el egoísmo, la indiferencia y la irracionalidad”.

Para Plut, autor del libro El malestar en la cultura neoliberal, no todas las violencias son lo mismo: “Ahora se habla mucho de la crueldad, y Freud la ligaba al sadismo, el goce en la violencia. Pero la clave está en la deshumanización como condición para el ejercicio de la violencia. Suponer que sos una cosa. Te cosifico y luego te puedo sacar derechos, te puedo golpear, te puedo maltratar, hasta te puedo eliminar porque sos algo que no sirve para este modelo de sociedad. Y en el discurso de Milei, donde el mercado reina con su rentabilidad, si no entrás en esa lógica, no existís, no merecés nada, no sos socialmente deseable”. 

La máxima cartesiana “Pienso, luego existo” parece mutar en esta época a “No pienso, entonces odio”. Plut subraya la violencia que ejerce aquel que no puede razonar. Recupera “El Aleph” borgeano para graficarla. En el cuento, el narrador, un Borges ficticio o literario, qué importa, dice: “Para defender su delirio, para no saber que estaba loco, Carlos Argentino Daneri tenía que matarme”. Analiza el psicólogo: “Cuando yo tengo una idea extraña a la realidad, irreal, delirante, la realidad me la va a contrastar. Puedo pensar que los autos vuelan, pero en la calle no están volando, entonces me puede dar un ataque de furia. El odio no es solo eliminar al otro. Ese otro es también una realidad que me lleva a cuestionar mis premisas. Cuando el Presidente habla de economía, con juegos matemáticos y teorías, habla de ideas que no tienen relación con la realidad. Se elimina al otro para encubrir la propia incapacidad de pensar. El psicoanalista británico Wilfred Bion decía que el odio es el negativo del pensamiento”.

Eliminar al otro también marca el fin del antagonismo. Se cierra el juego democrático. Plut afirma que “muchas veces se cuestionaba a los gobiernos populares por impulsar el antagonismo, cuya condición central es no ser irreductible; hay un enemigo como rival y debemos coexistir, como el Boca-River. Te preserva de la violencia. Discutimos en la tele, en las redes, en la calle, con todas las garantías, podemos manifestarlo. Si no hay antagonismo, reina el suprimir al otro, el odio, la crueldad”.

Parece que nadie los ve, pero ahí están. A fines de agosto, la fila de la crueldad crece en pleno barrio de Congreso. Tiene casi 100 metros. Nace en las fauces de la Agencia Nacional de Discapacidad (ANDIS), sobre la siempre transitada Hipólito Yrigoyen, y llega hasta San José y más allá. “Desde las seis de la matina estoy haciendo la cola, no me da más la gamba”, dice Martín y se abraza fuerte a su muleta. El cansancio y la impotencia dibujan el rostro del hombre que ya peina canas: “Tengo 60 años, cobro la pensión hace diez. Perdí la pierna a los 17 en un accidente y ahora tengo que acreditar otra vez con certificado médico que no tengo una gamba. Parece joda, encima ni te avisan, no mandan cartas ni un mensaje al teléfono”. Agrega que le dejaron de pagar hace dos meses y quedó en Pampa y la vía. La fila debe avanzar, detrás de Martín hay alguien que espera, y detrás otro, y otro más, decenas más, todos por lo mismo: “Que no me corten la pensión, que me salva”, pide Martín con un dejo de piedad.

Sin compasión amputó la motosierra en la ANDIS desde la llegada al poder de Javier Milei. En paralelo a las denuncias de coimas, la compra de medicamentos con sobreprecios de hasta un 30% a la droguería Suizo Argentina y otros negocios non sanctos, el eyectado extitular Diego Spagnuolo –también examigo y exabogado del mandatario– dejó servida en bandeja una sangría en las pensiones por discapacidad. Las autoridades denunciaron que decenas de miles fueron otorgadas de forma espuria en los gobiernos peronistas. En el medio, los postergados de siempre: las personas con discapacidad sin un peso. Violencia también es no llegar a fin de mes. 

