Kchiporros presenta su nuevo álbum, ‘Todo el mundo está kaliente!’: “Se siente que las cosas están picantes”
“Va a bailar toda la raza, ¡toda la raza!, va a rugir como un león, ¡desde Asunción!”, cantan los Kchiporros en “La hora PY”, tema que abre Todo el mundo está kaliente!, su flamante álbum, producido por el regiomontano Toy Selectah, exintegrante de la banda mexicana de hip-hop Control Machete. La canción (que no solo incorpora a “la raza”, sino que menciona el mezcal) une la jerga del país azteca con el imaginario paraguayo, pero no hay nada impostado en esas referencias. Es que México estuvo en el norte del grupo casi desde el inicio. “¿Desde dónde cantamos? ¿Quiénes somos? ¿Cómo llegamos acá? ¿Cuál es nuestra poética? ¿Cuál es el discurso? ¿Cuáles fueron los misterios y coincidencias que hacen que nos encontremos con el superpoder de hacer bailar a la gente?”, se interroga Roberto Ruiz Díaz, “Chirola”, vocalista y letrista del grupo. “La antibanda de rock empezó en 2006 y pretendía sublimar, jugar, pasar el tiempo cuando tener una banda parecía imposible”, evoca en su relato.
El encuentro con Martín “Moska” Lorenzo y Mariano Franceschelli, de Los Auténticos Decadentes, que produjeron el álbum debut de Kchiporros, Guaraní Cool (2007, un título que proponía un ejercicio de regionalismo crítico, combinando lo local con lo global), fue providencial y clarificador para el grupo. “Ellos estaban cumpliendo 20 años como grupo. O sea, estaban en nuestra situación hoy. Y tenían mucho para contarnos. Venían del futuro y podían contarnos lo que nos podía pasar si hacíamos esto o aquello. Además, nos dieron un norte importantísimo. Justamente, el de la mirada al Norte. Ellos nos sugirieron ir a México, pero también concentrarnos en las canciones más allá de los géneros, porque todavía estaba mal visto para una banda de rock coquetear con la cumbia o la música tropical. Y, sin embargo, nosotros, con una suerte de coincidencia adquirimos ese superpoder: hacer bailar a la gente”, dice Chirola. La banda, que además expandió el alcance de su música girando por varias ciudades de Europa, se completa con Julio Troche (guitarra y voces), Fernando Peyrat (batería), Rodrigo Ojeda (guitarra y voces), Edgar Aquino (bajo), Diego Mieres (teclados), Yoni López (saxo) y Rudy González (trombón).
2013 fue una bisagra en la historia del grupo. “Empezamos a mirar a México y otros países, y nos cambió un poco la ficha. ¿Qué queremos hacer? ¿Ser una banda fiestera toda la vida? Yo no le veía realmente continuidad a eso. Sentía que faltaba algo, una chispa de conexión, no solo rítmica sino también poética. Así que nos conectamos, viajamos, aprendimos y miramos tratando de entender quiénes éramos dentro del continente. Nos dimos cuenta de que éramos una rareza en el continente, que somos un país históricamente aplastado entre Argentina y Brasil, pero con una fuerza cultural enorme. Y con un legado, también, a veces muy rico, a veces trágico, a veces hermoso y desde ese lugar, hablando de la misma lengua, queríamos expresar un poco cómo se sentía viajar, cómo es un latino viajando por toda América. Y uno de nuestros primeros destinos fue México. Empezamos a construir nuestra carrera allá, pero también volvimos con información y nos dimos cuenta de cuáles eran nuestros propios elementos”.
El grupo lanzó su tercer álbum, Sr. Pombero, producido por El Chávez (alter ego del argentino Matías Méndez), que se volvería uno de los pilares de su discografía. “Es una mirada guaranítica, desde Asunción del Paraguay hacia el resto del continente. Y es el primer álbum en el que empezamos a coquetear con eso: no solo hacer bailar, sino también emocionar, pensar”.
Si Sr. Pombero se transformó en un álbum indispensable en el derrotero artístico de Kchiporros, Todo el mundo está kaliente! tiene argumentos sólidos para convertirse en un mojón importante. “Escuchamos Control Machete desde que somos chicos, y acercarnos a Toy [Selectah] era un sueño, porque es un representante enorme de la música mexicana. Sentíamos que íbamos a conectar porque él es un gran explorador de géneros”, argumenta Chirola.

El primer encuentro entre el productor y el manager del grupo ocurrió en el Bomm (Bogotá Music Market) de 2023. Una vez que decidieron trabajar con el mexicano, la principal complicación fueron los viajes. “Toy vino acá, estuvo como diez días en Asunción, y aunque estuvimos bastante encerrados trabajando en el estudio, le hicimos probar chipa y chipa guazú, conoció El Bolsi, y lo llevamos San Bernardino y también a conocer las cataratas del Iguazú”, cuenta Chirola.
