Flu Os, el dúo que trasciende géneros y apellidos: “Cuando éramos pibes nos considerábamos más raperos que músicos”

Benicio y Ángelo Mutti Spinetta están en la búsqueda constante. Flu Os, el dúo que forman desde 2017, logró trascender el trap rígido y urgente de su momento inicial para despojarse de etiquetas y así llegar a Punto J, su álbum debut de finales de 2024. Ese viaje de músicos que se inició como un juego intuitivo y natural los obligó a atravesar una época de dudas, autodescubrimiento y aprendizaje. Hoy, ya como artistas consumados, estrenan una formación de banda extendida y tienen en gateras una sesión grabada en su sala de ensayo del Polo Cultural Saldías, que lleva su irreverencia adolescente a un nivel más sofisticado. ¿El objetivo? Trascender lo que se espera de ellos. Desprenderse, desde su obra, de la presión que implica la portación de tamaño apellido.

(Foto: Gustavo Correa)

“Fue como aprender en el camino”, admite Ángelo, 24 años, hermano mayor, hijo de la actriz y DJ Catarina Spinetta y del actor Nahuel Mutti. En sus comienzos, la relación con la música surgió desde el juego. Con el auge de las batallas de freestyle, los hermanos pasaban horas improvisando sobre beats, pero sin saber bien qué estaban haciendo ni hacia dónde querían llevar el experimento. “No es que estudiamos desde chicos como muchos que terminan siendo músicos porque se forman desde pibes en algún instrumento. Nosotros rapeábamos, rapeábamos y rapeábamos. Nos considerábamos más raperos que músicos”, dice Benicio, 23 años. “Hubo mucho proceso en el camino desde 2019 hasta hoy. Ahora aprendimos a producir, nos fuimos nutriendo de distintos géneros y estudiamos más música. Es como una autorrevisión constante”, dice.

“No sabíamos que íbamos a terminar siendo músicos”, frasean en “Hada”, uno de esos temas que tenían dando vueltas en YouTube allí por esos años iniciales. Esa incertidumbre se basaba, además de su inexperiencia como compositores, en lo diverso de sus intereses. Impulsados por una familia que supo propiciar desde siempre un espacio de investigación artística, los hermanos han habitado con compromiso la actuación, tanto en el cine como en el teatro, el modelaje, las artes plásticas y, claro, la música. Ellos se definen a sí mismos como “exploradores de la belleza” y con ese motor fueron cambiando de piel, experimentando en cada una de las disciplinas pero sin vaciarlas de contenido. “Me guía la belleza o trato de que me guíe”, dice Benicio. “Cuando pinto, ¿por qué decido que un trazo vaya en tal dirección? No sé, algo en mí siente que es más bello, me genera más armonía. En las distintas ramas del arte pasa un poco lo mismo”.

“A mí me trajo algo de lo que dijiste de la conexión con la intuición”, dice Ángelo, contestándole al hermano. “Uno no sabe cómo se va a ver el total, pero es como seguir esa voz interna que te dice ‘es por acá’. Hay cierto valor en jugársela por lo que uno siente y poner la belleza por sobre todas las cosas. Es como tener el coraje de decir ‘yo voy a hacer esto y lo voy a hacer a mi forma y me la voy a jugar a hacerlo como siento que sea’. Puede dar cagazo, puede generar incertidumbre o sacarse capas que uno no pensaba que tenía”. Ambos habitan una calma atemporal para hablar, con pausas, permitiéndose tiempo para pensar antes de contestar y entablando un diálogo entre sí para analizar su proyecto conjunto y, en ese ida y vuelta, el concepto sobre el que vuelven una y otra vez es el de autodescubrimiento.

