Cómo Queen se ganó su corona: ‘Bohemian Rhapsody’ cumple 50 años

Su verdadera vida estaba a punto de tornarse fantasía, lo cual era básicamente el plan. A finales de los 60, Roger Taylor y Freddie Bulsara se recostaban juntos en suelo, cabeza con cabeza, perdidos escuchando Electric Ladyland y hablando de su futuro. A veces compartían una botella de vino, pero nada más fuerte. “Fred y yo no éramos buenos fumando marihuana”, dice Taylor, más de cinco décadas después. “Solía pensar que me ardía la cabeza por detrás. Nunca me gustó”.

Incluso antes de que Bulsara se uniera a la banda que se convertiría en Queen y se rebautizara como Freddie Mercury, junto con Taylor compartían el gusto por la moda aterciopelada, la pasión por Jimi Hendrix y unas ambiciones desmesuradas. “Queríamos ser los mejores”, dice Taylor. “Los dos realmente queríamos ser exitosos”.El baterista de Queen se encuentra, en este momento, sentado en la amplia sala de estar de su finca del siglo XVIII en la campiña británica, rodeada de  19 hectáreas de bosque. Quizá no hubiera llegado hasta aquí sin la canción que nos reúne hoy, el momento en el que Queen alcanzó lo que ninguna otra banda se había atrevido a lograr, y luego fue un poco más allá, añadiendo unos cuantos “Galileos” más por si acaso: ‘Bohemian Rhapsody’, que está a punto de celebrar su 50° aniversario.

HORA DEL TÉ
Deacon, May, Mercury y Taylor (desde la izquierda) tomando un descanso de los ensayos, 1975.

MICK ROCK

La canción, que fue escuchada por primera vez en la radio británica en octubre de 1975 y se incluyó en un sencillo de siete pulgadas a finales de ese mes, se ha convertido en la canción más reproducida del siglo XX, con más de 2.800 millones de reproducciones en Spotify. “Increíble”, dice Brian May, cuando lo visito al día siguiente. “‘Bohemian Rhapsody’ no envejece, ¿verdad? Y supongo que esa es la magia para nosotros. Tenemos suerte de no envejecer”. Hace una pausa, y hace una pequeña corrección: “La música no envejece”.

Las estadísticas no dejan lugar a dudas: la canción más famosa de Queen está en camino de convertirse en la reliquia más duradera de la era del rock, con Figaro, Beelzebub y todos los demás. ‘Bohemian Rhapsody’ es un vestigio de 5 minutos y 54 segundos de una época en la que los ingenieros realizaban ediciones sobre cintas magnéticas con una cuchilla, cuando las bandas competían por superar los límites de la estructura de las canciones y la tecnología de grabación y, quizá, como argumenta Taylor con acidez, “cuando realmente tenías que ser bueno en tu instrumento, algo que hoy en día no parece ser un requisito”. Mientras Queen trabajaba en ‘Rhapsody’ y el resto de su cuarto álbum, A Night at the Opera, el reloj no se detenía. Dos semanas antes del lanzamiento del álbum, los Sex Pistols dieron su primer concierto en Londres.

La canción, claramente, también es la inmortalización de la brillantez, el ingenio y el dolor de su vocalista y compositor, Freddie Mercury, quien murió de complicaciones relacionadas con el SIDA en 1991, cuando solo tenía 45 años. “En ciertos aspectos, sentimos que queremos excedernos”, dijo. “Es lo que nos permite seguir adelante, cariño… Probablemente seamos la banda más exigente del mundo”. En una agradable mañana de primavera, las puertas laterales de la casa de Taylor se abren de par en par hacia su gran jardín. En algún lugar, fuera de la vista, se encuentra una estatua de fibra de vidrio de seis metros de altura de Mercury que, en su día, anunciaba el musical We Will Rock You. Taylor está convencido de que a su difunto amigo le habría parecido divertidísimo su nuevo hogar. En otra parte entre la vegetación se encuentra el mismo gong de 150 centímetros que oímos tocar a Taylor en los últimos segundos de ‘Rhapsody’.

LOVE OF MY LIFE
El piano de Mercury impulsó la pista base de ‘Bohemian Rhapsody’.