En una exposición en el Congreso, el jefe de Gabinete Guillermo Francos detalló las políticas públicas en la materia: el Ejecutivo dará de baja el beneficio a unos 500.000 compatriotas [la letra chica del proyecto de presupuesto 2026 presentado en cadena nacional por el presidente Milei el 15 de septiembre consigna que, de las 1.266.945 pensiones activas en enero, el Gobierno anticipa eliminar 155.606]. 

Los afectados son beneficiarios que nunca recibieron la carta documento con la indicación de someterse a los estudios médicos y otros trámites burocráticos que exige la agencia para no caerse de la indispensable ayuda estatal. “Son nuestros derechos, que están siendo vulnerados. Ellos nos humillan, parece que estamos pidiendo limosna, siento que nos odian”, dice Norma Biacardi, una señora que desde su nacimiento padece una malformación en su fémur. Doña Norma, arrimada desde la zona oeste del conurbano profundo, agita entre sus manos los preciados certificados médicos: “Tengo hasta mis radiografías, que no son de un perro, como miente el vocero [Manuel] Adorni. Ya hace dos días que vengo, espero que hoy se termine esta tortura, son un gobierno de sádicos. Me cortaron el subsidio de una, la carta nunca me llegó”. 

Un decreto firmado por el ministro Federico Sturzenegger en septiembre de 2024 determina que no recibir la citación para auditarse en tiempo y forma es causa suficiente para la baja. “Entré al banco y no había nada en la cuenta. Eso fue en junio, y no me depositaron nunca más. Venía cobrando lo más bien, con los papeles al día, hace cinco años. Estoy en la lona, ni para el colectivo tengo”, dice Norberto y muestra cuatro billetes arrugados, uno anaranjado de mil y tres violetas de cien, que atesora para abonar la vuelta a casa en González Catán. Un paquete de galletitas Mediatarde será su escuálido desayuno y almuerzo durante la espera frente a la ANDIS: “Tengo problemas respiratorios, le di una mano a una vecina en un incendio e inhalé monóxido de carbono. Casi me voy para el otro lado. Era obrero, no pude trabajar más, no tengo jubilación porque los patrones me cagaron los aportes. De pibe me la rebuscaba, pero ahora soy solo, nadie me ayuda, y encima el Gobierno nos deja solos. Mirá todos los que somos, todos igual. Milei no solo nos odia, también nos roba”.

El referente ultraconservador, aliado de Trump y defensor de la libre portación de armas Charlie Kirk fue asesinado el 10 de septiembre por un francotirador durante un acto en Orem, Utah (archivo LN).

Irrisorios 270 mil pesos dejó de cobrar María Inciarte el mes pasado. “Algo es algo, era el único ingreso que tenía. Tengo epilepsia, vivo sola, mis viejos murieron. Estoy con la soga al cuello si no me sale”, susurra la mujer de 44 años. Cuando le pregunto sobre el escándalo en la ANDIS, María levanta temperatura en la mañana helada: “A Spagnuolo, Milei y el ministro Lugones, perdón por la palabra, los mando a la puta que los parió. Se hacen ricos con los discapacitados, no tienen perdón de Dios. Son crueles, anoche vi en la televisión que un funcionario usó la palabra discapacitado como insulto”. 

Contra el abandono, la discriminación y la perfidia que sufren los “discas” pelea el activista Jonathan Yeferley. Cuatro años atrás, el muchacho de 42 pirulos tuvo una epifanía cuando leyó la Convención internacional sobre los derechos de las personas con discapacidad. “Me di cuenta de que no estaba loco, de que era un excluido. Me sumé a los movimientos sociales para intentar mejorar, sanar, curar, ayudar en la integración de los discas a la sociedad”, dice con firmeza “Jony de la Silla”, como lo apodan sus cumpas. 

