Crítica: Sign “☮” the Times
Es fácil subestimar a Sign “” the Times si no se entiende quién era Prince en 1987. Estamos hablando de un artista que había conquistado el planeta con el álbum y la cinta Purple Rain, luego lo había dejado perplejo con su homenaje a Sgt. Pepper conocido como Around The World In a Day, para después lanzar un gran álbum de funk psicodélico llamado Parade (acompañado de la fallida cinta en blanco y negro Under the Cherry Moon). Un año después, Prince decide reinventarse por completo. Mientras que otros consolidaban su fama, él la saboteaba, la retorcía y la desnudaba. Lo que entrega en esta película no es una celebración de su legado, sino un campo de pruebas en tiempo real, un lugar donde su música, su cuerpo, su banda y su deseo se funden en algo inclasificable.
Lo primero que sorprende de Sign “” the Times es su negativa a complacer. Prince no da lo que el público quiere; da lo que el arte exige. No hay Purple Rain. No hay Let’s Go Crazy. No hay himnos de estadio. En su lugar, tenemos 11 canciones del disco doble que le da nombre a esta película, más una aparición fugaz de Little Red Corvette, y una reinterpretación radical de todo lo que podía significar el sonido de los 80. Prince toma el sintetizador, el beat electrónico, los efectos de voz, y los convierte en algo orgánico, sucio y humano. Cada canción en la película no solo se interpreta sino que se reinventa. Prince se abre, sangra y se estira hasta el límite.
La banda es parte vital de esta transfiguración. Sheila E. es un huracán absoluto. Ella no solo toca la batería con una agresividad y precisión brutales, sino que canta, baila, y en más de una ocasión opaca al propio Prince. Boni Boyer canaliza el espíritu del góspel y lo pone al servicio del funk. Cat Glover, con su cuerpo eléctrico, es más que una bailarina: es la extensión simbólica de Hedoné, la voluptuosa diosa del deseo y de la caótica lujuria que atraviesa todo el filme. Ellas no están ahí para adornar. Son coautoras de esta Eucaristía funk.
Visualmente, Sign “” the Times opera en su propio código. Filmada en parte durante conciertos reales y en parte en recreaciones dentro del estudio de Paisley Park, la película juega con la frontera entre realidad y artificio. Hay una historia mínima (o apenas sugerida) entre Prince, Cat y un tercero invisible, pero funciona más como textura narrativa que como relato. Este recurso, que en manos de otro sería decorativo, en Prince se convierte en parte del lenguaje escénico. Porque en su universo, todo es performance. Todo comunica. Todo cuenta.
Y el cuerpo de Prince lo dice todo. Nunca estuvo más atlético, más preciso o peligroso. Lo vemos deslizarse por el piso en un movimiento que desafía las leyes del esqueleto humano. Lo vemos romper la cuarta pared, no con la mirada, sino con el sudor y con el espasmo, con la frotación explícita del micrófono entre sus piernas. Lo vemos dirigir la banda con gestos mínimos del cuerpo. Es director, actor, músico, amante y dictador. Todo a la vez. Y todo sin margen de error.
Musicalmente, la película es un tratado sobre la hibridez. El funk se cruza con el soul, la psicodelia, el rock, la música electrónica y el góspel en una orgía dionisiaca de estilos donde nada suena forzado. The Cross es una plegaria al borde del éxtasis, con Prince haciendo temblar su guitarra como si fuera un grito. If I Was Your Girlfriend se convierte en un cuerpo sonoro adelantado a su época: crudo, urgente, no binario y vulnerable. Forever in My Life explota en una combinación imposible de lo íntimo con lo eufórico. Ninguna versión en estudio se compara con lo que pasa aquí.
Y luego está lo más difícil de lograr en una película-concierto. Sign “” the Times no solo documenta sino que convoca. Convoca una energía irrepetible y una estética única. Los trajes con aberturas, los pendientes gigantes, los colores ácidos, las luces rojas que lo tiñen todo de deseo y de fiebre. Prince convoca una espiritualidad pagana, funky, sexual, donde Dios y el placer se miran a los ojos.
Hay que decirlo claramente. Junto a Stop Making Sense de Talking Heads, ninguna película-concierto ha logrado capturar a un artista en estado de combustión tan pura. Lo de Jonathan Demme con David Byrne fue monumental por su precisión y concepto. Pero lo que hace Prince aquí es lo opuesto: es caos controlado. Estamos ante una obra de exceso, de cuerpo y de carne. Donde Byrne desarma la lógica escénica con minimalismo progresivo, Prince la revienta con coreografía, sudor y latigazos de guitarra.
Ver esta cinta hoy tiene otro peso. Tres de sus protagonistas (Prince, Boni Boyer, Cat Glover) ya no están vivos. Este documento no es solo histórico. Es casi una aparición fantasmagórica. Un ritual. Y gracias a la reciente restauración en IMAX, esa aparición es más nítida, más poderosa y física que nunca. No importa si la imagen no es perfecta. La energía lo es. Y el sonido, crujiente, amplio, feroz, es lo más cerca que vamos a estar de presenciar ese tipo de espectáculo nuevamente.
No se equivoquen. Sign “” the Times no es solo una película de reestreno para fans. Verla no es recordar a Prince sino verlo vencer el tiempo. Este es un documento que debería proyectarse en todas las escuelas de cine, música, diseño, danza y teatro. Es la prueba viva de lo que puede pasar cuando un artista decide no negociar con el presente y, en su lugar, fabrica el futuro desde el legado del pasado. Y aunque Prince hizo muchas cosas después de esto, algunas brillantes, otras no tanto, nunca volvió a estar tan completamente en control de su genio.
Tráiler:
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