Para lograr conocerse a sí mismos como artistas, debieron construir una nueva etapa sobre una certeza: el camino sería con la música. “La energía del momento del show no la encontrás en otro lado”, dice Benicio. “Hay algo que tiene la música que te olvidás un poco de todo. Entrás en otra dinámica, tenés una adrenalina que a mí me encanta. El arte es una guerra con la mente, con el alma y el corazón. Te saca un poco de lo racional, se difumina la cabeza un poco, ahí está el poder de lo que sucede en los shows”. Para Ángelo, sin embargo, el proceso acusó golpes y dificultades. Si el primer paso germinal fue la publicación de una serie de singles, luego les exigió un proceso de maduración que también generó una presión, propia y externa.

“Yo no le echaría la culpa a lo externo señalando a nadie en particular, hay una gran responsabilidad en decidir qué toma uno de lo que viene. En ese momento no podía discernir si me estaban tirando buena onda, si me estaban poniendo presión o si me querían ver crecer. Me siento más tranquilo ahora”, cuenta. Si la seguridad se gana con el tiempo y la experiencia, el haberse mantenido activos en su búsqueda musical fue la fórmula necesaria para ganar convicción. “Hay algo del mantenerse, de la constancia, tanto como artista como persona. Todo ese tramo de allá para acá son años de crecimiento personal y de encontrarse y de nunca parar”, explica.

Las dificultades se transformaron en bloqueos o, incluso, en cierto grado de inconformidad con la música que iba saliendo. La construcción de su identidad musical, admiten, fue mucha prueba y error. “Hubo música que hicimos y que nunca salió. Estábamos haciendo otro disco ya por 2019 y después vino la pandemia. Fue como algo que nunca terminó de bajar: laburábamos y luchábamos y nos gustaba, pero a la vez nos generaba esa contradicción por no poder terminar de concretarlo. Eso nos generaba una frustración”, cuenta Ángelo.

Pero, finalmente, el sonido apareció. Punto J, su disco debut, comenzó a florecer en el verano de 2024, en Chapadmalal. “Fuimos a tocar en Mar del Plata y terminamos quedándonos con unos amigos. Ahí nació el disco, en la casa de este señor llamado José, un hombre de 85 años que vivía solo, tenía su ranchito y la casa de atrás la alquilaba. Llegamos de casualidad, buscando por Facebook mientras estaba oscureciendo”, cuenta Ángelo. “Tenía mucho amor el lugar y José nos inspiró también con su benevolencia, su personaje”.

Toda la ecuación del lugar, entre árboles para trepar, un arroyo, la playa a un paso y el aura de un anfitrión ocasional hizo que las canciones comenzaran a salir. El curso de su travesía compositiva y su búsqueda de reconocimiento introspectivo tomó un nuevo camino en ese verano. Y el tiempo que invirtieron fue fundamental. “También soltamos algunas cosas a las que veníamos un poco aferrados. Volver a tocar también nos hizo bien, estar con amigos, relajados. No estar pensando en lo que teníamos que hacer, sino darnos el espacio para divertirnos. Ese viaje nos permitió volver a estar tranquilos”, reflexiona Benicio. “Este disco fluyó, en menos de un año ya había salido. Fue mucho más ameno que lo otro”, señala Ángelo.

Si en sus inicios fueron habitando un trap rígido y mucho más estricto, Punto J los muestra mezclando matices de diferentes influencias. Aun en la comparación molesta, su álbum debut los emparenta con las búsquedas de sus tíos Dante y Valentino por la forma de abordar diferentes sonidos. Por su lado, aprovecharon el puñado de canciones para aportar una visión del mundo y de compartir la forma de habitar sus días. Movilizados entre rimas, pop, rock por momentos y trap deforme, los hermanos hablan del medioambiente y la contaminación, dialogando con las playas idílicas de Chapadmalal.

