Festival Oslo World 2025: CA7RIEL y Paco Amoroso, Gustavo Santaolalla y el suceso argentino en tierras vikingas
“Pará, pará, pará, pará, pará… ¿Tatuaje en el cuello? ¡Sí! ¿El pelo negro? ¡Sí! ¿De silicona? ¡Sí! ¿Se vieron anoche? ¡Sí! ¡Fuck! We’ve been fucking the same girl… Tú por la noche, yo por el día, ¿quién lo diría?”. Es un jueves a la noche y estamos en Sentrum Scene, una de las salas de conciertos de rock y música popular más prestigiosas de Oslo, pero podríamos estar en el Teatro Vorterix del barrio porteño de Colegiales. De hecho, aquí también funcionaba un cine en la década del 40 del siglo pasado. Son 1800 los espectadores que, en perfecto español, cantan -algunos con conocimiento de causa, la mayoría por fonética- las líneas de “El único”, uno de los temas de Baño María, el álbum de CA7RIEL y Paco Amoroso editado en 2024, pero que hace poco más de un año alcanzó dimensiones planetarias gracias a la versión incluída en el Tiny Desk. Fueron apenas diecisiete minutos con veintisiete segundos los que le bastaron al dúo para posicionarse como un fenómeno mundial luego de la performance en el ya clásico segmento de NPR. Lo que importa aquí no son las dimensiones del lugar, sino el cartel de Sold Out colgado desde varias semanas antes del concierto, y el contexto: Oslo World, el festival que se realiza en la capital noruega desde 2002. A más de doce mil kilómetros de Buenos Aires, Cato y Paco se confirman como figuras globales. Entre el público hay alguna camiseta de la selección argentina (también con el logo de Say No More, de Charly García), y gorros cosacos con orejeras de peluche celeste que emulan a la icónica prenda que utilizó Paquito en el Tiny. Ver al público vikingo bailando y cantando a voz en cuello sus canciones, lejos de cualquier chauvinismo, es conmovedor.
El set es el mismo que ofrecieron hace algunas semanas en Buenos Aires, cuando compartieron el escenario del estadio de River Plate con Kendrick Lamar y cuando tocaron casi de sorpresa en el Movistar Arena, cuatro días después, en un concierto anunciado sorpresivamente que en poco minutos agotó localidades y que fue para el grupo un reencuentro con su público seminal, en el escenario en el que habían presentado Baño María antes del Tiny Desk, el pequeño gran concierto que lo cambió todo.
De “Dumbai” a “Baby Gangsta”, de “Sheesh” a “Pirlo”, de “Mi Diosa” a “Impostor”, el repertorio no da respiro. Una sinfonía multitarget sostenida en una ajustadísima backing band integrada por Javier Burin (teclas); Felipe Brandy, “El Tío La Bomba” (bajo y gafas); Maxi Sayes, el Pai (percusión) y Edu Giardina (batería), además de los American Boyfriends, la sección de vientos que integran Jason Arkins (saxo), Carlos Ramos (trompeta) y Jett Lim (trombón).
En cada tramo de una gira que se parece cada vez más a un neverending tour, Ca7riel y Paco lucen un vestuario realizado por diseñadores (o marcas) locales, especialmente seleccionado para cada venue, en este tramo de la gira, por la estilista Luciana Maranca. En el caso de Oslo, el outfit de Cato es obra de la diseñadora Adele Hamsud, con un imponente tapado fucsia de Oda Eventsad. Paco luce un saco celeste de Oda, con un adorno de piel que genera un efecto de la puffy shirt de Seinfeld. Un outfit extraordinario para la noche memorable en la que un par de virtuosos forajidos pusieron a cantar “#Tetas” a un público mayormente escandinavo, aunque con emigrantes de Colombia, Chile, Venezuela, Uruguay y Argentina, por supuesto, en el aforo.
“Estamos muy felices de estar acá, nunca nos hubiéramos imaginado estar tocando en Oslo”, dice Paco sobre el escenario (un rato después, en la calle, confesará con incredulidad que, en realidad, nunca en su vida se hubiera imaginado estar en Oslo, ni siquiera de paseo). Como si los 12.300 km. que separan a la capital de Noruega de Buenos Aires, la ciudad natal de Ca7riel y Paco y en la que compusieron buena parte de su repertorio, no fueran suficiente motivo para el asombro y la emoción, la noche adquiere tintes inolvidables cuando Paco anuncia que además de conmemorar el natalicio de Diego Armando Maradona (un ícono en el imaginario del dúo), también están celebrando los 27 años del percusionista, Maxi Sayes.
Así que cuando el público se retira feliz del Sentrum, coreando y bailando “Spanish Flea”, el hit de Herb Alpert & The Tijuana Brass que pone el punto final al show, en el backstage los espera un pastel con un fotomontaje que los muestra en escena pero con la imagen de Diego Maradona en el Mundial 86, con el que el percusionista iniciará una guerra de torta digna de un film de Los Tres Chiflados.
