El jardín de las delicias de Maula, el cultivador oficial del trap argentino
Las flores no mienten. Para entender en serio la frase de cabecera de Mauro Lamónica, más conocido como Maula, una verdadera celebridad en el cultivo de marihuana, hay que conocer las salas donde hace su magia. Esos jardines (no tan) secretos que sin importar la estación se pintan de verde, violeta y naranja, producen un perfume entre dulce y cítrico, y están iluminados por decenas de luces que transforman el sótano de este caserón de la Zona Norte del Gran Buenos Aires en una pequeña Jamaica.
“Las plantas sienten, ven, huelen, tienen tacto para todo. Podemos hacer lo mismo diez millones de veces, pero si cambian los personajes que entran a este lugar, el resultado es distinto”, dice Maula y le da otra pitada a un porro enorme que armó hace unos minutos con una flor de fancy, su variedad favorita, y también la que lo puso en el mapa. La sala que contempla con orgullo y con los ojos achinados es la última estación de un breve pero laberíntico tour por su segundo hogar. Pero técnicamente también estamos en el primero. Es que el club, llamado Flowers and Terps, y su casa, donde vive con su pareja e hijos, quedan exactamente al lado. Tanto que hizo un pasadizo subterráneo para conectar los dos hábitats donde pasa la mayor parte de sus días. Aunque, bueno, desde que Mauro se convirtió en Maula, las horas fuera de casa se empezaron a acumular.
Si bien no fue parte de su búsqueda inicial, actualmente Maula es el proveedor oficial de —estima— “el 95% de la escena trap”, tanto local como regional. Sus flores aparecieron en videoclips, agasajaron visitas internacionales (desde The Weeknd hasta Maná), tomaron forma y ganaron renombre de la mano de los artistas referentes del género, y hasta viajaron en avión para aromatizar los pasillos del Estadio Santiago Bernabéu, en Madrid, durante la presentación de Duki, su gran amigo, hecho al que Maula define como “el hito musical más grande en la historia de la Argentina”. Le pese a quien le pese.
Mientras sigue el recorrido por las diferentes salas de Flowers and Terps, Maula invita a apretar los cogollos y olerse las manos. Con un gesto de complicidad, aclara que “en Europa no te dejan hacerlo”, y explica con lujo de detalles cómo son los sistemas de riego, iluminación, poda y cosecha de cada planta. De vez en cuando, recuerda: “Acá tuve a Rauw Alejandro tomando mates”, “acá estuvo Eladio Carrión fumando uno”, “acá lo tuve a Jon Z comiendo asado”. Muchos llegan por Duki, un auténtico habitué del club, al que, puertas adentro, lo llaman Mauro y lo tratan “como a uno más”, dice el anfitrión. Como si fuera poco, el cantante tiene su propia variedad de cannabis by Maula, ameri, una flor tan dulce que huele a golosina.

Maula cumplirá 39 años el próximo 24 de diciembre. Cultiva desde que tiene 17. Empezó, como varios, en el balcón. Luego pasó a una carpa interior, hasta que llegó a tener su primera sala, hace ya más de 10 años, cuando el país vecino de Uruguay estaba a punto de legalizar el consumo de cannabis. Los primeros años, la cosecha se destinaba íntegramente al goce con sus amigos. El único objetivo era “fumar cada vez más rico”. Para lograrlo, fue perfeccionando su técnica, su mano y su método. Pero un quiebre personal lo llevó a hacer su primera “operación de hierba”, como la define. Es decir, empezó a vender esas flores tan deliciosas que ya desde entonces llamaban la atención de su círculo íntimo.
El detonante fue el suicidio de su amigo Pepo, la persona que le hizo dar sus primeros pasos en el mundo del cultivo. “Siempre fui una persona positiva, pero la muerte de mi mejor amigo fue mi primer punto de quiebre. Fue la primera vez que me deprimí, que no quería salir de casa”, relata Maula. En ese momento, tomó una decisión drástica: le dejó las empresas de su familia a su hermana y se volcó a vender hierba, un rubro en el que, según cuenta, se siente acompañado por la presencia de su amigo. “Siento que tengo un plus que el resto no ve, como si fuera un mago que mejora las plantas”, comenta Maula con una sonrisa.
El segundo quiebre fue la pandemia, aunque en su caso fue una oportunidad. “Me sirvió para estar 24/7 con las plantas y llevar mi laburo a otro nivel”, cuenta. Fue en ese período que conoció a varios artistas, como Duki y Obie Wanshot, durante la grabación del videoclip “Angelito”, donde sus cogollos fueron protagonistas. Desde ese momento, “todo se transformó en una película”, señala. Y da un ejemplo concreto: “Hace poco me pasó de ir a ver UFC con el Duko a Chicago y terminar en una videollamada con Mike Dean, el productor de Travis Scott, que nos mandaba tickets para ver a The Weeknd a Miami, como si fuera mi tío”.
En la próxima Expo Cannabis, Maula y su equipo presentarán varias novedades. A diferencia del año pasado, en el que se enfocaron más en el merchandising del club, este año van a lanzar una colaboración de papelillos con Lion Rolling y otra con Zippo, la famosa marca de encendedores. Además, presentarán una nueva genética de cannabis llamada “Primera Sangre”, la primera de tres que planean lanzar.

Maula explica que, si bien el club de cultivo tiene un límite de socios, los productos como las semillas, la ropa o los bálsamos les permiten llegar a más personas que, por diferentes motivos, no pueden ser socios. Y destaca que lo que venden no es solo la hierba, sino un “lugar”, un espacio donde se valora el círculo y el respeto por la cultura del cannabis, entendiéndolo como medicina, cultura y recreación. “Si bien es una empresa, una marca, una ONG superpoderosa y bien plantada, no dejamos de ser artesanos”, reconoce.
El ruido de la ventilación de la sala principal de Flowers and Terps se vuelve mantra y Maula sigue filosofando sobre su trabajo. “El ingrediente mágico es el amor. Ya sé… van a decir: ‘Este hippie drogón de mierda… ¡Que se las tome!’. Pero les digo a todos lo mismo. Ojalá que nadie nunca lo vea porque es lo que nos sigue haciendo distintos, el amor con el que tratamos a las plantas, el respeto. Cualquiera que se crea más importante que esto que desaparezca de la faz de la tierra. Y me incluyo, ¿eh? El día que crea que Maula está por encima de esto, chau, que me crucifiquen. La verdad está ahí. Las flores no mienten”.