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“Recuerdo que Led Zeppelin tenía un gong”, comenta Taylor con una sonrisa burlona. “Así que nosotros nos compramos uno mucho más grande. La verdad es que era una competencia patética por ver quién era mejor”. Se ríe. Su pelo, antes rubio, ahora es plateado, y lo lleva corto, con una barba a juego, y viste como un magnate jubilado, con pantalones caqui ajustados y una camisa gris abotonada. Cerca hay un piano de cola, con un papel en el que hay garabateada una progresión de acordes en proceso; detrás de él hay libros sobre los Beatles y Bob Dylan.

En 1969, Taylor tocaba la batería en una banda llamada Smile junto con May, un guitarrista brillante, meticuloso y de pelo rizado, mientras que Bulsara cantaba en la efímera Ibex. Los miembros de los dos grupos se amontonaban en varios apartamentos de Londres, y mientras tanto, Bulsara intentaba entrar en Smile. No era en absoluto una elección obvia. “La verdad es que en ese momento no era un gran cantante”, dice Taylor. “Tenía una voz muy potente, pero desaforada”.

Freddie tenía una foto de Hendrix en el espejo de su habitación, dibujaba imágenes de él con sus extravagantes atuendos en escena y lo vio en concierto al menos 14 veces. Hendrix “vivía todo lo que yo quería ser”, diría más tarde, sin mencionar que Jimi también era una excepción a la habitual blancura de las estrellas del rock, una barrera que él también rompería. Bulsara estaba desesperado por transformarse en ese molde, por borrar su pasado reciente como un niño torpe, tímido y con dientes salidos. Rara vez hablaba de sus orígenes tan particulares, una infancia relativamente privilegiada en la colonia británica de Zanzíbar, con padres parsis que profesaban la antigua fe del zoroastrismo. (Como la mayoría de las religiones antiguas, no se caracterizaba por su aceptación de la homosexualidad). Pasó de los ocho a los 16 años en un internado de élite en la India, y él y su familia huyeron al Reino Unido en 1964 después de que una revolución en Zanzíbar derrocara el dominio británico.

A principios de los 70, el cantante de Smile, Tim Staffell, abandonó la banda y Freddie se unió oficialmente, rebautizándola como Queen, a pesar del desconcierto inicial de Taylor y May. El nombre tenía una intención “en el sentido majestuoso”, insistía Mercury, aunque no siempre de forma convincente. Pero lo que ahora parece tremendamente obvio sobre su sexualidad, no lo fue tanto en los primeros años, quizá ni siquiera para él mismo. Mercury conoció a Mary Austin, quien fue su novia durante mucho tiempo, en 1970, y no fue la primera mujer con la que sus compañeros de banda le vieron salir. Como mucho, según ha dicho May, tenían una “ligera sospecha” sobre la verdad.

WE WILL ROCK YOU
May con su característica Red Special, la cual ha tocado a lo largo de toda la carrera de Queen.

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Para ese verano, Freddie encontró su nuevo apellido, inspirado en una línea sobre “Mother Mercury” en ‘My Fairy King’, una canción del primer LP de Queen. “Freddie se creó a sí mismo”, afirma Taylor. “Simplemente forjó a este personaje, Freddie Mercury, de la nada”.

La extraordinaria combinación vocal que alcanzó su apogeo en ‘Rhapsody’ nació en las cavernas resonantes de la costa inglesa, durante las frecuentes visitas a Cornualles, la tierra natal de Taylor. Incluso antes de la salida de Staffell, May, Mercury y Taylor habían comenzado a cantar allí a tres voces. “Solíamos ir a las cuevas y simplemente cantábamos”, cuenta May. “Nos deleitábamos con el sonido, con esa hermosa mezcla de armonías. Supongo que Freddie y yo, en particular, compartíamos esa pasión”.

La alineación definitiva de Queen no se consolidaría hasta el año siguiente, cuando se unió el bajista John Deacon, pero ya habían descubierto el tipo de música que querían hacer. “Nuestra visión de Queen”, relata May, “era que tuviera esa intensidad, ese tipo de potencia y estructura emocionante en la pista de acompañamiento, pero sobre todo eso había una hermosa melodía y armonía. Así había de todo. Eso era lo que buscábamos”. Cuando May asistió a uno de los primeros conciertos de los gigantes del rock progresivo Yes, con su fusión de riffs sinuosos y armonías inspiradas en Crosby, Stills y Nash, pensó: “Bueno, eso se acerca”.

