Leah Forester: vivir como la mayor obra de arte
En el mundo de Leah Forester, la vida no es una secuencia de momentos, sino una obra de arte en constante construcción. Desde sus inicios en la vibrante escena de la moda neoyorquina de los años 90, hasta la creación de Casa La Huerta en Careyes, cada paso de su camino ha estado guiado por una misma premisa: vivir con una visión creativa tan clara como libre, donde el arte, el diseño y la experiencia sensorial se entrelazan.
Forester aprendió de cerca de mujeres intrépidas que lograron conjugar una vida profesional poderosa con una vida familiar y social plena. De ellas heredó la certeza de que el mayor proyecto artístico es la propia existencia.
“Algunas de las mejores colaboraciones que he tenido han sido trabajando con algunos de los modelos con los que he trabajado. He tenido el privilegio de trabajar con Carolyn Murphy, Kirsty Hume, Cindy Crawford y otras increíbles mujeres detrás de cámaras. Hay una lista muy larga. Incluso celebridades como Sharon Stone o Julia Roberts. Hay mujeres que realmente saben cómo ponerlo en marcha y ser espontáneas frente a la cámara, tener confianza. Esas son grandes lecciones que son separadas del trabajo en sí mismo, pero son algunas de las más importantes lecciones con las que me quedo. Ver a la gente ser genial en lo que hacen”, comenta.
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“Nuestra vida es realmente nuestra mayor obra de arte”, afirma. Ese principio la llevó a transitar con naturalidad de la moda editorial a la creación de entornos inmersivos. Para Leah Forester, Burning Man no fue solo un festival, sino una revelación creativa.
Allí descubrió el poder de las experiencias efímeras, de esos escenarios imposibles levantados en medio de condiciones extremas que, sin embargo, lograban desatar una magia inigualable. En el desierto, rodeada de instalaciones visionarias, música en vivo y comunidades improvisadas, entendió que el arte podía ser algo que se vive con todos los sentidos y que la conexión humana podía ser tan poderosa como cualquier obra física. Esa energía se convirtió en una brújula para su trabajo posterior: crear momentos que sorprendan, que transformen, que no se olviden.

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“Nuestra vida es realmente nuestra mayor obra de arte”, afirma. Ese principio la llevó a transitar con naturalidad de la moda editorial a la creación de entornos inmersivos, primero en su loft de Venice Beach y más tarde en Careyes, donde encontró el lienzo definitivo para su imaginación.
“Fui a Careyes por primera vez en 1999, y cuando fui, tuve un muy claro sentido de que, un día, realmente quería tener una casa allí. Era uno de esos [momentos]: “No sé qué es este lugar. No hay nada como esto. Definitivamente, tiene que ser un capítulo en mi vida. Y tomó 20 años. Regresé muchas veces durante los años. Hice amigos. Empecé a crear una comunidad allí, con amigos desde hace años. Y luego, esta casa quedó disponible”, cuenta.
Casa La Huerta no es simplemente una villa: es un microcosmos donde cada detalle está pensado para transportar al visitante. Desde el incienso y la campana musical que dan la bienvenida, hasta la curaduría de arte visionario que convive en sus paredes y jardines con piezas de Alex Grey, Taylor-Kuffner y creadores ligados al espíritu de Burning Man, el lugar encarna la estética y filosofía de Forester: interactiva, sensorial, experimental.
“Realmente es una extensión de la pasión personal de mí y mi marido, lo que realmente amamos. No hay una razón específica y todo es muy diferente pero, de alguna manera, todo encaja. Realmente es arte visionario –y eso puede significar muchas cosas. Es visionario, es experimental, son cosas que puedes tocar, escuchar o sentir. Es interactivo, de alguna manera.

