El sol todavía ilumina para Silvana Estrada
Silvana Estrada describe la llegada de Vendrán suaves lluvias como un parto muy extenso, así que más que tener nervios de presentarle al público su nuevo trabajo, dice sentirse alegre de que los demás por fin lo puedan escuchar. Para quienes siguen su música, pareciera como si hubiera pasado una eternidad desde que presentó Marchita en 2022, una sensación que ella comparte pues en el medio, su vida ha dado una y mil vueltas.
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Las semillas de este segundo LP las sembró justo después de terminar su álbum debut pero entre las giras, la duda, algunos problemas de salud y el fallecimiento de dos personas importantes, la germinación tardó un poco más. No pasa nada, lo bueno suele tomar tiempo y las suaves lluvias ayudaron a que todo floreciera cuando tenía que hacerlo, por lo que Silvana está disfrutando el momento. “Ahora que por fin lo estoy compartiendo, después de que pasé años queriendo estar en esta situación de por fin sacar un disco nuevo, me pasa que me lo estoy pasando bien, pero a la vez estoy tan enfocada que estoy manteniendo la calma, justo para aguantar porque se vienen años de trabajo”, comenta.
Hay un contraste entre Marchita y Vendrán suaves lluvias ya que mientras el primero te desgarra el alma, el segundo te abraza y te dice que todo va a estar bien o, por lo menos, no tan mal. Este salto se puede notar tan solo observando las portadas –una es en blanco y negro mientras que la otra es a todo color–, pero a nivel musical, el enfoque en su segundo álbum de estudio ya no es tan introspectivo y el acompañamiento orquestal es clave para lograrlo. A su vez, Silvana se encargó de la producción puesto que “buscaba algo muy específico”, y al final el resultado superó lo que tanto le costó traducir de su mente a la cinta.
En esta entrevista con ROLLING STONE en Español, la cantautora mexicana habla sobre su nuevo álbum, cómo ha sido el proceso de cerrar el capítulo de Marchita para iniciar uno lleno de más color, la manera en que su música le ha ayudado a procesar los duelos y más.
¿Cómo has vivido esta transición entre Marchita y Vendrán suaves lluvias?
¡Uy! Ha sido una transición súper dura, pero bonita también. Siento que Marchita nació de un universo muy específico, oscuro, concreto y muy denso. Marchita son canciones de cierto tipo; la instrumentación es súper específica, es un universo con mucha gravedad. No hay tanto espacio, es lo que es, muy serio, solemne y todo sobre la tristeza. Tiene una solemnidad que ahora me parece tierna, pero de mucha certeza en la escritura. Toda la parte gráfica fue blanco y negro, vestidos largos, no mostrar mucha piel. Siento que tenía muchas ganas de cambiarlo.
Tenía muchas ganas de volver al color, a la luz, de poder hacer un disco que tocara la alegría, la ligereza, el paisaje amplio, la luz del sol, la montaña, el cielo. Salir un poco del análogo, pasarme al digital por primera vez, en cuanto a lo visual. Es un disco que produje yo, también. Y ahí hubo mucho cambio, decir, “Bueno, lo voy a hacer yo, no voy a tener productor”. En esa decisión que tomé, pasaron muchas cosas que, también, me hicieron cambiar y aprender.
¿En qué momento decidiste que ya era hora de sacar un álbum? ¿Todas estas canciones las venías trabajando de a poco o la primera canción la escribiste pensando en un próximo disco?
No, no suelo componer pensando en discos. Compongo mucho y luego me doy cuenta de que hay canciones que comparten de alguna manera el universo de un disco. Hago primero las canciones y, luego, hago una selección. A veces, es solo una línea casi invisible que veo entre una canción y otra, la temática, la temporalidad, el sentimiento que genera o la sonoridad que me imagino dentro de la canción. Entonces, hago la selección de esas canciones y eso construye el disco.
Con Marchita fue distinto; todas las hice pensando en un mismo concepto. Este álbum fue más una recopilación de las canciones que más me han gustado en los últimos años. Desde que saqué Marchita, ya quería hacer otro disco: recuerdo sacarlo en enero de 2022 y en abril entrar al estudio, acercarme a estas canciones, sentir que no sabía por dónde entrarle y luego volver a la gira. También, este disco se extendió porque lo hice mientras giraba con Marchita. Fue un proceso difícil a nivel energía y mente, de decir, “Sigo girando Marchita, pero quiero sacar un disco nuevo”. Estaba maniobrando a la mitad entre dos conceptos.