Alexandra Archetti, hija de la célebre pareja de antropólogos conformada por la noruega Kristi Anne Stølen y el argentino -también sociólogo- Eduardo Archetti (1943-2005), está celebrando dos décadas como directora del Oslo World, tiene puesta la camiseta de la selección Argentina debajo de un saco negro y el corazón a punto de estallar de la emoción por la impactante performance que acaban de ofrecer Paco y Ca7riel. “Empezamos a pensar el festival con mucha anticipación, y ya los teníamos en carpeta. pero cuando salió el Tiny Desk justo habíamos empezado a hablar con su booking. Entonces, explotó todo y el interés alrededor del grupo se volvió masivo, incluso aquí en Noruega. Cuando me hacían alguna nota, lo primero que me preguntaban era ‘Bueno, ¿y cuándo los van a traer a Ca7riel y Paco?’. Pero, la verdad, nos estábamos peleando un poco con los festivales de verano. Creo que tuvimos bastante suerte porque la gente que trabajaba con ellos y con los que dieron el primer paso antes de pasar a una agencia más importante, había estado en el festival el año pasado y conoció de primera mano lo que hacemos y lo que somos. Creo que ese amor que le tomó a Oslo World nos ayudó a que nos elijan”, explica. “Obviamente para nosotros fue una movida muy importante porque es un festival que trata de programar artistas emergentes, pero que explotan en sus territorios. Fue muy emocionante ver cómo el público local cantaba las canciones y eso fue también un poco lo que vieron mis colegas que estuvieron hace unos meses en Roskilde, con un público nórdico que se cantaban todo. Por eso, yo creo que es algo muy increíble lo que pasa con esta banda”.
Ca7riel, Paco, los otros músicos y sus asistentes integran una crew que supera las 20 personas. Se mueven generalmente en grupos. El tecladista Javier Burín, por ejemplo, suele llevar a cuestas un parlante cilindro para musicalizar los paseos con melodías jazzeras. Convidados por el festival, probaron la deliciosa experiencia de combinar el calor del sauna de leña flotante en el fiordo frente a la Ópera de Oslo y el Museo Munch con el agua salada del fiordo, algunos fueron a presenciar el impactante concierto del legendario grupo peruano de cumbia Los Wembler’s de Iquitos y terminaron bailando con el set electro-cumbé de la colombiana Edna Martínez en el primer piso de Becco, uno de los bares que integran la plantilla de venues del festival.
Hace unos días en París, Ca7riel y Paco presentaron “Beto’s Horn”, una colaboración Fred Again, uno de los integrantes de Daft Punk. En menos de quince días, después de tocar en diferentes ciudades de Alemania, Suiza e Italia, viajarán a Los Ángeles para tocar en la gala de los Latin Grammy (están nominados en 10 categorías) y participar del Camp Flog Snaw Carnival, el festival creado por Tyler The Creator, en el que comparten cartel con A$AP Rocky , Childish Gambino, Doechii y Thundercat, entre otros. Son los últimos tramos de un año inolvidable para el grupo, con highlights como su presentación en Coachella y en el programa de Jimmy Fallon, una performance en el festival británico de Glastonbury, una excursión a tierras niponas que confirmaron que el suceso tuvo eco en Japón (hicieron un showcase en el emblemático edificio de la disquería Tower Records y tocaron en el festival Fuji Rock) y también se destacaron el la semana de la moda en París (Très chic!).
Horas antes del concierto, en el Baba Bar, el cálido café en el que funciona el cuartel general del festival, Dusko Justic, vicepresidente del Departamento de Desarrollo Estratégico de Mercado Internacional de Sony Music, ofrece una charla para explicar algunas razones del suceso global de CA7RIEL y Paco Amoroso. “Mi propósito, mi pasión, mi misión es abrir puertas a nuestros artistas latinos en países y culturas que técnicamente no hablan español ni portugués. Por eso, mi equipo se centró en desarrollar a nuestros artistas en regiones y países como Europa, Oriente Medio, Asia, África y Canadá. Y bueno, me parece importante aclarar que si bien fue un boom repentino, ha sido algo que ha ido creciendo con su creatividad y su música, influyendo a la vez en otras culturas con un sonido, con un par de palabras que pueden resonar en todo el mundo. He sido parte de esta ola que lleva décadas creciendo y hemos visto algunos resultados. Según los estudios latinos, nuestro negocio, nuestros artistas y el consumo crecen a doble dígito año tras año. Así que es hermoso ver que tenemos a dos jóvenes argentinos tocando en Noruega. Es hermoso. Es algo que probablemente no hubiéramos visto hace 20 años. Por eso, es un gran placer y un honor estar aquí hablando sobre ellos”.

