El gesto de gloria de Santiago Motorizado en su primer Gran Rex

Aunque la excusa de su llegada al Gran Rex fue la presentación de su primer disco solista, el desembarco de Santiago Motorizado en la avenida Corrientes fue más que nada su consolidación como artista en solitario, el perfeccionamiento de un modelo de show en vivo que fue elaborando en los últimos años y que anoche mostró su forma más afilada y precisa. La novedad no estuvo necesariamente en el repertorio (aunque las once canciones de El retorno hayan sonado en orden aleatorio a lo largo de la noche), sino en la comprobación empírica de su status interpretativo actual. Su personaje escénico es en cierto modo la parodia del performer que anhela ser, y es lo que hace que su ya clásico comienzo con “Soy rebelde”, de la española Jeanette, tenga mismas dosis de sorna y compromiso artístico.

Acompañado por una banda de amigos que funciona a la vez como un seleccionado de la escudería Laptra (los hermanos Tom y Pipe Quintans en batería y guitarra y teclados, respectivamente, y Chicho Guisolfi en bajo, con el agregado de Martín Caamaño en segunda guitarra), Motorizado se paseó entre las canciones de su debut formal y las que hizo para la readaptación de Okupas, compiladas en Canciones sobre una casa, cuatro amigos y un perro. Todo zigazgueó entre la emotividad al trote de “Camino de piedras”, el dramatismo galopante a lo Sandro de “Polvo de estrellas” y la inocencia sentimental de “Google Maps”.

Después de esa canción de misa espacial llamada “El pastor me dio la mano”, Motorizado se quedó solo en el escenario con Pipe Quintans para interpretar juntos “Muchacha de los ojos negros”, una zamba incluida en Okupas que sirvió no solo para sacarlo de su lugar de confort sino para poner en relieve su capacidad como cantante, capaz de habitar un ritmo ajeno como si le fuera propio. Después del regreso de la banda para “Te pido perdón”, una súplica construida en base a una serie de recursos mínimos, una versión más que fiel de “El último sereno”  hizo de vínculo entre esta faceta solista y su rol al frente de El Mató a un Policía Motorizado. El tema de Día de los Muertos no fue el único en sonar de la banda platense, pero sí fue el único interpretado a banda completa, quizás a modo de poner una distancia simbólica entre un proyecto y otro.

A mitad de show, Motorizado abrió el escenario para sus invitados. Primero, Blair sumó su voz para “Mil derrotas”; un par de temas después, Dillom hizo una aparición triunfal para interpretar a dúo “Cirugía”, la manera de sacarse las ganas después de tener que posponer su propio show en Vélez hasta nuevo aviso. Y ahí nomás, “Pienso en vos” funcionó como una puerta de acceso al universo Santiago Motorizado, con una enumeración de películas, gustos y consumos que funcionan como un autodefinido propio, de El día de la Marmota a Cannibal Corpse, pasando por 107 Faunos (de quienes interpretó “Jazmín chino” poco después) y 69 Love Songs, de The Magnetic Fields. Aunque El retorno vio la luz hace unos meses, muchas de sus canciones circularon entre sus fans por más de una década y media como un secreto compartido, de ahí que “El gomoso” fuera recibida con el fervor propio de un clásico.

Blair cantó junto a Santiago el tema “Mil derrotas”. FOTO: Charly Riobueno

Sobre el cierre del bloque central, “La revolución” fue un crescendo constante, una melodía que fue ensanchando su dimensión a base de repeticiones que culminó con un fundido a negro a la par del último golpe, como si hubiera consumido toda la energía de la sala. Tras unos minutos, la casi radioheadiana “Lo que perdí” y “Amor en el cine” terminaron el repaso de El retorno y dejaron el lugar para que Motorizado se midiera como intérprete tanguero en “La juventud”. A partir de ahí, Santiago quedó solo en el escenario sin más recursos que su guitarra eléctrica y un par de seguidores blancos. Parado en el centro del escenario, interpretó una versión de “El tesoro” en cámara lenta que mantuvo a todo al teatro en el más absoluto silencio.

El tema disparó un puñado de canciones de El Mató en el mismo formato (“La noche eterna”, “Diamante roto”, “El mundo extraño” y “Chica de oro”), antes de que su banda regresara para un cierre en plan paso de comedia. En la piel de un crooner sensible, obsecuente y decadente en partes iguales, “You Are So Beautiful” fue una despedida bien Las Vegas en la que terminó arrodillado en el piso mientras un asistente posaba una capa verde sobre sus hombros, que no tardó en caer al piso. La postal fue más cercana a la de un cantante de bingo bonaerense que de Elvis en el casino Westgate, pero no dejó de simbolizar lo que era: un gesto de gloria.

Get started

If you want to get a free consultation without any obligations, fill in the form below and we'll get in touch with you.