Adiós Sui Generis, se cumplen 50 años de los conciertos que cambiaron para siempre la historia del rock argentino
El 5 de agosto de 1975, exactamente un mes antes de los shows de despedida en el Luna Park, Sui Generis se presentó en el cine Princess de Montevideo. Cruzar la frontera, aunque más no sea al otro lado del río, era uno de los anhelos de Nito Mestre, una salida posible para romper el destino circular del circuito de escenarios acotados para las bandas argentinas. Charly García ya tenía otro plan en mente y ni una gira por Latinoamérica hubiese cambiado su decisión de disolver al dúo en su momento más alto de reconocimiento y convocatoria. El cine ubicado en el barrio de Cordón no estaba repleto, pero el público en su mayoría adolescente testeó de primera mano al nuevo fenómeno musical llegado desde la otra orilla. El dúo devenido cuarteto estrenó varias canciones de Pequeñas anécdotas sobre las instituciones (1974), incluso tocó una que no entró en el listado final del tercer álbum de Sui Generis.
Yo formé parte de un ejército loco
Tenía 20 años y el pelo muy corto
Pero mi amigo hubo una confusión
Porque para ellos el loco era yo
Es un juego simple el de ser soldado
Ellos siempre insultan, yo siempre callado
Descansé muy poco y me puse malo
Las estupideces empiezan temprano
(“Botas locas”)
La canción, una consecuencia del corto pero traumático período que García experimentó durante el servicio militar, despertó la furia de un espectador que tomó la letra como un insulto y realizó una denuncia en la comisaría más cercana a la sala de cine. Desde junio de 1973, Uruguay estaba gobernada por una dictadura cívico-militar y la ausencia de garantías constitucionales permitía todo tipo de acciones represivas.
“Se supone que estaba la hija de un militar o el padre con la hija acompañándola al show. Lo cierto es que el tipo hizo la denuncia de que estábamos cantando algo indebido. Y nos fueron a buscar al hotel y nos llevaron en cana, nos vendaron, nos tiraron en una camioneta y nos llevaron como a la SIDE de allá. Ahí nos tuvieron con las manos alzadas y nos pegaban de atrás si las bajábamos”, dice Nito Mestre cincuenta años después, desde su casa en Palermo. La formación de Sui Generis modelo 1975, que completaban Rinaldo Rafanelli (bajo) y Juan Rodríguez (batería), permaneció varias horas en un lugar que nunca pudieron determinar. “No sabíamos por qué estábamos detenidos hasta que apareció alguien y preguntó: ‘¿Quién escribió la letra de ‘Botas locas’?’. Y Charly dijo: ‘Yo’. Charly se acercó, comenzó a escribir la letra de la canción, la verdadera dice ‘si ellos son la patria yo soy extranjero’, refiriéndose a los militares. Y Charly cambió la letra y puso ‘si ellos son la patria yo me juego entero’. Entonces el tipo dijo ‘qué raro, ¿por qué están acá?’, y al rato nos dejaron libres”.
El largo adiós de Sui Generis es una novela de ruta con final anunciado, protagonizada por dos pibes de apenas 23 años en completo estado de gracia, hippies que brillan en un territorio hostil que muy pronto se convertirá en un teatro de operaciones dantesco. Charly (que por aquella época era Charlie) estaba harto de recrear el repertorio de Vida, aquel adorable debut y manifiesto adolescente que introdujo a una generación en el microcosmos del rock argentino, y de no escucharse cada vez que un coro de mil voces se adueñaba de “Aprendizaje” o de “Confesiones de invierno”, los clásicos absolutos de todos los fogones. El tiempo de Sui Generis nació en plena primavera camporista y esperanza democrática luego de seis años de dictaduras militares, vivió el regreso del general Perón y las luchas entre las facciones peronistas. Con la muerte del caudillo, la crisis se agudizó aún más, pero será la estrepitosa devaluación del peso, conocida como el Rodrigazo, el mayor golpe para el bolsillo de los argentinos. Durante esos días de crisis económica y zozobra institucional del gobierno de Isabel Perón, el dúo, junto al productor Jorge Álvarez, comenzaba a preparar su despedida.