Además, sentías la presión de la gente que lo pedía mucho.
Es loco, porque me puse mucha presión yo misma, y la gente en redes también, pero de maneras muy chistosas. Entonces, me relajaba un poco porque me daba risa. Hay una página de memes llamada Memes Silvaneros. Hay unos memes muy chistosos sobre mi salida del disco y que no salía. Había muchísimos. Entonces, había presión, pero también me daba gusto que la gente lo esperara con tanto amor.
“Este disco me ha enseñado a no luchar contra el duelo, sino realmente atravesar el dolor y saber que no es una cosa ajena: el dolor eres tú. El dolor está dentro tuyo y es parte de ti”
¿Por qué tomaste la decisión de ser tú la productora del disco?
Intenté trabajar con otros productores y no fluyó porque buscaba algo muy específico. No sabía qué era al principio; sabía que quería un sonido muy especial. Notaba que estas canciones tenían una personalidad super fuerte, única de alguna manera, y sentía que no me estaba logrando explicar. Llegaba a trabajar y decía, “Quiero que suene así”, y el productor decía, “No, ya lo hiciste”, o, “No debería ser eso”. Me empecé a cansar y me fastidió tener que dar explicaciones sobre lo que quería hacer. También, me fastidiaron un poco las reglas, entonces, pensé, “Esto es un disco. Yo no quiero trabajar con reglas basadas en expectativas de la industria o del qué dirán”. Yo hago música para mí, para vivir, entenderme, sanar y sentir.
Todavía hubo muchos ires y venires, porque producir este disco fue muy rudo. No estaba acostumbrada a tomar tantas decisiones; no soy nada líder, llena de dudas. Esa canción que saqué, ‘Como un pájaro’, refleja eso: “Y yo que no soy más que un mar de dudas/Que sola con mis sombras me tropiezo”. Es la definición de mi vida. Soy bastante caótica, neurodivergente, me cuesta mucho ordenarme, y producir un disco es básicamente ordenar cosas: ideas, conceptos y logística. Entonces, enfrentarme a ser yo quien hacía todas esas cosas… Por un lado, me hizo mucho bien, porque valoré desde un lugar sincero el rol del productor. Luego, dije, “Voy a producir a mi manera, permitiéndome dudar, equivocarme y decir, “Probemos cosas a ver qué pasa”, algo que a veces un productor no haría, porque ya es un profesional.
También, le agarré cariño a no ser profesional: siempre he sido alguien que aprende haciendo. Dejé la escuela muy chica, y la universidad al año y medio. Siempre aprendo haciendo. ¿Quiero hacer canciones? Pues aprendo haciendo canciones. ¿Quiero un disco? Pues aprendo haciendo un disco. ¿Quiero editar? Pues aprendo a editar, editando mi disco. Al final, le agarré mucho cariño a esa manera de aprender y trabajar, un poco el fake it until you make it.

¿Crees que sí pudiste traducir en el disco lo que estaba en tu cabeza?
¡Sí, hasta más! Tenía una imagen de lo que quería decir, y la música –como siempre– me rebasó. Al final no solo dije lo que quería decir, sino que lo dije mucho mejor de lo que las palabras hubieran permitido.
Superaste las expectativas. Vi que grabaste este disco en tres ciudades diferentes, ¿fue decisión premeditada?
No, yo estaba en un momento súper difícil. Era el cumpleaños de Andrés Tirado, el hermano de mi mejor amigo; ambos murieron hace tres años. Sus cumpleaños siguen siendo días difíciles, cada año es lo mismo, lloro. En ese momento estaba particularmente mal, porque justo estaba bloqueada con el disco. No sabía si era capaz de lanzar un disco, llevaba un año y medio intentándolo y nada me gustaba.