¿Qué fue lo que más les impactó de Toy en su rol de productor?
Él es un estudioso y también un coleccionista. En su estudio hay discos de vinilo, casetes, CD, y todo funciona. Entonces, esa experiencia fue riquísima. De repente, estábamos grabando un tema y decíamos: “Esto me suena a tal cosa”. Parábamos todo y él decía: “Investiguemos”. Entrábamos a YouTube, a Wikipedia, y a su discoteca. Si usábamos un sample, lo poníamos en contexto. Entendíamos de dónde venía cada sonido. Si tal sample suena así es porque viene de Brooklyn, y si era de finales de los 90, lo poníamos en contexto. Para este disco armamos nuestra propia playlist inspiracional del álbum, que va desde los 80 hasta 2025.
¿Habían trabajado con alguien tan melómano como Toy?
La verdad que no. Más que melómano, es muy generoso, a nivel intelectual y artístico. Porque todos los otros anteriores fueron muy enriquecedores. Nos tocó trabajar con productores que nos desafiaban. Es muy enriquecedor cuando alguien te dice: “Está buena la canción, pero le falta un estribillo, ¡traé eso!”. Y si no está listo, te incita a seguir buscando. Nosotros sentimos que, aunque pasaron 20 años, todavía estamos aprendiendo. Tenemos el potencial para ir mucho más lejos. Somos los representantes, o la punta de lanza, de una comunidad artística, porque este álbum es más que canciones: está integrado por un montón de gente. Traemos en nuestra mochila toda la escena gráfica y audiovisual de nuestro país.
“De rodilla a Caacupé, rogando a Guadalupe, rezándole a Luján, que ahuyente todo mal”, canta Chirola en “Sudamerikal”, una de las canciones más llamativas del nuevo álbum, en combinación con el grupo argentino Gauchito Club. Es el retrato de un sitio imaginario, construido con Macondo –el pueblo en el que el colombiano Gabriel García Márquez ambientó su célebre novela Cien años de soledad– como inspiración. “Esa canción lo que se propone narrar es que venimos de la Asunción, venimos de Paraguay, pero tampoco es que haya tanta diferencia entre esta imagen y el resto de Latinoamérica. Y dentro de eso, también contar lo que está roto, lo que falta, lo que cuesta, que también es parte de la narrativa. Sobre todo narrar un paraguayo mágico, místico, tener la oportunidad de doblar el lenguaje y de jugar un poco con el guaraní si hace falta, de una manera elegante. Pero, sobre todo, de no tener miedo a contar las cosas como las sentimos, desde nuestro lugar”, reflexiona Chirola. El cantante también destaca el aporte del formoseño Lucas We, director de arte y responsable de la gráfica del grupo desde Sr. Pombero: “Su trabajo es alucinante y nos ayudó a representar ese imaginario desde las visuales”.
Aunque incorporaron el color local y los guiños a la cultura ancestral desde sus inicios, los integrantes del grupo no hablan guaraní. La conexión con las raíces tiene que ver con una postura política y estética comparable con el rescate del euskera de Fermin Muguruza y los artistas del punk radical vasco o la búsqueda identitaria de los mexicanos Café Tacvba en los 90. “Todavía seguimos descubriendo qué significa ser paraguayos”, lanza Chirola. “Desde Asunción empezamos a salir a otras ciudades y se nos abrió un nuevo Paraguay. La intención siempre fue encontrar eso que nos hace únicos y abrazarlo. No somos una banda de folclore, pero entendemos cuáles son los símbolos folclóricos que nos hacen únicos y los llevamos a todos lados”.
Incluída en Siente el movimiento (2014), “Los ojos rojos” es una canción crucial para su narrativa. “Empieza a contar esa cosa mestiza que todavía estamos tratando de comprender, que llora como sauce en el centro de Asunción, el árbol más característico de nuestro país y con un lugar muy importante en el imaginario del folclore. Es una canción importantísima, que anticipa o conecta con ‘Sudamerikal’, y que hasta ahora nos trajo un montón de alegrías. No solamente es un himno de la banda, también fue remixada por Skrillex y Bad Bunny puso el tema durante un show”.
No es casual que el álbum se llame Todo el mundo está kaliente!: “Aplica tanto a las noticias como al medioambiente. Se siente que las cosas están picantes: la polarización de las ideas, la cercanía de una guerra nuclear, el cambio climático. Nos afecta porque somos ciudadanos globales, porque todos estamos en la misma conversación y los cambios hay que hacerlos ahora. Pero mi respuesta a eso es que cuando todo parece perdido lo que nos queda es la resistencia artística y emotiva. Este cúmulo de canciones es esa resistencia artística: una invitación a reconectarse con esos sentimientos. Estamos embarcados en el mismo planeta que puede explotar en cualquier momento. Y si eso ocurre, yo espero que nos encuentre bailando”.