“En un café del centro estábamos sentados Charly y yo, frente a frente. Nuestra relación siempre fue extraña. Él a veces desconfiaba y pensaba que yo lo censuraba. Quería explicarme que no deseaba seguir con Sui Generis. Yo había trabajado como un burro, moviendo piezas y consiguiendo herramientas para armar aquella historia. Había costado mucho dinero, energía y astucia. Pero conocía a Charly a fondo. Sabía que lo que me estaba diciendo era definitivo. Por eso se me ocurrió proponerle que no hiciéramos lo que hacen todos los grupos. Pergeñamos de inmediato un concierto de despedida en el Luna Park y un álbum doble en vivo que después complementamos con el film que Babsy [Leopoldo] Torre Nilsson produjo conmigo y Casa América como socios” (Jorge Álvarez, en su libro Memorias).
“El último LP de Sui Generis se iba a llamar Ha sido. Eran canciones que tenían que ver con el ácido. Pero no lo grabamos porque en realidad ya no teníamos ganas de hacer nada. Las letras hablaban de ir al mar y ver peces de colores, aunque en realidad el disco tenía muy pocas letras, era pura música. Yo estaba con polenta para hacerlo pero a Nito no le interesaba tanto porque casi no cantaba. Fue entonces cuando le dije a Álvarez: ‘Esto no va más, hacemos un recital de despedida y chau’. Yo me daba cuenta de que la gente no iba a aceptar a Sui Generis si seguía cambiando. Iban a sentir que nosotros traicionábamos la esencia del grupo” (Charly García, del libro Conversaciones, de Daniel Chirom – 1983).
La versión de Nito Mestre tiene un tono relajado, sin restar épica a las epopeyas de Sui parece contemplar la temporada del adiós como un momento marcado por señales de alerta, cierta candidez y un fuerte deseo de ampliar su mapa de expectativas.
“No es que vino Charly un día y dijo nos separamos. Eso pasó pero fue un proceso paulatino. Hay una marca muy práctica que reconozco en mi forma de ser: yo siempre tenía un cuaderno con los recortes de las notas y de todos los shows y eso paró en noviembre de 1974. Ahí ya está, ahí chau. Había varios motivos: pelear tanto por el disco Instituciones, ponerle mucha garra, cambiar las cosas por la censura. Otra cosa que me sucedía es que cuando íbamos a tocar había momentos en que me aburría muchísimo. Cuando entraron Rinaldo y Juan la cosa se tornó más instrumental, había una pieza de 25 minutos, muy de los años 70. Me aburría como un hongo. Una vez fuimos a tocar a Chascomús y hubo un solo de bajo y batería que duró media hora, entonces les dije a los plomos: ‘avísenme cuando vayan terminando que me voy a tomar un té’. Todo se tornó repetitivo, arriba del escenario no nos escuchábamos, era imposible tocar sin retorno”.
“Lo nuestro era tocar por el Gran Buenos Aires, clubes de Moreno, Banfield, La Plata. Cada tanto viajar a Rosario, Córdoba, a veces Santa Fe y de nuevo dar la misma vuelta. Hubo una isla de rescate cuando hicimos el Coliseo en marzo o abril de 1975, en donde estuvo David Lebón como invitado. Realmente me hubiese encantado que entrara a la banda. Otro guitarrista y los tres cantando ya se armaba una pelota distinta. A David lo conocía bien, me encanta su voz, terminamos viviendo juntos con Rinaldo también durante 1975. También creo que era un momento difícil para entrar en esa última etapa, cosa que nos podría haber salvado. Al tiempo del Coliseo, Charly me volvió a decir que no daba para más y le dije que insistiéramos con la grabadora para salir al exterior, con giras y la edición de los discos. No nos dieron bola. El tema es que dejé de poner mi energía en Sui Generis y eso se empezó a notar”.
Jorge Álvarez comenzó a idear acciones para detener el final de Sui Generis, como editor de libros y productor discográfico conocía las leyes del mercado juvenil. Podía jactarse que junto a Billy Bond había descubierto al dúo de folk-rock que muy pronto elevó exponencialmente las ventas de vinilos y sumó mucho público adolescente a los recitales de rock. “Jorge nos propone hacer cuatro shows en el Astral durante los domingos de julio a las 11 de la mañana, así podían ir los chicos más jóvenes. El primer domingo llovió a mares, bastante poca gente para lo acostumbrado. A Rinaldo se le cortaron dos cuerdas del bajo, algo que no sucede nunca, la gente rompió un vidrio de la entrada. Todo mal, había un clima de mala vibra. Siempre creí en las señales. El ciclo terminó con el primer show, no hubo más, los cancelamos”, dice Nito Mestre.