De peleas ya estaba curtido. Jony nació con una enfermedad poco frecuente llamada osteocondromatosis múltiple, que lo dejó limitado en sus funciones motrices a los 18 años. Recuerda el hombre de rastas y rulitos: “En criollo, sobrehuesos en todas partes del cuerpo, que cuando tocan algún nervio me complican la vida y me generan mucho dolor. Como un dolor de muela permanente, me afectó la columna, me cortó la médula y quedé en silla de ruedas. Vivo en un conventillo de La Boca, donde crecí con mi vieja. Antes estuvimos en San Telmo y en la Isla Maciel. Vida sacrificada, de pelearla siempre”. 

Jony cuenta que lo marcó profundo la historia del piquetero Darío Santillán, asesinado en junio de 2002, junto a Maximiliano Kosteki, en la brutal represión policial en el Puente Avellaneda durante el gobierno del peronista Eduardo Duhalde, poco después del crac de la Alianza: “Lo mataron por la espalda para defender a un compañero. En el medio de una represión con balas de plomo, ese gesto de salvar al otro es lo que a mí me llevó a abrir la conciencia. Ayudé mucho a mis vecinos en la pandemia y ahora milito a full por los derechos de las personas con discapacidad”.

Indiferente y cruel. Así define el clima de época el conductor del streaming inclusivo Discasta: “Es que si sos disca, percibís el mundo en estado de emergencia continua. Los políticos se alejaron de las necesidades del pueblo en general, nadie llega a fin de mes, y los más humildes de esta sociedad estamos enterrados, excluidos, y eso genera odio, desinformación, ignorancia e individualismo. ¿Viste que en las últimas semanas se discutía mucho con la polémica entre las visiones de Homo Argentum y El Eternauta? Todo bien, pero los discas somos más División Palermo, ahí entramos en el debate”.

Cuando se discutió en el Congreso la Ley de Emergencia en Discapacidad, Jony estuvo al frente de las movilizaciones. En sus pupilas quedaron grabados los palazos y empujones que sufrieron sus compañeros discas y sus familiares: “Tenemos derecho a protestar, y somos cada vez más. Vinieron médicos del Garrahan, docentes, jubilados, esto supera la individualidad y el dolor es colectivo”. 

Jony debe comenzar con su streaming. Antes me cuenta que en redes a veces lo atacan por su militancia, pero él hace oídos sordos ante el odio: “No me gusta el odio, no me gusta putear, aunque los malos políticos y las malas personas se merezcan el mejor de nuestros insultos. Creo que siempre es mejor ser buena persona, hace años que me dedico a ser una buena persona, a no cagar a nadie, a ayudar a los demás, a dar buenos consejos. El odio no es nuevo, hace años que los excluidos somos sus víctimas”. 

 “La promoción o aceptación de la crueldad como una práctica y una retórica admisibles dentro del juego democrático es el último estadio de un largo proceso de desintegración y competencia por seguir bajando escalones en el plano de la calidad institucional democrática y del espacio público”, analiza por teléfono el sociólogo Ezequiel Ipar, investigador del Conicet y director del Laboratorio de Estudios sobre Democracia y Autoritarismos de la Universidad Nacional de San Martín (Unsam). “Si quienes ejercen los poderes públicos más importantes tienen mensajes agresivos, intimidatorios, evidentemente el llamado es a que la ciudadanía se amedrente, que le tenga miedo. Más que miedo, terror. Provocar terror es el objetivo estratégico de este tipo de discursos ejercidos por las máximas autoridades”. Doctor en Ciencias Sociales, el académico pesquisa desde 2011 las ideologías autoritarias “con el foco en el crecimiento de las ideologías antidemocráticas posteriores a la crisis de 2008, para tratar de entender cómo se configuran, cómo persisten y cuáles son sus dinámicas”. 

¿La crueldad y el odio se ejercen más sobre las minorías?