En diciembre de 1969, May, Mercury y Taylor fueron a ver a The Who tocar su entonces nuevo álbum Tommy en el London Coliseum. Era otra pieza del mapa hacia su futuro, quizá no el rock operístico, pero sin duda una ópera rock grandilocuente y en auge. Taylor sigue pensando que el álbum Tommy estaba infraproducido, y que sonaba más pequeño que las versiones en vivo de The Who. Esa fue una crítica que nadie jamás aplicó a su propia banda.

May y Taylor también quedaron impresionados por la sobrenatural conglomeración de voces en otra nueva pieza musical de ese año, ‘Because’ de los Beatles. “Quedamos fascinados”, cuenta May. “Puedo sentir los escalofríos en mi espalda. Pensamos: “Dios mío, debe ser la pieza de armonía pura más atrevida que hemos escuchado jamás’”..

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Han tenido 50 años para reflexionar sobre ello, pero May y Taylor aún no han logrado descifrar de qué hablaba Mercury en ‘Bohemian Rhapsody’. “Lamentablemente, no podemos preguntárselo a Freddie”, dice Taylor. Los miembros de Queen nunca discutían entre ellos las letras de sus canciones, y Mercury no estaba muy dispuesto a dar explicaciones. “La gente todavía me pregunta de qué trata ‘Bohemian Rhapsody’”, dijo años más tarde, “y yo respondo que no lo sé”. Cualquier revelación, sugería, “pierde el mito y arruina esa especie de mística que la gente ha construido”. Su difunto amigo Kenny Everett, el DJ que estrenó la canción, dijo que Mercury llegó a descartar todo el asunto en privado como “tonterías que riman”.

John Reid, quien se convirtió en el representante de Queen a mediados de 1975, justo antes de que comenzaran a trabajar en A Night at the Opera, era abiertamente gay y casualmente salía con otro cliente, Elton John. Después de que Reid mencionara su propia sexualidad durante una cena, Mercury le reveló casualmente la suya. Mercury seguía viviendo con Mary Austin, pero pasaba las noches en el club gay Rods, donde conoció a un joven llamado David Minns y comenzó una aventura. Reid está convencido de que una teoría generalizada sobre ‘Bohemian Rhapsody’ es correcta: la canción trata fundamentalmente de cómo Mercury aceptó su identidad sexual. Una frase como “Tengo que dejarlos a todos atrás y afrontar la verdad” prácticamente pide esa interpretación. “Creo que esa es la clave”, dice Reid, “además de un poco de inseguridad, y el hecho de que nunca pudo ser tan abierto con sus padres”.

SOMEBODY TO LOVE
Queen grabando las armonías para A Night at the Opera, 1975.

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Como escribió Minns en una ocasión, Mercury “estaba atormentado por una especie de culpa que sentía por su vida pasada”. Esos sentimientos parecen definir ‘Rhapsody’, gran parte de la cual está dirigida a “Mamá”. Es tentador ver al hombre asesinado a tiros en las primeras líneas como el fin de Mercury aparentando ser un hombre heterosexual, aunque se dice que empezó a escribir la letra a finales de los 60. “Estaba diciendo adiós a esa vida”, afirma Reid. (Mercury a veces se describía a sí mismo como bisexual en lugar de gay, una etiqueta que podría respaldar la afirmación de un nuevo libro de que tuvo una “hija secreta” alrededor de 1976. Sin embargo, Reid simplemente no cree la historia, ni siquiera la idea de que Mercury pudiera haberlo ocultado. “Todo el asunto es completamente ridículo”, dice. “Había demasiada gente que sabía lo que Freddie hacía dentro de su círculo”. Taylor y May se negaron a comentar el libro).

Para Taylor, casi todas las especulaciones sobre ‘Bohemian Rhapsody’ son “sobreinterpretaciones”. “Estaba escribiendo una canción bastante intensa y reflexiva”, afirma. “Y luego le añadimos todas esas partes increíblemente absurdas en el medio. Mucha gente se ha preguntado: ‘¿Cuál es el secreto?’. No estoy seguro de que haya ninguno. Creo que lo que hay es sencillo, y el resto no tiene sentido, al estilo de Lewis Carroll. ‘Belcebú tiene un demonio reservado para mí”. Para mí, en realidad, es un imaginario agradable. No iría más allá”. (“No significa necesariamente que estudie demonología y cosas así”, dijo Mercury en una ocasión. “¡Es que me encanta la palabra Belcebú! Es una palabra estupenda, ¿no lo crees?”).