La guerra de nervios entre Jorge Álvarez y Charly García creció en intensidad a partir de la grabación de Pequeñas anécdotas sobre las instituciones. Repleto de detalles y conflictos que incluyen un crecimiento compositivo y una búsqueda musical que no mide riesgos ni saltos al vacío, el tercer disco de Sui Generis también refleja la tumultuosa realidad política y social del país. El título del álbum sólo permaneció en la canción que inicia el recorrido contra los estamentos establecidos, en este caso la familia y la idea de que la barbarie empieza en casa. “Instituciones”, la canción, es una versión más de choque que la inocente “Aprendizaje”, una mirada sagaz sobre las imposiciones sociales y el machismo imperante. Charly utiliza su arsenal de sintetizadores recién adquiridos para resaltar planes más sinfónicos: Yes, Genesis y Emerson, Lake & Palmer figuran entre sus influencias, también Bertold Brecht como modelo en el modo de encender señales de alerta y esbozar con tono teatral los procesos sociales sin la más mínima alusión al panfleto. La tensión Álvarez-García se escucha en “Tango en segunda”. “Es contra Jorge Álvarez, esa parte que dice: ‘A mí no me gusta tu cara…’. Él tenía algunos pecadillos, como su very special forma de entender la distribución del dinero, y en ese momento asumió el papel de censor…”, dijo Charly a ROLLING STONE en clara alusión a las modificaciones que sufrieron algunas letras y a la decisión del productor de no incluir “Botas locas” ni “Juan Represión”. Para llenar esos huecos, García compuso nuevos temas en donde toda su inquina tenía un solo destinatario. La letra de la canción es densa y acompaña perfectamente la atmósfera espectral que crean los sintetizadores, un acercamiento claro al tango y en especial a las enseñanzas de Astor Piazzolla.
Es imposible llegar al Adiós Sui Generis sin detenerse en el cambio que provocó en Charly su exploración antropológica contenida en Pequeñas anécdotas… Por ejemplo, el horror que impuso la Triple A inspiró el clima dark que se escucha en varios momentos del disco. Eran años de lucha armada y terrorismo de Estado, un escenario infernal que García desmenuza con rigor cinematográfico y gracia onírica. “El show de los muertos” es un blues psicodélico, colgado y espacial, armado con las preguntas de los inocentes (“¿Cuántas veces tendré que morir para ser siempre yo?”) y la inclemente mueca de los sicarios (“que duerme tranquilo después de asesinar sin saber y ríe en su casa”). Uno de los mejores retratos de época que por su poder atemporal brilló en Puerto Madero durante el multitudinario concierto de 1999 y que también integra el disco en vivo Demasiado Ego.
“Las increíbles aventuras del señor Tijeras” es otra muestra del coraje que revela García a la hora de elegir a sus adversarios. El gesto censor del corte se escucha al comienzo y al final de la canción más explícita de Pequeñas anécdotas… A pesar de los cambios que sufrió la letra, la figura siniestra de Miguel Paulino Tato quedó exhibida y también su gestión (1974-1980) al frente del Ente de Calificación Cinematográfica, que censuró más de 600 películas. Con dinámica de ópera rock al estilo Tommy, la canción incluye un desarrollo dramático, uso y abuso de sintetizadores y falsetes, y un desenlace con visos premonitorios: “Te veré en 20 años en televisión, cortada y aburrida, a todo color”, aunque la estrofa original decía: “Yo detesto a la gente que tiene el poder de explicar lo que es bueno y lo que es malo también, sólo el pueblo, mi amigo, es capaz de entender”. Varios años más tarde su autor reconocería que “Instituciones es mejor como salió que como hubiera sido con las letras originales…”.
El tiempo le dio la razón al productor que salvó al dúo de un suicidio en público en los últimos y tormentosos días del gobierno de Isabel Perón. Si alguien quiere entender qué pasaba en el país en 1974, Pequeñas anécdotas… es un documento brillante para saber cómo operaba la censura y el terrorismo de Estado, y también un registro sobre el sentido del arte en tiempos violentos.