Dusko voló desde Londres para explicar el fenómeno: “Son artistas que han buscado superar sus límites creativos, incorporado elementos de jazz, pop, bossa nova, EDM y rock.Así que están tomando elementos de todo el mundo. Eso me recuerda al término japonés muy conocido llamado ‘dochakuka’. Es un término agrícola que se utiliza desde hace décadas, donde los agricultores observaban el mundo, adoptaban las mejores prácticas y las incorporaban a sus técnicas de cultivo para venderlas internacionalmente. La música responde a esta idea con grandes artistas que toman pequeños elementos de todo el mundo y los hacen suyos. Otro elemento importante es, obviamente, el crecimiento de plataformas como Instagram, TikTok, YouTube y Spotify, que permiten a los artistas compartir su música instantáneamente con millones de personas en todo el mundo. La música, hoy en día, no está necesariamente ligada a la experiencia lingüística. Son mucho más importantes las conexiones emocionales. Muchas veces es una conexión a través de la experiencia audiovisual. Probablemente, cualquiera en esta sala pueda conectar con su artista favorito a través de un vídeo, una actuación o algo más allá de la música”.
La marca que dejaron CA7RIEL y Paco Amoroso en su primera visita a Oslo es profunda y se expande en el cuerpo de delegados, invitados internacionales que llegaron invitados desde diversas geografías, para terminar de darle sentido a la globalidad que propone el Oslo World. Aunque se formó en cine (el año pasado estrenó Bedste, su primer cortometraje como directora), la española Susi Castelo vive en Copenhagen, es directora artistica de Alice, una sala de conciertos en dicha ciudad danesa cuyo slogan es “para oídos curiosos y mentes abiertas”, y se desempeña como programadora del festival de Roskilde. “El show me pareció de lo más intenso del festival. Me encantaron. Por el desparpajo y por la actitud, Ca7riel y Paco no podrían ser de otro sitio que no sea Latinoamérica. Tienen una intensidad y una conexión con la vida que no encuentras en Europa, por ejemplo. Y para ello no necesitan añadir tintes folclóricos a su música”, celebra. A su lado, el productor argentino radicado en Barcelona Brian Alt (organizador de las ascendentes Balt Sessions) y el canario Javier Jiménez, programador del Festival Boreal, asienten.