LAZING ON A SUNDAY AFTERNOON
La banda se relaja en Ridge Farm, 1975.

MICK ROCK

May, que tiene la costumbre de hablar de su difunto amigo en tiempo presente, no está tan seguro de todo esto. “Está creando algo hermoso en su mente”, comenta. “Y está utilizando todo lo que hay en su mente. Está utilizando su dolor, su frustración, su confusión. No es muy literal. No es muy consciente. Si escuchas ‘My Fairy King’, ¿es eso parte de su fantasía interior de la misma manera?”. (“Alguien… [ha] roto mi círculo mágico / Y ha avergonzado al rey en todo su orgullo”, cantaba Mercury en esa canción. “No puedo correr / No puedo esconderme”). “Es igualmente de indirecto. Freddie no siente la necesidad de explicarse ni de ser directo. A veces le encanta cómo suena su voz al pronunciar esas sílabas. Todo se mezcla en una especie de alegría creativa. Así es como veo a Freddie”.

En la sección central, claramente se está librando algún tipo de batalla, con el cuerpo y el alma de nuestro héroe en juego, y una “monstruosidad” persiguiéndolo. Pero cualquier intensidad lírica se ve socavada, por decir menos, por la alegría de la voz de Mercury y los fragmentos operísticos alegremente absurdos. Un borrador manuscrito de la canción, recientemente subastado, garabateado a lápiz en un papel con el logo de una aerolínea, sugiere que “scaramouche”, “Figaro”, “Galileo”, “magnifico” y “fandango” surgieron de una lluvia de ideas con palabras relacionadas con la ópera o de estilo italiano, prestando más atención al sonido y la rima que al significado. Mercury también anotó “belladonna”, “castanetta” y “barcaraola” (probablemente se refería a “barcarolle”), entre otras opciones. Sin toda esa extravagante contraparte, quizá no habría permitido vislumbrar el abismo que lo precede, uno que de alguna manera aún pasa desapercibido para algunos oyentes: “A veces desearía no haber nacido nunca”.

KILLER QUEEN
Mercury garabateó notas para ‘Bohemian Rhapsody’ en hojas con el logo de una aerolínea.

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Mercury se enorgullecía de reconocer que había investigado sobre ópera para componer la canción, sin entrar en detalles. “Algo como ‘Bohemian Rhapsody’ no surgió de la nada”, declaró. Las clases de piano que recibió de niño le proporcionaron algunos conocimientos previos sobre música clásica, e incluso el nombre que eligió para la canción hace un guiño a ese mundo. Las mismas hojas con la letra subastadas muestran que Mercury consideró primero, y luego tachó, el título irónico “Mongolian Rhapsody”, casi con toda seguridad una variante de las Rapsodias húngaras de Franz Liszt. (Cuando Bugs Bunny, vestido con esmoquin, se sienta al piano para interpretar ‘Hungarian Rhapsody No. 2’ en el legendario cortometraje de 1946 Rhapsody Rabbit, hace referencia a un personaje de una de las óperas de Mozart: Fígaro).

Mercury era muy consciente de la singularidad de su proyecto. “Si realmente escuchas la parte operística, no hay comparación, que es lo que queremos”, comentó. “Pero no pretendemos ser extravagantes, es algo que llevamos dentro”. En algunos momentos —¡magnífico!—, la canción se desvía por completo hacia la comedia, con una autoconsciencia exagerada que elude, por ejemplo, ‘Stairway to Heaven’ de 1971, que es bastante solemne sobre “el bullicio en sus setos”. “Creo que es saludable tener ese tipo de sentido del humor en lo que haces”, dice May. “Y no significa que no seas serio al respecto”. “Pensamos: ‘Bueno, esto es un poco ridículo, así que sigamos’”, añade Taylor. “Disfrutamos mucho de lo absurdo que era”.

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Brian May tenía una obra maestra en su cabeza, pero no conseguía dar en la nota correcta. A mediados de 1975, comenzó a componer una larga pieza de rock progresivo con una estructura intrincada, efectos vocales extravagantes y picos explosivos; pero, definitivamente, no era ‘Bohemian Rhapsody’. En las primeras etapas de A Night at the Opera, Queen se alojó en Ridge Farm, a una hora de Londres, para componer. Acababan de escapar de un contrato de gestión que los había dejado empobrecidos y endeudados, incluso después de haber logrado un gran éxito con ‘Killer Queen’ en 1974.