De repente, nos hablaron de Montreal, el hermano de Lhasa de Sela, una cantante maravillosa; su hermano se llama Mischa. Nos llamó para hacer un tributo a Lhasa con sus músicos, porque ella murió hace unos años. Aprovechando que soy fan, mi mánager preguntó si los músicos estaban disponibles para grabar conmigo. Al mes siguiente, volé a Montreal e hice la mitad del disco en cinco días. Conecté con ellos. Trabajamos en el campo, en una casa frente a un lago. Fue una magia. La naturaleza te pone en tu lugar y te da humildad, algo buenísimo para crear. Al final, estás entre tanta belleza que dices, “Ya existe todo lo perfecto, yo me encargo de lo imperfecto”.
Luego, volví a México, super cansada. Me fui a Barcelona a pedir ayuda a mi amigo Michael, “Por favor, ayúdame. Todavía me falta la mitad de este disco y no sé qué hacer”. Estuve dos semanas en su casa en verano. Me aclaró un montón de cosas, probamos mucho. Luego, volví a México y terminé el disco en el estudio del desierto, donde había empezado tres años atrás mi primer intento de disco.
Mencionabas que para elegir las canciones tenías en cuenta distintos aspectos, ¿cómo fue ese proceso para este disco?
En este disco busqué un enfoque más ligero, con estructuras más tradicionales, coros. En Marchita no hay muchos coros, todo son estructuras largas. Aquí busqué coros que la gente pudiera cantar, melodías más accesibles. También, esta idea de tocar lo oscuro y doloroso desde lo luminoso, hacerme cargo de mi vida. Los últimos años me han pasado cosas duras, pero mi mantra es, “Como nadie me va a salvar, nadie más se puede hacer cargo de esto, entonces lo voy a afrontar”. En ese sentido, salieron canciones que hablan de cosas tristes y de momentos difíciles, pero hay una apropiación del, “Yo también”, y de la voluntad: “Te canto como un pájaro en la bruma/Y todo lo que fuimos lo lamento”. Y ya está, pero aquí estoy tratando de sanar. O, “No te vayas sin saber/Que yo te quiero y siempre te querré”. Hay mucho fronteo con la realidad, menos hacia adentro y más hacia afuera. Hay una transparencia de decir, “Miren así afronto yo la vida”.
“Escribo desde un lugar muy mío, desde lo que siento, desde un intento por sanarme. Una vez que me saco una espina, luego la gente se vincula desde ese mismo lugar”
Creo que hay un salto muy grande entre Marchita y este álbum porque Marchita es muy duro de escuchar y de sentir, en cambio este lo siento como un poco más alegre, en la medida de lo posible.
En los últimos años, Marchita lo hice habiendo escuchado muchísimo folklor: Violeta Parra core, que es una genia alucinante, es lo más punk que tenemos en Latinoamérica, pero a la vez es muy oscura. Y en este álbum, realmente lo escuché mucho más introducida en el indie gringo y brasileño. Tenía ganas de probar un sonido nuevo. Entonces, de alguna manera es algo de esta solemnidad folclórica combinada con lo elegante, lo íntimo, lo desnudo, como un acto de valentía todo el rato. Y siento que esto es un poco más suave conmigo misma. Me acompaña una banda. Siento que no quiero demostrar nada. Es un disco súper humilde. Ante todo, de verdad, no me interesa demostrar absolutamente nada más que mi mundo.
Marchita tenía una cosa medio de “Mira, sostengo este show yo sola”. Pero, este álbum es bien honesto. Esta es la música que he estado escuchando. Todo lo que van a escuchar es un resumen de lo que se ha clavado en mi oído los últimos años: desde la orquesta, algunas baterías, algunas percusiones un poco más brasileñas, la instrumentación que oscila entre lo pop y lo folk gringo.
Hay una relación entre los títulos: la flor se marchita, cae en el suelo y después caen las suaves lluvias que hacen florecer todo de nuevo. Esa es la representación gráfica que hice en mi cabeza.