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Muchos de los artistas, como Alex Grey, son amigos muy queridos de nosotros. Con él, trabajamos en esa escultura de bronce por muchos años, antes de que finalmente terminara. También, la escultura de luz que está en la entrada, esos son amigos queridos de nosotros. Muchos de estos artistas son personas que vimos en Burning Man y tuvimos una increíble experiencia en su instalación. La experiencia vivió con nosotros y queríamos hacer eso parte de nuestra vida. Queríamos recordar todo el tiempo lo que es encontrar estas increíbles esculturas de arte, y poder tocarlas, subirte en ellas, además de reírnos y divertirnos con nuestros amigos en el desierto…”, comenta.
Entonces, a través de esas experiencias colaborativas, muchos de estos artistas se han convertido en nuestros amigos muy queridos. Además de tener la obra de arte, hemos obtenido realmente amistades maravillosas por medio de estas colaboraciones.
El proceso de transformación de la casa, en plena pandemia, fue un ejercicio de dedicación total. Con su co-diseñadora Raven Kauffman y un equipo de 200 artesanos, Forester supervisó cada rincón, cada ángulo de luz, cada textura. La meta no era solo renovar, sino que las adiciones parecieran parte del espíritu original de la construcción. El resultado es un espacio que respira magia y autenticidad.

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En Casa La Huerta, el arte no es un elemento decorativo sino un lenguaje vivo. Muchas obras llegaron a través de lazos personales forjados en experiencias colaborativas; otras son recuerdos tangibles de momentos irrepetibles. “Queríamos recordar todo el tiempo lo que es encontrar esculturas que puedas tocar, subirte en ellas y reírte con amigos en el desierto”, dice sobre las piezas nacidas de la cultura de Burning Man.
Careyes, con su herencia surrealista, es el marco perfecto para este universo. Aquí, la libertad de expresión y la diversidad son norma, y Forester ha encontrado una comunidad que celebra cualquier visión nueva que ella aporte. “Es como si todas las ovejas negras del mundo nos uniéramos en un lugar y creáramos esta familia muy extraña”, comenta con una sonrisa.
“Careyes fue concebido como un arte experimental y surrealista. Incluso, si miras el logo de Careyes, el punto de exclamación de la pregunta, es muy surrealista. Y Gian Franco Brignone fue un surrealista de corazón. Crear esta comunidad fue el trabajo de su vida, un increíble trabajo de arte desde una perspectiva muy surrealista y cerebral. Entonces,no creo que haya otra comunidad en el mundo en donde La Huerta encajaría como lo hace. Este es el lugar donde el pequeño sueño surrealista pertenece, porque la comunidad es tan única”, agrega Forester.
La autenticidad, insiste, es su brújula creativa. No diseña pensando en la aprobación ajena: “Los que lo entienden, lo aman. Los que no, está bien. Hay espacio para todos”. Esa filosofía se refleja tanto en instalaciones como en proyectos más pequeños pero igualmente significativos: desde ponchos y collares con luz hasta una colaboración con la perfumería oaxaqueña Relato Nativo para crear la fragancia La Huerta, con notas de copal y ámbar.
Quizá uno de los símbolos más potentes de su visión sea la piscina de serpientes, concebida a partir de una imagen mental que tuvo al mirar el espacio desde lo alto. Inspirada en joyería Bvlgari de los 60 y realizada con mosaicos diseñados al detalle, la pieza combina artesanía, historia y una carga simbólica profunda, demostrando cómo Forester convierte impulsos creativos en obras fuera de lo común.

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Siempre estuve enamorada de un anillo que mi madre tenía cuando era niña, era un anillo Bulgari, el clásico anillo de la serpiente. Hablamos de ellos e hicimos una investigación sobre las piezas de época Bvlgari con la serpiente. Encontramos una fotografía muy famosa de un modelo en un collar que se mueve y está esmaltado completamente. Es esmaltado con oro, negro y crema esmaltado con oro y ojos enjoyados. Es una pintura asombrosa de los 60. Aquí es donde dijimos, “Okey, así podría ser: escamas esmaltadas. Esa sería una manera de realmente tomar esta idea y ser extremadamente elegantes y refinados. Ahora, tenemos que encontrar un artesano que pueda hacer esto, que pueda ver nuestra visión y nos pueda ayudar”, comenta.
Su objetivo final para cada visitante es claro: provocar una transformación interior. “Espero que se sientan transportados a un lugar donde cualquier cosa es posible, que no solo fueron a un lugar geográfico, sino a un nuevo lugar dentro de ellos mismos”, explica.
En Casa La Huerta, Leah Forester ha logrado algo más que un destino de lujo: ha construido un santuario donde el arte, la naturaleza y la experiencia se funden, recordándonos que, con la mirada adecuada, se puede vivir en una obra maestra.