“Éramos increíblemente pobres”, dice May. “No teníamos nada, y todo el mundo pensaba que estábamos rodando en dinero”. El guitarrista recuerda cómo el antiguo representante de la banda, el difunto Norman Sheffield, discutía por unas baquetas nuevas para Taylor y se negaba a comprarle un piano nuevo a Mercury. Pero Reid, su nuevo representante, convenció a EMI Records para que adelantara suficiente dinero como para que la banda pudiera crear sin límites por primera vez. Les dijo que se dedicaran a la música mientras él se ocupaba de sus antiguos contratos. En sus memorias, Sheffield afirmó que la banda estaba a punto de obtener una gran suma de dinero, pero se marchó porque Mercury estaba impaciente. El cantante arremetió contra Sheffield en ‘Death on Two Legs’, de A Night at the Opera, gritando: “Me chupas la sangre como una sanguijuela”, y el mánager presentó una demanda por difamación que se resolvió rápidamente.

En Ridge Farm, May seguía luchando con la épica composición ‘Prophet’s Song’, basada en un sueño apocalíptico. Se sentía bloqueado mientras se recuperaba de una úlcera, y no ayudaba que uno de sus compañeros de banda estuviera teniendo mucha más suerte. Queen es una de las pocas bandas de rock importantes en las que todos y cada uno de sus miembros han compuesto éxitos a lo largo de los años, pero no lo lograron sin algunos roces. “Éramos bastante competitivos, por supuesto”, comenta May en voz baja. “Podía oír a Freddie martilleando en ‘Bohemian Rhapsody’. Todos estábamos en habitaciones separadas, componiendo nuestras partes, él tenía un piano en algún lugar del patio, al aire libre, y yo podía oírlo tocar con fuerza, y cada vez se volvía más y más complejo y más y más frenético. Y yo pensaba: “Ahhhh, tengo esta visión para ‘Prophet’s Song’, pero no puedo darle vida’. Fue un momento difícil para mí”.


“PENSAMOS: ‘BUENO, ESTO ES UN POCO RIDÍCULO, ASÍ QUE SIGAMOS’. REALMENTE DISFRUTAMOS LO ABSURDO QUE ERA”.


May se encuentra en un cobertizo tipo garaje en su finca rural, no muy lejos de la de Taylor. Está sentado en una pequeña habitación que, según él, es más grande que el apartamento que compartía con su novia justo antes de grabar A Night at the Opera. En las paredes hay algunas fotos con temática astronómica, junto con placas que conmemoran los hitos de ventas de la composición de May ‘We Will Rock You’ y Queen’s Greatest Hits. Su pelo, ahora gris pero todavía rizado, está mojado por su ducha matutina. “Tuve algunos problemas físicos”, cuenta, haciendo una alusión discreta al derrame cerebral que sufrió en agosto del año pasado y que le impidió tocar la guitarra temporalmente. “Y parece que hacer ejercicio sí hace una gran diferencia”.

Una insignia en la chaqueta de May conmemora el sobrevuelo de Plutón en 2015 por parte de la sonda espacial New Horizons de la NASA, a la que, aunque parezca increíble, contribuyó con el análisis de datos. En 2007, completó su doctorado en astrofísica, décadas después de horrorizar a su familia al dejarlo todo por Queen. “Mi papá me dijo: ‘Estás desperdiciando tu vida’”, cuenta May. Su padre seguía pensando lo mismo en 1975, lo que no hizo más que reforzar la sensación general de la banda sobre A Night at the Opera: “Era ahora o nunca”, afirma Taylor.

May se ilumina cuando le menciono mi afición por ‘Prophet’s Song’, que, para ser justos, siempre ha tenido sus seguidores. ROLLING STONE tenía una relación difícil con Queen en aquellos días —el por lo demás brillante crítico Dave Marsh los llamó “la primera banda de rock verdaderamente fascista” en 1979, en lo que ahora parece una reacción exagerada y desconcertante a ‘We Will Rock You’—, pero nuestra reseña de A Night at the Opera fue positiva. Sin embargo, por alguna razón, no mencionaba en absoluto ‘Bohemian Rhapsody’, sino que nombraba ‘Prophet’s Song’ como la mejor canción del LP. “Esa canción es realmente el otro universo oscuro”, dice May. “Nunca ha recibido mucha atención, debido al gigante que tiene al lado”.