“Soy una persona que cuando tiene algo muy seguro ya no le gusta más. Estaba aburrido de que apenas comenzaba el recital y tocaba el sol mayor de ‘Canción para mi muerte’, el estadio se viniese abajo. Quería terminar con la imagen de chico cándido que tenía con Sui Generis, quería dar un paso más. Ese paso era hablar directamente de las instituciones. Quería que mi música transmitiera sensaciones con las letras y las melodías, pero a nivel sonoro… Tuve bastante negativa por parte de la grabadora cuando expliqué mi proyecto para el nuevo LP, pero igual seguí adelante. Llegó un momento en que Sui Generis no ensayaba más, estábamos podridos de tocar siempre lo mismo. ¡Y encima les gustábamos a las madres!” (Charly García, del libro de Conversaciones de Daniel Chirom – 1983).
Sui Generis se despidió con aquella frase, casi un grito, de Charly García: “Bueno, yo me despido ahora, chau, chau, chau loco…”, y con una versión emocionante de “Rasguña las piedras”. Fueron dos funciones en el Palacio de los Deportes de la calle Bouchard. Por fin el rock volvía con gloria al Luna Park después del “rompan todo” de Billy Bond y La Pesada del Rock & Roll. Hasta la revista Gente, en su edición 529, que salió a la calle el jueves 11 de septiembre, publicó una doble página (seis fotos con sus correspondientes epígrafes) que tituló: “Qué mambo, loco… Qué mambo (reunieron más gente que Gardel)”. Las estimaciones hablan de 26.000 personas entre las dos funciones. Sui Generis siguió tocando: Rosario, Mendoza y Caleta Olivia marcaron el periplo final signado por la devoción del público y la mala suerte en las últimas jornadas.
“No había grandes shows. No existían paralelos. Era como decir llenamos Aeroparque. Una demencia: no había redes, sponsors excepto uno: Casa América, que eran conocidos de Jorge Álvarez. Primero Jorge convenció a Tito Lectoure —promotor de boxeo y máximo responsable del Luna Park—. Había pasado lo de La Pesada y el rock era una mala palabra. Teníamos que ensayar para el Luna y eso nos volvió a juntar. Álvarez ya tenía todo armado en su bocho y nos dice que no va a ser solo una función, que van a ser dos y que vamos a grabar un disco y se va a filmar una película. Lo primero que pensamos fue ‘hay que estar muy atentos y ensayar mucho’. Nos encontrábamos con Charly cerca de la sala y caminábamos y conversábamos y estábamos contentos porque íbamos a hacer dos Luna. ‘¿No será mucho?’, pensé yo. Veníamos de 1.500 personas a 13.000, las que sean. Semejante cantidad de gente creo que la habíamos visto en un Carnaval en Excursionistas cuando tocamos junto a Palito [Ortega], Sandro y Joan Manuel Serrat. Y como nos pusimos las pilas empezó a mejorar todo, nos llevábamos mejor, nos veíamos más: teníamos un motivo. ‘¿Que te vas a poner?’. Boludear con esas cosas como cuando sos pibe, no como un consagrado aburrido que dice: ‘¿Otra vez tengo que salir a tocar?’. El Luna fue fantástico, lo veo de mi lado, absolutamente enfocado en lo que estaba pasando” (Nito Mestre).
“En el Luna nos pagaron un fijo, no un porcentaje. No teníamos a nadie, ni un control de boletería. Oscar Lopez —productor asociado a Jorge Álvarez— no vio los shows de Sui Generis porque estaba encerrado contando plata. No había tarjetas, QR. Las cuentas después de los shows se hacían en una servilleta. Y con Charly no nos cerraba. Podríamos haber sido Los Chalchaleros, los Eagles, que se juntan una vez cada año, o como hizo Fito [Páez], que dijo que nunca más iba a tocar en la Capital. Pero en ese momento no podíamos decir “no seguimos más”. A lo sumo podíamos agregar unas fechas más” (Nito Mestre).
—¿Por qué razón no hay invitados en el Adiós Sui Generis?
—Creo que a David le dijimos de venir y él nos dijo: “Sui son ustedes” y León estuvo, nos conocíamos de memoria. Pero al final lo pensé: ‘pucha, somos nosotros cuatro’. León escribió el texto que leyó Wilmar Caballero antes del show. Todo era muy rudimentario. Si ves la película o las fotos de ese día, era la segunda vez que íbamos a usar monitor de piso. Se graba en cuatro canales y punto. Milagro de Amilcar [Gilabert]. No sé cómo hizo para registrar lo que salió en los discos. La batería sonaba bárbaro, siempre lo gastamos a Juan que le había tirado unos mangos.