Sí, ambos títulos son súper sensoriales y visuales. Cuando hice Marchita, realmente el disco hablaba de un proceso de marchitarse, de mirar hacia adentro, de morirse un poquito. Y en Vendrán suaves lluvias, tampoco es que me inventé el hilo negro, sigo hablando del desamor, del duelo, de la pérdida, de la soledad, que son temas inagotables y más en nuestras sociedades llenas de ellas. Pero transito hacia un lugar luminoso. La esperanza de lluvias es esta promesa de, “Confía, todo va a estar bien. La esperanza le pertenece a la vida y tú le perteneces a la vida también. Entonces, quédate con ellas”. Y sí, en verdad, las suaves lluvias también son como este consuelo de lo suave. No es que no vas a llorar, o que vas a dejar de sentirte mal, pero en algún momento vas a sentirte suave otra vez, como ligero. Hay algo ahí del ciclo: a veces las cosas terribles, eventualmente, llegan a un lugar de suavidad y dulzura.
Hay una relación bonita entre Marchita y Vendrán Suaves Lluvias. Y ya quiero entrar al estudio a hacer otro disco, porque este tardó tanto que extraño volver al estudio.

¿Qué tanto cambió tu relación con los duelos y las pérdidas después de trabajar en este álbum?
Llevo mucho mejor las pérdidas. Por lo menos ya no intento llevarlas bien, y curiosamente, eso me ha hecho mucho bien. Ya no intento mantener la compostura, y eso me ha hecho mucho bien porque entonces realmente me he atrevido a ver mi dolor sin juzgar la situación, sin preguntar por qué. Simplemente, aceptar que hay duelos que van a estar con nosotros por el resto de la vida, que son parte de nosotros y que, con suerte, habrá momentos en los que ni nos acordaremos, pero siempre volverán porque son parte de la vida.
Este disco me ha enseñado a no luchar contra el duelo, a no querer sentirse bien solo porque sí, sino realmente atravesar el dolor y saber que el dolor no es una cosa ajena: el dolor eres tú. El dolor está en ti, dentro tuyo, y es parte de ti. Por ejemplo, pienso en el duelo cuando uno pierde a gente amada, es todos los días, pero el resto de tu vida va a ser un pequeñísimo duelo. Este disco me ha enseñado a decir, “Vale, voy a hacer el duelo todos los días, el resto de mi vida por mis amigos, pero ¿cómo hago que en vez de que sea solo un duelo sea también un homenaje para su vida y para la mía?”. Gracias a ellos entendí que mi vida es un ratito y que es un milagro estar viva. Eso me ha cambiado bastante.
En el texto que compartiste de ‘No te vayas sin saber’ decías que esperabas que esa canción le sirviera a la gente para aprender a transitar esos miedos de manera no tan traumática…
‘No te vayas sin saber’ es la manera más sana que he encontrado de despedirme. Es una manera muy honesta de decir, “Bueno, no te puedo ver más, quién sabe hasta cuándo te voy a poder volver a ver, si es que te puedo volver a ver; pero ya te amé, te sigo amando y te voy a amar siempre en el recuerdo”. Esto no aplica para todas las despedidas, obviamente. Hay gente que no quiero recordar jamás. Pero pensando en despedidas más amables, sobre todo cuando pareciera que el amor se acaba o incluso la muerte de los seres queridos: “Bueno, no te voy a volver a ver, pero te sigo amando en el recuerdo”. Por eso, la melodía del coro dice: “No te vayas sin saber que yo te quiero y siempre te querré/No te vayas sin saber que aunque apostamos lo que apostamos, esto no siempre sale bien”.
Al final, querer a alguien es como una apuesta. Siempre lo tengo muy claro, porque hay un momento en el que digo, “Te estoy empezando a querer, ya tienes mi corazón, ya me puedes herir”. Es un poco como ese hermoso performance de Marina Abramović, esta pareja que se apunta mutuamente con un arco. Siento que esta canción, ‘No te vayas sin saber’, es aceptar: “Sí, me dueles, pero ya sabía que esto era posible y aun así lo hice, y no me arrepiento. Te voy a seguir queriendo en el recuerdo, porque lo que se amó una vez, se ama por siempre”. Esa era mi idea con esta canción.
“La música y estar en el escenario es ese momento en el que me acuerdo de que realmente estamos todos y todas conectadas. Nuestros dolores son muy parecidos”
Recuerdo que el año pasado, cuando estuviste en Bogotá, la gente hablaba de lo mucho que iba a llorar en tu concierto. ¿Cómo percibes que tu música genere ese impacto casi espiritual?