Sí, grupos históricamente relegados que lograron progresos en la segunda parte del siglo XX y la primera parte del XXI. Que lograron reconocimiento de derechos y dignidad básica, ahí hay un punto de reacción y revisión extremadamente conservadora. Avances que fueron de normativa, jurídicos y de moral, una sociedad más abierta en cuanta a la diversidad sexual, de género, la sensibilidad de integrar. Ahora son los apuntados y señalados como los responsables de los malestares sociales, las crisis, el mal funcionamiento del sistema. Y no son los responsables ni la causa. Es una operación ideológica, en el sentido del primitivo “chivo expiatorio”: mostrarlos como la causa del malestar y un objetivo de un odio social que se supone restaurador y promete la redención a través de su ejercicio. 

¿Es un odio que en la sociedad se alimenta de arriba hacia abajo y de abajo hacia arriba?

Hay circularidad. Antes de que apareciera el autoritarismo político, hablábamos de autoritarismo social, que muchas veces es efecto de la crisis económica y se crea en el sentido común de la población. Un autoritarismo que se despliega por abajo en las relaciones sociales subalternas, pero que en los últimos diez años se proyectó en la arena política. Apareció una oferta electoral que les empezó a hablar a estos sectores, se organizó y llegó al poder. No es nuevo, la semilla estaba más allá de los buenos resultados económicos o la reducción de la pobreza y la desigualdad. Hay algo que no funciona en el propio sistema económico, que estaba en crisis. Aspectos de la cultura neoliberal, la ética de la competitividad absoluta, esa ética estaba generando resentimientos que canalizaban el malestar en discursos autoritarios, punitivistas, xenófobos y racistas.

¿Las tecnologías digitales y las redes sociales son otro terreno donde se observan estos odios?

Sin dudas. Más allá de la crisis económica, como la de 2008, y del modo en que el ethos neoliberal habla de esa crisis, la otra causa del fenómeno autoritario de hoy es la modificación del espacio público a partir de la digitalización. Fijate que la irrupción de las redes sociales es casi contemporánea a la crisis de 2008. Teníamos malestar económico por la crisis financiera global y la recesión mundial, y en paralelo el crecimiento de tecnologías disruptivas en el plano de la comunicación. En un principio se decía que las redes venían a democratizar, a “dar voz”, un eslogan que tenía algo de cierto. Todos íbamos a ser autores de las noticias que consumíamos, no más público pasivo, podíamos visibilizar nuestros problemas más allá de los grandes medios. Pero lo que faltaba en esas consideraciones era el diseño de esa tecnología y la enorme concentración económica a la que estaban atados esos nuevos espacios públicos. Las personas estaban entrando a grandes empresas privadas que no facilitaban el espacio de expresión por caridad o buenas intenciones, sino para minar datos, movimientos, vender productos. En un momento, las empresas, más allá de la vigilancia, se dieron cuenta de que, para vender más publicidad, era necesario que los usuarios estén mucho más tiempo comprometidos con las redes. Los mensajes disruptivos, controversiales, violentos y de odio eran los que generaban engagement: te quedabas prendido, adherido a la red, más allá de que estés profundamente alterado por lo que ves o leés. Odio, violencia y discriminación que reditúan económicamente. Entre 2014 y 2016 hubo intentos por discutir esto, hay empleados de Facebook, ahora Meta, que denunciaron estos temas. Pero no cambió nada. No es mecánico, pero Trump ganó su primera elección en 2016, y se puede conectar el espacio público anterior y posterior a esta decisión de Meta de no hacer nada, de no frenar estos discursos. Sin dudas, la transformación en la comunicación digital es la otra gran causa del crecimiento de las ideologías autoritarias. 

Michel Houllebecq es lapidario. En su novela Aniquilación (2022), el veterano enfant terrible de las letras francesas escribe sin inmodestia que “internet solo servía para dos cosas: descargarse porno e insultar al prójimo sin riesgos”. Sí, ya sé, sirve para mucho más, ¿pero tenés alguna duda de que estas dos actividades se han convertido en las que mejor definen el quehacer cotidiano en el mundo virtual? Más allá del contenido “soft porn” que es partícula elemental de Instagram, TikTok y X; el maltrato, el desprecio y la violencia son las principales actividades de los seres humanos por la ampliación del campo de batalla en el universo digital. 