Antes de llegar a Oslo, la socióloga brasileña Dani Ribas, especializada en las dinámicas de la industria músical, pasó por Finlandia par asistir a Womex, la concurrida feria itinerante de músicas del mundo que comenzó en Berlín a mediados de los 90. Embelesada por el concierto de CA7RIEL y Paco Amoroso, esboza algunas ideas para comprender la fascinación que produce la dupla: “Me da la impresión de que no sabemos nunca por dónde va a ir el show. Así como una antena del celular gasta más batería buscando la señal porque está en roaming, la sensación como público es igual, porque pensás que el show va para un lado y enseguida te lleva para otro..Entonces, se alimenta el interés por el concierto porque cambia mucho, pero el cambio no es solo una estrategia mecánica”, argumenta. Además, señala el atractivo modo en quye se complementan ambos cantantes: “En ellos vemos reflejados el ying y el yang. Si fueran dos cantantes muy bonitos, sería casi una boy band. En este contraste hay algo muy interesante. Porque son reales. Así que causan un sentimiento de pertenecer y pertenece a todos porque siempre ponen ahí algo que se conecta con las personas, porque tiene algo de verdad. Por ejemplo, yo quiero ser sexy, hegemónicamente bella como Ca7riel, pero veo a Paco y me recuerdo que soy más como él, imperfecta. Entonces, tiene muchos elementos contradictorios que dan una sensación de realidad. Y no de verdad. Es como si te prestaran unas gafas para ver el mundo a través de ellos mismos. Representan a la perfección ese concepto de Ezra Pound, que decía que el artista es una antena de su época. Ellos intuyen todo este tiempo histórico y ponen algo personal, pero en verdad son sólo esas gafas”.
“No puedo creer que me perdí ese show”, dice el marroquí Amine Hamma. Por razones logísticas, el programador de la Fundación Hiba en la ciudad de Rabbat y director de diversos proyectos musicales en el norte de África, no llegó a asistir a la presentación del dúo argentino. Dos días después, mientras todos los delegados que sí vieron el concierto no dejan de dar sus loas y contar su fascinación, Amine dice que no puede esperar para verlos. “Por todo lo que he escuchado y la fascinación que transmiten todos por ese concierto, estoy dispuesto a pagar un pasaje de avión, hotel y los tickets, por supuesto, para verlos en donde sea y cuanto antes. Es increíble, pero nadie ha dejado de hablar con fascinación del concierto. La producción, por lo que dicen, es fenomenal. Lo mismo las luces, el nivel musical, las canciones… ¡El pack entero!”.
Gustavo Santaolalla dirá, un par de días más tarde, que también lamenta haberse perdido el concierto y también se lamenta de no haber podido encontrarse con su amigo Ca7riel acá. “Yo tengo un vínculo desde mucho antes de que sea tan grosso como ahora. El Tiny Desk fue una locura. Son muy talentosos. Yo adoraba los videos, ese tema con Lamothe… Me parecen geniales. Tienen una impronta definitivamente latinoamericana y argentina, también. Y manejan mucho el humor y la ironía que es muy de nosotros. Ya desde el nombre llevan esa identidad: Catriel tiene orígen mapuche, y Paco Amoroso podría ser un cantante melódico de corte latino, que termina en Miami cuando está en retirada. Los sigo y soy fan desde antes del Tiny Desk. Me alegro mucho de que lo estén haciendo y que lo lleven bien. Espero, realmente, que representen a una nueva generación, que puedan manejar el éxito y todo eso calmadamente, poniéndolo más en contexto, porque al fin y al cabo la vida es una gran ilusión y, entonces, así hay que tomar las cosas: como una muy linda ilusión”.
Las que no se perdieron el show fueron Jenny Nielsen y su madre Hilde Skar Olsen. Ahí están las dos, al día siguiente, en la puerta del hotel, esperando para sacarse una foto con Ca7riel. Paco salió hace un rato y ya tuvieron la instantánea. Jenny tiene 23 y nació en Noruega. Su novio es correntino y ella habla con fascinación de la ciudad de Esquina y cuenta que adelantó unos días su viaje desde Argentina para no perderse el concierto. Su madre tiene 52 y viajó más de 500 kilómetros desde la ciudad sueca de Lund para ver el concierto. “Ella me mostró sus canciones”, dice Hilde, que se acaba de comprar un curioso vinilo de tangos de la Orquesta América Romántica, editado en Brasil a mediado de los años 70. “Y cuando nos enteramos que venían a Noruega, decidimos que no nos podíamos perder ese concierto, y que teníamos que verlo juntas”. Hace horas que esperan por la foto, y lo hacen convencidas de que probablemente no haya otra chance. “La próxima vez que vengan, la puerta del hotel va a estar demasiado llena de fans”, aseguran.
Con unas cálidas palabras de bienvenida, y el agradecimiento a todo el equipo que hace posible el festival, la directora Alexandra Archetti dio el puntapié inicial del Oslo World 2025 el martes 28 de octubre en el Oslo Konserthus, una moderna y elegante sala para 1400 personas, en un tono cálido, amable y poco protocolar. Allí no solamente explicó la visión y misión del festival, también adelantó algunos de los highlights del festival y ratificó el compromiso con la causa Free Palestina.