Cuando May escuchó por casualidad el nacimiento de ‘Bohemian Rhapsody’, no pudo evitar desviar la atención de su propia canción hacia la de Mercury. Las orquestaciones y los solos de guitarra comenzaron a gestarse. “La idea de todos los elementos instrumentales de ‘Rhapsody’ fue creciendo mientras lo escuchaba desarrollar la canción”, dice. “Freddie tenía unos procesos mentales increíblemente laterales. Siempre me resultaba más fácil tocar sus canciones que las mías, porque había mucha estimulación”.

El riff sinuoso y pesado que sigue a la sección operística, el que le daría a la canción una de sus muchas segundas vidas cuando Mike Myers y Dana Carvey lo bailaron en El mundo según Wayne en 1992, fue invención del propio Mercury, y nunca sonó del todo bien bajo los dedos de May. “‘Bohemian Rhapsody’ nunca es fácil de tocar, incluso después de todos estos años”, afirma. “Todavía tengo que mantenerme alerta o me descarrilaré”.

DOG WITH A BONE
La banda con un amigo canino en Ridge Farm, 1975.

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Después, Queen se dirigió a los estudios Rockfield, en otra granja, esta vez en Gales, para comenzar a grabar. Las pistas base (batería, bajo, piano) se grabaron rápidamente. Mercury incorporó las melodías de las partes operísticas en sus partes de piano, con su interpretación percusiva impulsando el ritmo. “Olvídate de los trajes ridículos, del espectáculo”, dice Taylor. “Ante todo, era un músico brillante. Eso se camuflaba por completo al ser un frontman tan extravagante”. A partir de ahí, la banda pasó por varios estudios de Londres, lo que contribuyó al mito de que A Night at the Opera era “el álbum más caro jamás grabado”. Reid, quien lo sabría, dice que es una tontería. “No hubo ningún derroche”, afirma. “No eran músicos derrochadores… Estoy seguro de que los Stones gastaron más”.

Afortunadamente para Queen, los estudios no cobraban por las regrabaciones. “Creo que entre los tres recreamos una especie de efecto de coro de entre 160 y 200 voces”, dijo Mercury, quien, de alguna manera, siempre mantuvo todo el arreglo en su cabeza; como mucho, escribió algunas de las partes armónicas. Trabajaron en la sección operística durante tres semanas seguidas, incluidos los fines de semana, con la colaboración de la banda, el productor Roy Thomas Baker (fallecido a principios de este año) y el difunto ingeniero Mike Stone. “El hecho de que ciertas partes solo se cantaran en determinados momentos y que aparecieran y desaparecieran”, comenta Gary Langan, ingeniero asistente de esas sesiones, “me parece inimaginable tener todo eso en la cabeza”.

“Parecía que iba a ser eterno”, dice Taylor. “Cómo lo hicimos era que los tres cantábamos todas las partes, lo que le daba una gran densidad, un cuerpo”. Las excepciones, como se muestra en la película biográfica Bohemian Rhapsody de 2018, eran los “Galileos” más agudos, que solo Taylor podía alcanzar. Y el proceso afectó al baterista, quien tuvo una rabieta que, según Langan, se minimiza en la película. “Realmente perdió los estribos, estaba furioso. Fue un poco más intenso de lo que se ve en la película”, cuenta el ingeniero.

Además, los únicos y verdaderos momentos de tensión tenían que ver con la extravagante duración de la canción para ser un sencillo. “Estaba Fred, que se mantenía firme en los seis minutos, por supuesto”, dice Langan. “Y una parte de la banda decía: ‘¿Sabes qué, Fred? Creemos que aquí te pasaste de la raya’”. Taylor incluso recuerda que Deacon intentó editarla, lo que no les gustó nada a los demás.

La banda estaba preocupada por la reacción de su discográfica, pero Reid insiste en que no hubo ninguna confrontación importante con los ejecutivos. “Hubo dos o tres promotores que opinaban que era demasiado larga”, relata. “Al final, hicieron lo que les dijimos”. De hecho, algunas de las objeciones más fuertes vinieron de Elton John. “Dijo: ‘¿Están putamente locos? Nunca será un éxito. ¡Es demasiado larga!’. Y estaba convencido de ello”, recuerda Reid.