En carne propia sufrió los discursos de odio en las redes Carrie Bencardino. La joven artista visual trans no binarie presentó en agosto pasado El desentierro del diablo, una muestra individual en el Malba, después de años de curtir el under del arte contemporáneo. La propuesta quedó envuelta en una polémica por la autoría de una obra, luego de un posteo en Instagram de su colega Gustavo “Ciruelo” Cabral. Una “discusión” por procedimientos artísticos que terminó en linchamiento digital. 

Carrie Bencardino sufrió el hostigamiento vía redes sociales por una obra expuesta en el Malba. “Soy trans no binarie que habla con la e. Reunía todos los requisitos”.

En diálogo con ROLLING STONE, Bencardino repasa la génesis de su muestra: “El germen es el reconocimiento de una crisis de la imaginación, que viene de la mano del contexto opresivo, que mata la libido, el deseo, y la intromisión de las tecnologías en nuestro cotidiano, creo que se nos algoritmizó el cerebro, esos territorios que parecían ingobernables como el inconsciente y la imaginación están en un estado crítico”. En las obras que alimentan la muestra, la joven contraataca con la fantasía y la imaginación: “Imágenes de mis primeros sentires, que moldearon mi imaginario visual siendo adolescente, en forma desprejuiciada y poco académica, la forma más genuina de acercarte al arte. Imágenes del fantasy art, imágenes religiosas que me marcaron en mi crianza cristiana, de la cual me alejé, objetos que proponen varias patas conceptuales, como trascender la literalidad de la narrativa, ver la pintura más allá de lo que te cuenta superficialmente”. 

El mensaje de Ciruelo hablando del plagio de su obra “Dragon Caller” de 2005 fue una bola de nieve, mejor dicho, de odio. Explica Bencardino: “Cuando vi su posteo, que fue lo que desató el hostigamiento, ya sabía lo que iba a pasar, lo sentí como una sentencia. Amenazas, violencia, exposición mediática contra mi consentimiento. No es un plagio, la obra está avalada en procedimientos del arte contemporáneo desde hace siglos. Ese posteo no generó discusión sobre el arte, no es ingenuo, generó un ataque unidireccional contra mi identidad. Soy una persona trans no binarie que tiene el pelo naranja y habla con la ‘e’. En mi Instagram posteo contra el fascismo. No nos hagamos los boludos, reunía todos los requisitos para ser carne de cañón”. 

La avalancha de odio no frenó más. Hace un mes que Bencardino recibe amenazas en sus redes: “Creo que ese posteo canceló el diálogo, intercambiar ideas, llegar a un acuerdo. Ciruelo podría haberme escrito, podría haber contactado al museo. Si me hubiera dicho de buen modo que esa obra le genera dolor, no dudaría un segundo en tomar medidas. En vez de eso, eligió exponerme, sabiendo cómo funcionan las redes sociales, que se iba a llegar a un linchamiento virtual. Y me parece importante despersonalizar los ataques, porque siento que son mensajes que van más allá de mi persona. Son ataques contra el colectivo LGBTQ+, los transfeminismos, las diversidades. Ese es el asunto de fondo: el odio contra todo lo que se opone a la extrema derecha, el odio contra lo diferente a ellos”.

Postal militarizada del lejano oeste bonaerense. Carros de asalto, gendarmes armados hasta los dientes, policías montados. Así luce el barrio Villa Trujui, en la tarde en que La Libertad Avanza cierra su campaña rumbo a las elecciones legislativas de la provincia de Buenos Aires. El dispositivo de seguridad acogota al Club Villa Ángela, en el suburbio del suburbio de Moreno. Al caer la noche, subirá al escenario el Presidente. Está custodiado por una tropa generosa luego del ataque con piedras y brócoli que sufrió poco antes en una caravana por Lomas de Zamora. La violencia política volvió a la agenda y embarra la cancha.

Embarrada también está la canchita del club barrial luego de un aguacero. El predio no muestra un lleno ejemplar. En el campo vip se puede caminar con libertad, libertad, libertad. Carajo, a vista de pájaro, desde los dos helicópteros de la Policía Federal que sobrevuelan el predio puede verse que la convocatoria no cubre ni la mitad del campo de juego.