“Encontramos un relato, esa tensión que atraviesa el álbum con canciones como ‘Vidrios’ y esa luz al final del túnel que aparece en ‘Jardín’ y dice: ‘Para qué interrumpir al jardín, para qué interrumpir al jazmín / no queda más que amar al all in / para qué respirar más hollín’. Uno puede decidir a qué prestarle atención. En este mundo tan difícil, tan podrido, lleno de hollín y la mente y la información y las redes y la mierda y la política y las guerras y bla. No quiero ser pesimista, pero lo que nos pintan con el planeta es que esá todo cada vez más podrido, cada vez más contaminado de información… Entonces, a qué le ponemos atención es una decisión y es un desafío, también, generar un lugar de amor con amigos, de creación, de búsqueda de un nido”, cuenta Benicio. “Punto J es un refugio para todos, lo sentimos así. Ahí construimos nuestro mundo, donde planteamos cómo queremos vivir, cómo queremos hacer arte”, dice Ángelo.

Para trasladar toda esa carga musical y emotiva al vivo, Flu Os deja atrás el formato espalda con espalda y DJ para expandir su formación a ocho músicos en escena. Al dúo se sumaron Filippo Dellamea de Estrada en guitarra, Bautista Sainz Ballesteros en bajo, Iñaki Ortiz Maldonado en batería, Paco Fontana en teclado, PAX en percusión y DJ y Catalina Segura Fusali en coros. La base de operaciones, para jugar y crecer acompañados, es el Polo Cultural Saldías, un espacio con una carga simbólica y energética muy fuerte para la familia Spinetta. Luis Alberto fue uno de los responsables para que ese edificio, en el que funcionaba un centro de distribución de frutas, llegue a ser el centro neurálgico de la cultura porteña que conocemos actualmente. Saldías, donde funcionan unas 50 salas de ensayo, fue el sitio que el Flaco inauguró en 2009 para preparar el show de Las Bandas Eternas. Por eso el salón por el que pasaron todos esos artistas (Almendra, Pescado Rabioso, Invisible, Spinetta Jade, Los Socios del Desierto y muchos notables más) hoy lleva el nombre de Luis Alberto Spinetta.

Es remágico estar acá. Me siento más protegido que en cualquier otro lado”, dice Benicio. Fue a principios de este año cuando Lucas Pombo, uno de los fundadores del lugar, los llamó y les ofreció una sala para ellos. “Tenemos acá en el pasillo un mural que es como una especie de altar. Hay que ponerle cosas lindas ahí, ya lo vamos a hacer. Aunque ya conocíamos el lugar, no lo habíamos habitado como propio. Es como una semilla en la que él puso su parte, otra gente puso su aporte y que a nosotros nos cayó como un regalo del cielo, literal”. Al llegar, cuenta Ángelo, tuvieron que trabajar mucho para acondicionarla y dejarla a su gusto. “Es nuestro nido, nuestra casa, nuestro lugar. Es soñado”, aporta Benicio.

Ese fue, entonces, el lugar que eligieron para grabar una serie de canciones en formato audiovisual y mostrar su nuevo sonido, la nueva formación, un nuevo estadío para ellos como artistas. “Estamos muy entusiasmados, aprendiendo un montón de la experiencia de la banda y bien acompañados”, dice Ángelo, poniendo en escena nuevamente las ganas de seguir creciendo. “Admiro mucho a todos mis compañeros, por eso digo ‘aprendiendo’. Estar abiertos al aprendizaje es una de las bases para esta nueva etapa”. Benicio, por su parte, aporta picardía, porque entiende que a Flu Os le sale bien ser distinto. “Siempre me gustó un poco esa rebeldía, ser disruptivo, romper un poco. Es más divertido buscar lugares, estar siempre buscando”, dice.

De las dudas iniciales después de lanzarse a la aventura como músicos y los golpes posteriores, los hermanos Mutti Spinetta finalmente alcanzaron una certeza. En “Pandora”, una de las canciones iniciales de Punto J, los hermanos rapean: “Lo celebro/ estoy haciendo lo que he soñado”. Acompañados por amigos y por su familia, custodiados energéticamente en su guarida, los Flu Os finalmente encontraron una seguridad. Entre tanto hollín, para llegar debieron buscar la belleza muy adentro suyo.

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