Adiós Sui Generis quedó inmortalizado en un disco doble que se vendía por separado. En 1994 apareció un tercer volumen que contribuyó a abonar la leyenda que se completa con la versión fílmica de los shows dirigida por Bebe Kamin y con producción de Leopoldo Torre Nilsson. Fue el propio interventor del ente calificador, Miguel Paulino Tato (“El señor tijeras”), quién demoró el trámite de calificación cuatro meses, impidiendo el estreno previsto para febrero de 1976. Finalmente el film recibió la puntuación de “Prohibido para menores de 18 años”, decisión que limitó poderosamente su performance comercial. A pesar de la censura y las restricciones, la película se convirtió en un clásico del cine documental por varios de sus momentos testimoniales: la cámara recorre la previa de los shows, entrevista a chicos y chicas que tímidamente explican qué significa Sui Generis para ellos, un registro de incalculable valor histórico para una generación que pocos meses después sería objeto de la más terrible acción criminal que conoció nuestro país. Entre los colaboradores de Kamin aparece el nombre de Raymundo Gleyzer, notable cineasta que permanece desaparecido desde el 17 de mayo de 1976.

“La idea original de hacer la película fue de Jorge Álvarez, en aquel momento un editor muy importante que había introducido autores y textos significativos en la cultura de finales de los 50, de los 60 y 70. Era una especie de asesor de Nilsson, eran muy amigos. Nilsson fue a ver el material al Laboratorio Alex, empezó la proyección y a los cinco minutos se levantó, se fue. Lo corrí para preguntarle qué había pasado y me dijo que tirara todo a la basura. Entonces yo le dije: ‘Hagamos una cosa, yo hago el montaje de una canción y usted la ve, si le parece que está bien, hacemos la película’. Me dijo: ‘Bueno, está bien’. Hice entonces el montaje de ‘Instituciones’, uno de los primeros temas que se interpretan, y le gustó. Gracias a eso la película existió. Pero le puse una condición, le dije: ‘No me alcanza el material, necesito filmar dos o tres días’. Yo necesitaba agregar algo a lo que habíamos filmado porque no llegaba a la duración de un largometraje. Y así filmé ‘Mr. Jones’, esa especie de videoclip, algunas cosas con Nito Mestre, y a Charly que quería hacer de Drácula. Una de las partes que más me gustan es cuando Charly hace el solo de teclado, excepcional, de ‘Un hada, un cisne’. Había una parte de eso que sonaba muy a jazz de los 30 o 40. Yo cerrando los ojos pensaba que me remitía a ‘Sombrero de copa’. Y uno de los bailes de Fred Astaire sincronizó perfecto con la música de Charly. Lo de las hermanas Norma y Mimí Pons era una iniciativa que tuvo Jorge Álvarez, que era muy del espectáculo, conocía a los famosos. Propuso que asumieran papeles de divas de Holywood. Y como yo pedí la sala de grabación donde se grababa la música porque había un tema, ‘Nena’ —luego conocida como ‘Eiti Leda’, etapa Serú Girán—, que no tenía material, entonces las citamos allí” (Bebe Kamin, en Espacio Cine, septiembre de 2024).
“Mientras estábamos probando sonido, el escenario era bajo, se acerca un tipo con un papel, era el contrato de la película. El 7% era para nosotros. ‘Raja de acá’, le dijimos, era un abogado o algo así. Se va, vuelve a los 15 minutos, puso 14%. Ahora sí. Doblamos el papel, y cada uno se lo puso en el bolsillo de atrás del jean. Después nos cambiamos. ¿Qué pasó? Ese mismo día perdimos los contratos. Nunca cobramos un mango de la película. La teoría era que iba a aparecer alguien. Enseguida, no hicimos nada. Terminó lo de Sui y Charly ya tenía la cabeza puesta en La Máquina de Hacer Pájaros y yo en Los Desconocidos de Siempre” (Nito Mestre).
A punto de cumplir 19 años, Freddy Berro sacó dos entradas para ver a Sui Generis en el Luna Park, una para cada función. No quería perderse de nada y 50 años después todo indica que es uno de los dueños de la memoria viva del dúo. Tanto en su blog, Incunables Posludios, como en la página web Los libros del Rock Argentino, Berro retiene el tiempo y puede exponerlo en la reciente edición del libro Todo Sui Generis, en donde comparte autoría con Lucas José Fernández.