Es un secreto a voces que los punteros libertarios comandados por el armador Sebastián Pareja pagaron micros, prometieron 20 mil pesos por cabeza y preciados bolsones de comida. Postales de la nueva vieja política. “Me parece mal todo lo que hace el Gobierno, pero mis hijos tienen que comer y acá estamos. Vengo por el bolsón de mercadería, no le creo nada a Milei y a ningún político”, cuenta María, una joven vecina de Cuartel V, desde el sector popular del campo de juego. En tiempos difíciles para la economía de los sectores postergados, la necesidad tiene cara de hereje.

Suena oportuno el “Píntalo de negro” de los Rolling Stones desde los parlantes del escenario. La hinchada violeta desata una batalla de los bombos y un par de baladas tristes de trompetas en la popular. Parece un acto de los rivales peronistas. Eli es fiel del puntero Ramón “Nene” Vera, hombre fuerte del armador Pareja en los pagos de Moreno. Dice que no siente miedo ante las denuncias de posibles ataques al acto libertario por parte de militantes del PJ: “No pasó nada al final. Estaban los tirapiedras kukas en la puerta con una bandera de Palestina, pero llegamos igual. Es la batalla del Javo, vamos a meterle el último clavo al cajón del kirchnerismo. La casta tiene miedo”. Agrega que los libertarios son gente de bien, más pacifistas que la Madre Teresa. Desde las pantallas del escenario se proyectan imágenes con la consigna de la CONADEP resignificada como Kirchnerismo Nunca Más.

Con su amarillenta banderita de Gadsden de la serpiente cascabel atada al cuello, Agustín alienta a los candidatos liberales. Cuenta que es estudiante de Ciencia Política y que vino desde Berisso. “Hay olor a kircho”, me dicen con tono de barras bravas los militantes que lo acompañan. Odian lo suficiente a los periodistas. Desde las primeras filas emerge la cabeza rapada del candidato José Luis Espert, adalid del discurso punitivo “cárcel o bala”. Por el escenario desfilan otros aspirantes libertarios. Pasa el excomisario Maximiliano Bondarenko saltando como animador de TV y entonando la Marcha de San Lorenzo. El espectáculo no afloja con el armador Pareja y su soliloquio sobre la “droga kirchnerista”. Milei llega al escenario a los empujones desde el campo. Suena en loop cansador el “Panic show” de La Renga. El “León” desata su furia sobre las tablas. Hace su gracia. Los groupies deliran. Toma la palabra por asalto y dispara contra los kukas, el populismo, las operetas y muchos demonios más. Luego llama a votar el domingo, a pintar de violeta la provincia. Las urnas hablarán (y dirán otra cosa). A mitad de su discurso, el público deja en masa la canchita embarrada. Bajo el manto frío de la velada en Moreno, quedan solo los más fieles: las fuerzas del cielo. Ejércitos de esta noche mileísta.

La charla con Diego Recalde cambia de horario. La agenda del cineasta, guionista y escritor referente de las ideas liberales es apretada. La batalla cultural contra el progresismo woke no da respiro, mucho menos luego de la derrota que sufrió La Libertad Avanza en las elecciones bonaerenses. Ahora los cañones apuntan a los comicios nacionales de octubre.Mato el tiempo de la espera scrolleando y scrolleando en ese campo de guerra virtual llamado social media. Videos, memes, fotos, palabras, discursos que pueden dejarte al borde de un ataque de nervios. Suena Slayer como banda de sonido: Dios nos odia a todos.  

Recalde es reconocido por haber dirigido y escrito largometrajes independientes como Tenemos un problema, Ernesto, la saga Víctimas de Tangalanga, King Perón y El periodista, en los que critica a la sociedad desde la sátira. Fiel defensor de las políticas mileístas, es vocero de la Fundación Faro, el think tank conservador de derechas que dirige el politólogo conferencista Agustín Laje. “Soy un librepensador, un lobo solitario”, se presenta el autor del libro Relato roto. Escenas de peronismo explícito. 

