Aruba: donde las culturas convergen y la música se reencuentra

Las diferentes culturas convergen con el tiempo y la naturaleza:

El azul cristalino del mar Caribe llega hasta las playas de arena blanca en las costas de Aruba. Desde la salida del avión, al aterrizar, se respira el aroma del mar, traído por la brisa que recorre la isla: una brisa que refresca y se lleva las penas de turistas y locales, quienes te reciben con una sonrisa sincera y acogedora.

“Nuestra cultura y nuestro idioma son la mezcla de diferentes lugares del mundo, como Holanda —Aruba fue colonia holandesa—, los taínos, los africanos y, más recientemente, los suramericanos y norteamericanos”, nos explican mientras vamos de camino al hotel. ¿Por qué más recientemente los norteamericanos y suramericanos? “La mayoría de nosotros creció con telenovelas suramericanas; muchos aprendimos el español a través de ellas. Además, escuchamos mucho vallenato —en la radio suena el programa Dinastía Vallenata— y un gran porcentaje, sobre todo de colombianos, vive actualmente en la isla. La influencia norteamericana está más ligada al turismo, tanto así que gran parte de su cultura moderna puede verse reflejada en varias infraestructuras y almacenes”, señala, apuntando a un Wendy’s por el que vamos pasando.

El papiamento es el idioma oficial de la isla, una lengua que combina holandés, inglés, español y un poco de francés. Estos idiomas, por separado, también son hablados con gran soltura por la mayoría de los arubianos, lo que ha sido de vital importancia a la hora de recibir a turistas de distintos lugares del mundo.

Los colores llamativos se roban el protagonismo en Oranjestad, capital de Aruba. Desde “mercados de pulgas” hasta tiendas de lujo, en la capital arubiana se puede encontrar todo tipo de productos para llevar un recuerdo a casa o renovar el armario. Entre casas coloridas y tradicionales y calles modernas, Oranjestad ofrece un amplio abanico de opciones para los amantes de las compras y las caminatas bajo el sol, siempre acompañadas por una brisa refrescante.

Cortesía.

El Natural Bridge es uno de los símbolos naturales más emblemáticos de la isla. Una formación rocosa de origen coralino que, durante muchos años, fue el puente natural más grande del Caribe, esculpido por la fuerza constante del mar y el viento en la costa norte de Aruba. En 2005, debido a la erosión natural de una isla que en gran parte es desértica, el puente original colapsó, dejando los restos de lo que hoy en día es uno de los lugares más visitados por turistas en la isla.

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La belleza natural se entrelaza con la espiritualidad en Ayo, un conjunto de rocas volcánicas ubicado en el centro-noreste de la isla. Un lugar sagrado para los arahuacos, donde se pueden apreciar grabados rupestres; un espacio mítico que une el pasado con el presente y al arahuaco con el turista.

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Un reencuentro musical que va más allá de los idiomas y el mar:

Live in Paradise: no hay mejor nombre para este festival musical llevado a cabo en Aruba, esa isla que conecta el pasado con el presente y crea puentes sonoros entre las islas del Caribe que han logrado conectar con el público alrededor del mundo.

La bachata y el merengue fueron los grandes protagonistas de la noche. Con el atardecer, Live in Paradise daba inicio con un sonido técnicamente muy bien logrado —un reto mayor al tratarse de un concierto en un espacio abierto—. Bulería y la reconocida agrupación arubiana Grupo Di Betico pusieron a bailar a las miles de personas que ya se encontraban dentro del recinto. Canciones en español y papiamento se sucedían una tras otra, mientras el bailador, refrescado por la increíble brisa, no paraba de bailar y sonreírle a la noche entrante, en la que Juan Luis Guerra y su impecable banda, 4.40, cerrarían con broche de oro.

Las luces se apagan y se percibe la llegada de 4.40 al escenario. Tras una breve introducción en video, las luces de colores se encienden y la elegante e imponente figura de Juan Luis Guerra entra en escena. Pocos artistas suenan igual —o incluso mejor— en sus conciertos que en sus discos, y ese es el caso del dominicano, quien, con tan solo un pie sobre el escenario, puso a bailar a miles de personas del Caribe, ya que, además de arubianos, asistentes de distintos países viajaron a la isla para presenciar este gran festival musical que conecta no solo con la música, sino también con el idioma y la cultura.

Éxito tras éxito, el público no podía contener la emoción de ver a Guerra sobre la tarima. El ‘Niágara en bicicleta’ y ‘Ojalá que llueva café’ marcaron dos momentos cúspide, en los que la energía alegre y festiva emanaba desde el escenario hasta la última silla de la tarima más lejana. Les siguió un popurrí con las bachatas más reconocidas del artista, durante el cual varias personas del público no pudieron contener las lágrimas al escuchar canciones como ‘Bachata en Fukuoka’, ‘Bachata rosa’ y ‘Burbujas de amor’.

El espectáculo finalizó con el himno que se baila en todo el mundo: ‘La bilirrubina’, ante un público que coreaba sin descanso “¡otra, otra, otra!”. El cierre fue tan enérgico como emotivo, un broche de oro para una noche que, sin duda, posiciona a Aruba como un destino donde las culturas convergen y la música se reencuentra para brindarle al público las emociones únicas que solo ella sabe ofrecer.

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Aunque las canciones se canten en un idioma específico, la música es un lenguaje universal que conecta a personas de todo el mundo. Es un puente entre tiempos y culturas, un lenguaje universal que, dentro de Aruba, promete regalarnos muchos más momentos históricos.

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