Es muy catártico. Algo que siempre me ha pasado con la música es que cosas que pensé que no me dolían, o que pensé que tenía resueltas, un buen día llega una canción y me doy cuenta que todavía había algo ahí que me estaba lastimando, y sale. El poder de la música es justamente sanarnos desde lugares que ninguna otra cosa podría. Como dices, es muy espiritual, hay una conexión que nadie sabe qué es. Mi música lo que tiene es que la hago para mí. Escribo desde un lugar muy mío, desde lo que siento, desde un intento por sanarme a mí. Me doy cuenta de que, una vez que escribo algo, me saco una espina, y luego la gente se vincula desde ese mismo lugar.
También ha sido muy hermoso, porque siempre me he sentido un poco marciana. No sé si sola, pero que no pertenezco a ningún lugar. Me cuesta mucho sentirme parte. Me da un poco de envidia la gente que pertenece a sus ciudades, a sus pueblos, a sus escuelas, a sus grupos de amigos. Yo siempre he sido más solitaria, me he sentido como de fuera de todo, y me cuesta sentirme parte. Curiosamente, la música y estar en el escenario es ese momento en el que me acuerdo que realmente estamos todos y todas conectadas, que nos pasan las mismas cosas –quizá en diferentes formatos–, pero nuestros dolores son muy parecidos. Por eso me gusta tanto hacer shows. Siempre antes de subirme a un show tengo este mantra, “¿Cómo hago que este show nos cambie, que sea un evento espiritual más que solamente un show?”. Me doy cuenta de que poder abrir la herida en un espacio colectivo nos hace muchísimo a todas y a todos, es alucinante.
En la portada que tuviste para Future of Music el año pasado mencionaste algo de la comunidad. ¿Te sientes a gusto con la comunidad que has podido crear con tu música?
¡Me encanta, no podría estar más orgullosa de la comunidad que he creado con mi música! Es una comunidad súper amable, dulce, empática. Es rarísimo, por ejemplo, que en mis shows, si alguien no puede ir, venda el boleto más caro. Todo el mundo está consciente, hay algo muy generoso en la gente que me escucha. También, hay mayoría de mujeres y comunidad queer, lo que hace que sea un espacio muy seguro para todo el mundo. Obviamente, también hay hombres heterosexuales, pero sigue siendo un espacio seguro donde cualquiera se atreve a llorar.
La gente siempre me pregunta, “¿Cómo creas ese espacio?”, yo digo, “Soy yo, pero también es la gente que va”. En mis shows la gente sale con amigas, con amigos. Siento que allí se pierde un poco el miedo a la vergüenza, al rechazo. Se hace un espacio tan seguro que la gente se atreve a hablar con el de junto.
Recuerdo mucho un show en Ciudad de México. Siempre que hago shows allí, hay páginas donde la gente escribe, “Hey, yo voy sola al concierto de Silvana Estrada”, y siempre reciben mensajes, “Yo también, si quieres vamos juntos”. Eso me llena de orgullo, sentir que gracias a mi música la gente puede conectar en una época de tanta soledad.
Sí, es difícil establecer conexiones genuinas porque todo el tiempo estamos en la pantalla.
Me encanta que la gente en mis conciertos pueda salir de ahí, verse con amigos, hacer amigos nuevos, y al terminar el show ir por un mezcal. Saber que gente desconocida después de mi show va a ir a tomarse una cerveza y un mezcal es mi mayor orgullo. Sobre todo en este mundo tan desesperante, donde ya todo pasa en el teléfono y nos está dejando loquitos.
¿Qué tanto crees que va a llorar la gente con este disco?
No tengo ni idea, porque las letras son tristes pero la música es muy alegre. Es un disco que se puede escuchar en ambas situaciones. Si estás a gusto, feliz, lo pones y es un disco para enamorarse de la vida, para escuchar las orquestaciones y decir, “¡A huevo, qué bien!”. Pero también es un disco para decir, “¡Puta madre! Me duele el corazón, me voy a poner ‘No te vayas sin saber’ o ‘Como un pájaro’”. Es un disco bien variado. También me pasa que, cantando esas canciones, soy muy feliz, entonces sonrío mucho.
Se nota cuando alguien sonríe al cantar.
No sé si eso hará que la gente sonría más, a lo mejor en los shows. Estoy curiosa de ver qué pasa.