De hecho, la encargada de abrir la velada, antes del primer concierto, fue la periodista y escritora Rima Iraki, descendiente de familia palestina, que creció en Noruega, que vivió en Australia y que, de vuelta en tierras nórdicas acaba de publicar su libro autobiográfico Flukten Fra Palestina.

“Free Palestina” es lo que dicen las remeras de los 19 músicos de Hakim, el León de Egipto, una verdadera celebridad de la música de la tierra de las pirámides. Es una experiencia inédita para ese tipo de auditorio, acostumbrado a los conciertos de cámara o sinfónicos, encontrarse con un público fervoroso, que canta y baila las canciones festivas de Hakim con alegría y devoción. Es pop pero hecho en Egipto, con influencias del universo sonoro árabe, sostenido por una backing band poderosa que incluye dos teclados, una ajustada sección de vientos, la base rítimica potenciada por una sección de percusión y dos coristas. Todos ellos, al servicio del carismático, increíblemente carismático, Hakim. Una catarata de hits impronuciables para los hispanoparlantes, pero celebrados por un público mayormente migrante, que colmó el auditorio. Al final del show, Alexandra y su hijo menor subieron a bailar con el cantante y a entregarle un ramo de rosas, un agasajo que marca la impronta de calidez que tendrán las noches del festival.
Como si fuera uno de los libros de la colección Elige tu propia aventura, Oslo World propone una oferta múltiple que tuvo muchos momentos memorables, y que incluyó la posibilidad de disfrutar de la arquitectura, la amabilidad y el increíble paisaje de la ciudad yendo de venue a venue. En el subsuelo de Goldie, Los Wembler’s de Iquitos ratificaron su status de leyendas de la cumbia chicha. Desde Perú, el grupo integra una suerte de sagrada trilogía con Los Mirlos y Juaneco y su Combo, y su abordaje probablemente sea el más rockero de los tres, con ecos de la música country, la psicodelia y clásicos como “Cariñito”, a estas alturas, un standard global de la cumbia. Unas horas antes, por la tarde, en el Vega Scene, Kristi Anne Stølen dialogó con algunos de los integrantes del grupo antes de la proyección del Sonido Amazónico, la película dirigida por Luis Chumbe.

Desde España, la catalana Rita Payés brindó uno de los conciertos más conmovedores del festival. Una propuesta intimista que une la tradición del flamenco co nel lenguaje jazzístico y tintes latinos. Su banda se eleva al estatus de lujo con la presencia de su madre, la prestigiosa guitarrista clásica Elisabeth Roma, y del contrabajista argentino Horacio Fumero.

Entre temas propios como “El cervatillo” (de su álbum De camino al camino, de 2024), sobresale su conmovedora versión, a solas con Fumero, de “Nieblas del Riachuelo”, el clásico de Cobián y Cadícamo. Una buena noticia para el público porteño, Rita anunció, después de ese concierto, su primera visita a Buenos Aires, para abril del año entrante.

Oslo World ofreció la posibilidad de escuchar a The Congos, legendaria agrupación jamaiquina. Cedrik Myton, su vocalista, celebró en Oslo sus 78 años la noche anterior al concierto, pero por una indisposición física no pudo salir a escena. De todos modos, el octogenario Roydel Johnson y King Burnett se cargaron un concierto de reggae roots que puso a la audiencia en un trance místico, con picos de emoción con la interpretación del pegadizo “Fisherman”, himno de su clásico Heart of the Congos, de 1977.

La asombrosa performance del cubano Cimafunk, el intimismo blusero y folk de la norteamericana Leyla McCalla (que versionó “Crown” de Kendrick Lamar con su cello), la festiva energía de The Sawose Queens, dúo oriundo de Tanzania, le dio un espíritu tribal a melodías sostenidas desde el sonido ancestral de los tambores, kalimbas electrificadas y la conexión con la música tradicional de su tierra natal fueron otros de los puntos altos de una programación impecable. Pero un punteo no debería dejar afuera las performances de artistas como Nicolas Jaar & Ali Seth, Ganavya, Saliah, Arka’n Asrafokor, entre la nutrida oferta del festival. Tampoco la conmovedora charla que brindaron la palestina Rania Elias, directora del Centro Cultural Yabous de Jerusalén, junto a su compatriota, el realizador audiovisual Mohammed ElSusi, narrando el genocidio en primera persona.