¿Cómo ves el presente argentino?

Parafraseando a Borges, se me ocurre un título para tu artículo, “El odio, el mismo”. Pensaba que había visto todo en términos de narcisismo psicológico, pero si alguien representa el amor y el odio es el otro, está para el Borda o el Moyano, dependiendo de la autopercepción. El infierno a veces es uno mismo, y proyecta. El otro día escuché a un hombre que acusaba a otro de misántropo, el odio a la gente, y ese mismo tipo estaba militando a alguien que le robó a la gente. Si alguien les robó a los pobres, odia a la gente de verdad. Hay que diferenciar el hecho de una palabra que viene cargada de una connotación negativa.

¿Te referís a los discursos de odio?

Creo que una cosa es el hecho y otra cosa es la palabra. El hecho a mí me cuenta el odio real. Te pongo un ejemplo llano: cuando manejás, seguro alguna vez puteaste o dijiste “te voy a matar” en un momento de locura o porque fantaseaste con matar a otro conductor, pero nada de eso sucedió. Hay que diferenciar la palabra del hecho. A veces es una mera descarga, algo que señala Freud como monto de afecto. Quizá tuviste un mal día y descargás. 

¿Y qué pensás de los discursos que desean la muerte o que usan “discapacitado” como insulto?

Es una violencia inofensiva. Tenemos que separar las cosas que uno dice, por ejemplo, en un lugar como Twitter, donde se invita a expresarse de esa manera. A mí todo el tiempo me amenazan de muerte, pero nadie vino a mi casa a apuntarme y matarme. Sé que es parte del juego tuitero. Y es como una catarsis, un espacio que da esa posibilidad real de catarsis. ¿Alguna vez soñaste que matabas a tu jefe?

La verdad que no. 

Bueno, es un sueño común, como el sueño de apuñalar a alguien, pero no lo hacés en la vida real, y funciona como catarsis, y lo bueno de los sueños es que lo que yo hago ahí no tiene consecuencias en lo real, el peligro es lo otro. Hay idiomas que se hablan en un lugar como las redes, y si se sacan de ahí pueden parecer chocantes, pero en ese espacio es absolutamente natural usar esos términos. Igual yo no lo hago y tengo 55 años.

¿Entonces para vos esos discursos de odio en redes no tienen consecuencias fuera del espacio virtual?

No creo que eso genere que la gente salga a matar. Si no, tendríamos muertos todos los días. Es catártico, no lo hacés. Y la historia de la Argentina me está contando eso, es mucho más lo que se dice que lo que se hace. Ahora bien, cuando pasás al hecho sí hay un problema, un daño concreto. La palabra no daña, la palabra “piedra” no lastima, la piedra concreta, sí, porque vas a generar un muerto, y la Justicia sí tiene que ponerte preso, porque eso es un asesinato.

Como en las escenas que se vieron durante la pasada campaña electoral en Lomas de Zamora.

Las personas que tiran piedras siempre tiraron piedras. El peronismo es un partido golpista y violento, y de su parte vas a encontrar siempre mucha violencia. Lo que hacen es una consecuencia lógica de un partido que alienta eso. Y no me quiero ir a los años 1973-1976, me remito a lo que pasó en 2001, donde un grupo se asoció con otros y dieron un golpe violento, porque De la Rúa fue derrocado con un pacto entre Alfonsín y Duhalde, que fue denunciado, vayan a las hemerotecas, no se me ocurre a mí. La policía que estuvo en Moreno está bien que esté, porque del otro lado hay un movimiento violento que tiene una historia larga de violencia desde que nació. El tipo que tira piedras al presidente tiene que estar preso por intento de magnicidio. Igual que lo que le pasó a Cristina. Tienen que estar presos y punto, somos hijos del rigor. 

¿No te parece que el Presidente legitima la violencia o los discursos de odio?