La última innovación de la banda fue grabar un video musical para la canción, algo poco habitual en 1975. (Años más tarde, una reedición del metraje de El mundo según Wayne relanzaría la canción en Estados Unidos). Solo dedicaron cuatro horas a ello, en los estudios Elstree, el mismo lugar donde se rodaría gran parte de Star Wars un año después. Taylor, una vez más, no se lo pasó muy bien. “Tuve que desnudarme hasta la cintura y cubrirme de aceite para bebés. Y eran como la 1:30 de la madrugada”, cuenta.

May grabó todas las partes de guitarra de la canción con su Red Special, la guitarra que había construido desde cero con su papá cuando era adolescente, utilizando madera de una antigua chimenea. Cuando me lleva a su estudio casero después de nuestra charla, le pregunto por su paradero. “¿Quieres verla?”, me pregunta, y envía a alguien a buscarla. Cuando llega, unos momentos después, May toca unos acordes suspendidos y habla de la influencia de Pete Townshend, de The Who. “Es una vieja amiga”, dice, y me la pone en las manos. Es pesada, con madera densa y el peso de su historia, pero me atrevo a tocar las primeras notas del solo de ‘Bohemian Rhapsody’, sintiendo mis dedos en el suave mástil, exactamente en los mismos puntos en los que May los colocó. May levanta las cejas y se ríe: “¡Ah, bien! ¡Eso podría funcionar!”, dice.

***

Desde 2011, Queen ha realizado varias giras mundiales con Adam Lambert como vocalista, y tienen buenas noticias para sus fans: “Creo que aún no hemos terminado”, afirma Taylor. “Y no creo que vayamos a decir, ya sabes, que es la gira de despedida definitiva o algo así. Porque nunca lo es”. Todavía no han sacado nueva música de Queen con Lambert, pero May dice que esa idea “siempre está en mente. No mucha gente lo sabe, pero con Adam hemos estado en el estudio probando cosas. Hasta ahora no se ha materializado nada. Algunas cosas están destinadas a ser y otras no”.

May tiene una idea sólida para el futuro de Queen, que se le ocurrió después de quedar “impresionado” por la actuación de los Eagles en el Sphere de Las Vegas. “Me gusta mucho el Sphere”, dice el guitarrista. “Me ha hecho pensar. Me senté allí viendo a los Eagles y pensé: ‘Deberíamos hacer esto. Lo que podríamos aportar sería estupendo’. Así que, sí, me gustaría hacerlo. Estamos en conversaciones”.

John Deacon sigue ausente de esas conversaciones. Siempre el miembro más callado de Queen, se retiró a una vida privada tras la muerte de Mercury. No ha concedido ninguna entrevista en décadas y no habla con sus compañeros de banda en lo absoluto, ni siquiera en el ámbito social. “Creo que tanto a Roger como a mí nos resulta bastante difícil, pero él no quiere y tenemos que respetarlo”, dice May. “Quiere estar retirado. Sin embargo, sigue formando parte del destino de la banda. Si tenemos que tomar decisiones empresariales, siempre se le consulta, pero eso se hace a través de mánagers o de nuestro contador. No hablamos, lo cual es una pena, pero sabemos que contamos con su bendición, y eso es importante”.

Incluso Mercury se siente, de alguna manera, más presente en sus vidas. “Brian y yo a menudo pensamos que está en la habitación, en un rincón”, comenta Taylor. “Porque sabemos exactamente lo que diría y lo que pensaría, aunque ya han pasado muchos años desde que lo perdimos”. Hasta el día de hoy, Mercury tiene la costumbre de aparecer en los sueños de May. “Siempre es muy prosaico. Nunca me sorprende que esté ahí. No pienso: ‘No deberías estar aquí’. Es como si formara parte de mi vida, como siempre lo ha hecho”, cuenta.

En ciertos momentos, Mercury restaba importancia a su música con ligereza, sugiriendo que nada merecía perdurar, ni siquiera ‘Bohemian Rhapsody’. “Solía decir: ‘Oh, mi arte es como el papel del pescado y las papas fritas’”, dice May. “¿Recuerdas esa cita? ‘Es desechable’. Pero no, él no pensaba así. No realmente”. May suspira en voz alta, pensando en su amigo, y se repite, con más firmeza: “No realmente”.

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