“Yo creo que el desafío, para nosotros, es armar un programa que atraiga a un público muy diferente y por eso hay que pensar más allá de geografía y nacionalidad, porque tenés que tener artistas que tengan una conexión global más allá de su país o de su raíz. Por eso, yo creo que cerrar con Gustavo Santaolalla es un modo, primero, de dar las gracias a un artista increíble y a toda su trayectoria. Es una música hermosa,y eso hace que terminemos festival escuchando música de muy alta calidad”, explica Archetti. “Pero además, aquí en Noruega se vio muchísimo The Last of Us, así que también convocamos a un público atravesado por las series, por las películas, por una cultura que trasciende el orígen sudamericano”.

Gustavo Santaolalla se presentó en el Sentrum Scene, el mismo venue que CA7RIEL y Paco Amoroso transformaron en un sauna de lava ardiente. El plan del ex Arco Iris iba por carriles diametralmente opuestos al show pirotécnico del dúo argentino. En medio del Ronroco Tour, la gira que celebra el cuarto de siglo (y monedas) de Ronroco, el álbum que lanzó en 1998 y cuyas composiciones giraban en torno a la sonoridad del instrumento andino, la propuesta del concierto es definitivamente intimista. En un trencito o fila india, Santaolalla llega al escenario sostenido por una banda de lujo, integrada por Javier Casalla en violín, guitarra y viola, Barbarita Palacios en teclados, guitarra, percusión y glockenspiel, Nicolás Rainone en guitarra octavada, guitarrón, cello, ronroco de metal y charango y Juan Luqui en guitarra, guitarrón, autoharp, ronroco de metal y charango.

Para medir la magnitud de su concierto, vale mencionar que la presentación del espectáculo no sólo estuvo a cargo de la directora del festival, Alexandra Archetti, sino de la Ministra de Cultura e Igualdad de Noruega, Lubna Jaffery, que remarcó el impacto del Oslo World en la vida cultural de la ciudad, y de la auspiciosa oportunidad de escuchar en vivo a un artista de la talla de Gustavo Santaolalla.

Como su aspecto de chamán, Santaolalla nos lleva de las narices a un viaje atemporal, un tour introspectivo, lleno de belleza. Del canto de los pájaros a emular el sonido de un erke o de un didgeridoo con un caño plástico XL al atrapante sonido de los cuencos, Santaolalla construye una narrativa propia en un concierto que funciona más allá de la síntesis de su trabajo audiovisual, con los sendos medleys de los temas de The Last of us y Brockeback Mountain, el film dirigido por Ang Lee que le valió su primer estatuilla de los premios Oscar en 2005. Una referencia posible para entender el mood que propone este viaje musical es el álbum Music for Zen Meditation and other joys, que el clarinetista norteamericano Tony Scott lanzó en 1964. No puede decirse, para nada, que la referencia sea lineal. Pero es el efecto de esas melodías, hipnóticas, atrapantes, contemplativas, el factor común con esta propuesta. Santaolalla habla de física cuántica, del modo en que los sonidos y la presencia del público genera una energía única. El concierto adquiere tintes especialmente emotivos para el compositor por la presencia en la sala del cineasta local Erik Gustavson, con quien comparte una amistad desde mediados de los años 80. El viaje, entonces, es a velocidad crucero. Por momentos, el grupo funciona como un cuarteto de cuerdas de proyección cósmica, arcaica y espectral. Hay aires folclóricos, sí. Hay cierta carga melancólica, también. Pero hay, sobre todo, una sensación de bienestar, de placidez, de belleza en estado puro. El final, entonces, es como reza “La hora de los magos”, la canción de Jorge de la Vega: todo, de golpe, es perfecto. El frío de Oslo, afuera, anticipa la llegada del invierno, pero los corazones están calientes, como si hubieran recibido un abrazo musical. Antes de la medianoche, esa carroza que es el Oslo World se transforma en calabaza. El consuelo es que el equipo del festival ya está pensando en la próxima edición.