“Yo no trabajaba, solo estudiaba y tenía la plata semanal que me daban mis viejos. Pagué las entradas con esos ahorros ya que no podía decirles a mis viejos que iba a ir porque la fecha del concierto coincidía con la cena de año nuevo judío en mi casa y a esa cena no se podía faltar bajo ningún aspecto. Pero mentí y falté. Nadie, ni los músicos mismos, tenían idea de la magnitud de Sui Generis. Solo se presentía. En las guitarreadas en casas, campamentos o fogones de treinta canciones que se cantaban, la mitad eran del dúo… Llegué al Luna Park, compré el poster y medio a empujones pude estar entre los primeros que entramos y por eso me pude ubicar bien adelante.
El único problema que tuve con la seguridad fue una discusión con uno de ellos. Yo le decía que me dejara estar donde estaba porque tenía y mostraba la entrada para la función siguiente, pero no hubo caso. Las tres primeras filas eran para los invitados y ellos se quedaron adentro. Salí y me quedé bien pegado a la puerta, pese a que algunos que estaban en la cola me puteaban y me mandaban para atrás.
Cuando entré, me ubiqué en el mismo lugar que estaba… El disco doble lo esperé con ansiedad. Iba todos los días a la disquería a preguntar si había salido. El día del estreno de la película la vi en el Cine Cabildo, en Belgrano. La daban en continuado. Entré a las 13.30 y salí a las 23.30, y verme aparecer fue un flash” (Freddy Berro).

Se sabe y se repite hasta el hartazgo que el Ruso Vera aparece en las primeras imágenes de la película, que el atuendo de galera y frac que luce Charly está sacado de Goodbye Cream, convengamos que también el título del concierto. Otra postal recurrente es que en la previa del show se vendían unos posters realizados con la foto coloreada que sacó Ada Moreno, por aquella época pareja de Billy Bond. Y que en la primera fila estaba María Rosa Yorio, esposa de Charly, junto a León Gieco y Raúl Porchetto, o sea la plana mayor de PorSuiGieco, supergrupo que en diciembre de ese año editaría su disco homónimo. Un sinfín de detalles y anécdotas que reafirman un momento clave del rock argentino y el primer atisbo del esplendor escénico del autor de “Para quién canto yo entonces”.
“Supongo que visibilizó una cultura y también habilitó un negocio. Si bien la música beat ya había tenido manifestaciones de alto impacto popular y comercial (por ejemplo, diversos momentos de la larga carrera de Los Gatos), la realización de dos recitales en el centro de Buenos Aires con casi 30.000 personas por parte de un conjunto de “la progresiva” ya imponía otro tipo de conversación. Hasta ese momento las experiencias beat en el Luna Park no habían sido satisfactorias en ningún sentido y lo máximo que podía aspirar un conjunto en materia de recitales era un Gran Rex: 3.200 localidades” (Roque Di Pietro, autor de la monumental saga de dos tomos de Esta noche toca Charly).
“Parecería que luego del Adiós Sui Generis, el Luna Park se habilitó para el rock argentino y Tito Lectoure (desde siempre refractario a alquilar su estadio al rock) se relajó y bajó la guardia. De memoria, recitales en el Luna Park luego del ASG: Invisible (dos veces durante 1976), Crucis, La Máquina de Hacer Pájaros, Festival del Amor, Genética Humana, Festival BUE, etc. Forzando un poco la interpretación de los acontecimientos que ocurrieron hace medio siglo, probablemente el ASG fue la primera y más contundente demostración de poder de la música de Charly García. Una demostración inapelable (para productores, ejecutivos discográficos, compañeros de banda, colegas, familiares, novias y hasta para él mismo) de que algo importante pasaba con Charly. Si consideramos que Vida apareció en los primeros meses de 1973 y su actuación en la película de BA Rock 3 fue incluida por presión de Jorge Álvarez, treinta meses más tarde Sui Generis clausuraba su historia con dos Luna Park llenos y el acontecimiento era la materia prima de su propio largometraje.
Adiós Sui Generis es la consolidación de Charly García como una especie de artista performático. Es probable que el Charly que conocimos hasta hace poco germinó aquel viernes lluvioso de septiembre de 1975. Esperamos las mejores canciones del mundo de ese tipo, pero también esperamos escuchar a ver qué dice entre tema y tema, cómo está vestido, si toma vino blanco chablis de la botella, si baila o salta en el escenario, si deforma las canciones en vivo, si aparecen giros imprevistos en las letras, todo ese caldo performático parecería que se empezó a cocinar en el Adiós Sui Generis” (Roque Di Pietro).