Happy Gilmore 2: El polémico hermano golfista de Adam Sandler vuelve a escena
En la pista, era un jugador duro al que le habrían venido bien unas cuantas clases de patinaje. Sin embargo, en el green, el letal golpe de Happy Gilmore le ayudó a conseguir golpes que habrían hecho gritar de frustración a Mike Austin. La pérdida que recibió el hockey se convirtió en una ganancia para el golf y el dominio de Gilmore en el circuito del campeonato le dio a la PGA una inyección de energía rock & roll en su estirado y blanco trasero. Ni siquiera los furiosos puños de Bob Barker pudieron frenar el ascenso de Happy hasta convertirse en una leyenda del deporte. Consiguió la chaqueta dorada, a la chica, sacó a su abuela de esa residencia de ancianos. Ese era el fin de la historia.
No hace falta decir que Happy Gilmore (1996), se considera un clásico de la comedia moderna, ni tampoco que es el éxito que hizo que Adam Sandler pasase de ser un tipo gracioso en SNL a una estrella del cine en toda regla. Probablemente puedas citar grandes fragmentos de la película, sobre todo si eres un golfista de cierta edad. Y aunque Sandler ya ha hecho secuelas antes, la idea de que volviera a traer al bebedor de cerveza, firmante de pechos y el chico malo de los campos de golf, era un poco descabellada. Solo un hada madrina, o posiblemente la plataforma de streaming con el que Sandler ya tenía un acuerdo muy lucrativo, podrían ser los únicos capaces de conceder ese deseo.
¡Boom! Solo han hecho falta unos 30 años, pero: ¡deseo concedido! Happy Gilmore 2 nos pone al día sobre lo que ha estado haciendo nuestro protagonista desde la última vez que lo vimos, que es más o menos lo que cabría esperar: conseguir grandes patrocinios, disfrutar de su estatus de dios y formar una familia —cuatro hijos revoltosos que han heredado el don de su padre para la violencia y los chistes verdes, y una hija (Sunny Sandler)— con su esposa, la exdirectora de relaciones públicas del circuito profesional Virginia Venit (Julie Bowen). Todo era maravilloso, hasta que la tragedia se cebó con él durante un partido. Fue entonces cuando Gilmore se derrumbó, lo perdió todo y se convirtió en un alcohólico empedernido, fabricando petacas con cualquier cosa, desde pepinos hasta relojes de cuco. Solo era feliz de nombre.
Afortunadamente, Gilmore ingresa en rehabilitación, sin darle importancia a que su grupo esté dirigido por el mismo canalla que mandaba en la residencia de su abuela. (¡Hola, Ben Stiller!) Happy está decidido a recuperar su estilo. Finalmente, supera el trauma que ahora asocia con el deporte que lo convirtió en rey y vuelve a coger los palos. Las cosas empiezan a mejorar.
Excepto que hay un imbécil llamado Frank Manatee (Benny Safdie, vestido como si todavía estuviera interpretando a su personaje de The Curse). Él vio a Gilmore llevar esa energía caótica al golf cuando era niño. Eso lo inspiró a crear una liga competidora llamada Maxi, que se asemeja a una mezcla entre American Gladiator, la XFL original y una resaca de Four Loko. Manatee quiere que Gilmore se una. Happy lo lanza al tanque de langostas de un supermercado. (Para que conste, esa es la forma que Gilmore tiene de decir: “Gracias, pero debo rechazar su generosa oferta. ¡Que tenga un buen día!”).
A pesar de todo, Maxi se convierte en algo tan importante que amenaza con acabar con la mismísima PGA. Happy debe reunir a lo más destacado de los MVP del golf contemporáneo para enfrentarse a los diversos jugadores mediáticos, incluido un dinamo modificado quirúrgicamente (Haley Joel Osment), con el fin de mantener la integridad del deporte. Incluso Shooter McGavin (Dios te bendiga, Christopher McDonald), que lleva internado desde que perdió la cabeza tras la victoria de Gilmore hace décadas, se suma a la acción.
Esa es la historia. Lo cual, naturalmente, no es más que una excusa conveniente para que Sandler y su guionista habitual, Tim Herlihy, incluyan un montón de gags repetidos, referencias ocultas a la película original y un sinfín de cameos de famosos. Como es habitual, aparecen prácticamente todos los miembros de la familia Sandler, junto con los amigos y colegas de toda la vida del cómico. La banda sonora es puro rock clásico y Jock Jams 101. Todo el mundo quiere ver al Sandman recuperar el peor comportamiento de su icónico personaje, y aunque esté suavizado con un poco de sentimentalismo paternal, el número de locuras cometidas por Gilmore sigue siendo extenso. En cuanto a Jack Nicklaus haciendo una broma sobre Arnold Palmer a Travis Kelce, Bad Bunny atrapando una pelota de béisbol a toda velocidad con la boca, Steve Buscemi orinando en un buzón, Margaret Qualley haciendo un split en una trampa de arena y Eminem siendo atacado por depredadores locos del pantano, eso son solo algunos extras.
La regla general para las secuelas es: darles lo mismo, pero diferente. Happy Gilmore 2 se adhiere a este concepto a la perfección, al tiempo que ofrece suficiente fanservice descarado como para ahogar a un caimán tuerto (Descansa en paz, Morris). Créenos, tu chiste favorito, tu frase favorita y tu personaje favorito tendrán su momento de gloria, de una forma u otra. Una pelea en un cementerio sirve también como homenaje a todos los miembros del reparto original que han fallecido entre 1996 y hoy, incluidos Barker, Frances “La abuela” Bay, Joe “El imbécil” Flaherty, Carl Weathers y el mencionado reptil dentudo. La película termina igual que la primera entrega, con el tema ‘Tuesday’s Gone’ de Lynyrd Skynyrd a todo volumen. No es un spoiler, es simplemente algo inevitable. La producción funciona mejor de lo que cabría esperar en su totalidad, en parte porque la nostalgia es un narcótico muy potente y en parte porque no se puede subestimar el puro placer de ver cómo le dan a la gente repetidamente en los testículos con pelotas. Hasta que tengamos una secuela de Billy Madison, esto nos vale.