Mirá, me acuerdo de lo que pasó en el Combate de San Lorenzo, y uno tiene en la cabeza las palabras del sargento Cabral: “Muero contento, hemos batido al enemigo”, y no dijo eso. Primero, lo dijo en guaraní, y segundo dijo algo más interesante: “Muero contento, hemos cagado a estos mierdas”. La Historia nos cuenta que la patria se hace con puteadas, no es discurso de odio, y está bien putear, en ese caso al esclavista. Y lo que está haciendo Milei es combatir al esclavista, y no hay esclavista mayor que el Estado, que te exprime con impuestos para mantener un sistema parasitario, bobo y corrupto. Milei corta estas cadenas puteando, porque con los buenos modales nos fue mal.  

¿Y qué les dirías a los jubilados, a los discapacitados, a los docentes, a las minorías que la están pasando mal y se sienten atacados por el presidente?

La gente la sigue pasando mal. En 2023, el salario mínimo era de 130 dólares y las jubilaciones de 80. Si tenías esos salarios, no querías a las mujeres, no querías a los gays. Me importan los hechos. Esa es violencia de verdad, el resto son solo palabras. 

Corto el llamado y entro de nuevo al valle de lágrimas de las redes. Noticia de último momento: el activista ultraconservador Charlie Kirk fue asesinado en Estados Unidos. Al baluarte de las juventudes trumpistas y paladín proarmas le disparó un francotirador mientras dictaba una conferencia en una universidad. Son tiempos extraños y salvajes. Slayer escupe un réquiem desde los parlantes: Llueve sangre. 

Sangre, sudor y lágrimas le costó a Marlene Spesso conseguir la vacante en una escuela para su hijo. Es la mamá de Ian Moche, el niño de 12 años que divulga los derechos de las personas con autismo: “Siempre cuento que mi activismo empezó cuando fui a anotar a Ian en primer grado en una escuela pública. Terminé de llenar la matrícula y le dije al director que mi hijo era autista. Entonces me sacó la planilla. Yo le dije de todo. El tema es que me la devuelve con rabia y dice: ‘Te lo anoto porque es una persona’. Ese día me di cuenta, era lo que iba a recibir todo el tiempo, mato o educo. Hay mucha desinformación, los gobiernos ponen a gente que está poco capacitada en las áreas de discapacidad, hay poca empatía y reina la crueldad. Acá nos tenés, educando”. 

El presidente Milei posteó una agresión dirigida a Ian Moche, un niño de 12 años con autismo; la familia del menor demandó al mandatario, que al defenderse reivindicó sus dichos, calificó a Ian como “activista” y rechazó la “cultura
de la cancelación” (archivo LN).

Ian y Marlene llevan cuatro años de activismo. Su labor ganó más visibilidad en el último tiempo, en el marco de las luchas por los derechos de las personas con discapacidad y la estigmatización de parte de funcionarios del Gobierno. Hace algunas semanas, el presidente Milei compartió un posteo en X con un comentario agresivo que involucraba al niño. El hecho fue llevado a la Justicia, que por el momento se pronunció a favor del mandatario, con argumentos en defensa de la libertad de expresión, la misma que fue vulnerada para intentar frenar la difusión de audios ligados al escándalo en la ANDIS. La familia de Moche presentó una apelación.

“Lo que me dicen en las redes, todos esos ataques, es parecido a lo que me han dicho en las escuelas, o en la ANDIS cuando tuvimos la entrevista con Spagnuolo. Recibimos todo tipo de bastardeo emocional”, subraya Marlene. “Vivimos tiempos crueles, con la violencia institucionalizada por el Presidente que se autopercibe cruel. Que permite el odio, que lo incita. Que festeja si alguien postea una foto de un niño con la frase ‘la tenés adentro autista boludo’”. 

Marlene siente que el odio permeó profundo en nuestra sociedad, pero no baja los brazos. Dice que hay que dejarlo atrás. Muchos piensan que Ian y su mamá son unos soñadores, pero no son los únicos: “Vamos a seguir dando charlas, educando. Convirtiendo el dolor en amor, y el amor en acción”.

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