Adán Jodorowsky: la magia de ser invisible
El productor, músico y cineasta Adán Jodorowsky vuelve a unir fuerzas con Natalia Lafourcade en Cancionera, un álbum grabado íntegramente en vivo que captura la magia de lo imperfecto y la esencia de los grandes discos analógicos. Después de su trabajo conjunto en De todas las flores, Jodorowsky comparte con Rolling Stone en Español la intimidad de un proceso que fue tan musical como cinematográfico.
¿Cómo cambia tu filosofía cuando mezclas un disco en comparación con producirlo?
Es pura sensibilidad. Antes quería lucir como productor, dejar un sello que otros imitaran. Hoy busco lo contrario: ser invisible. No quiero existir en la producción, quiero estar al servicio de la música. Depende del proyecto, pero prefiero que la gente sienta que el artista está ahí, en el mismo cuarto, sin excesos de efectos.
En Cancionera, todo se grabó en vivo. ¿Cómo fue esa experiencia?
Éramos 18 músicos en la sala, hasta las cuerdas tocando juntas. Grabamos en cinta y mezclamos directamente desde ahí, sin automatización, con tres personas moviendo perillas y subiendo volúmenes en tiempo real. Fueron siete días de grabación y siete de mezcla. Si había una frase que no se escuchaba, alguien subía el fader en el momento. Fue como dirigir una orquesta y un equipo de filmación al mismo tiempo.
¿Qué cambió entre este proyecto y De todas las flores?
En el primer disco trabajamos con músicos como Marc Ribot y Sebastian Steinberg, buscando un sonido influenciado por mis raíces europeas. En Cancionera, Natalia quería algo más íntimo: guitarra y voz. Probamos micrófonos y preamplificadores hasta encontrar el M49, el mismo que usamos antes. Grabamos tres tomas por canción y elegíamos la que más nos emocionara, incluso si tenía imperfecciones o ruidos humanos.
Tienes una visión muy particular sobre la imperfección…
Los humanos somos imperfectos y la música debería reflejarlo. Me interesan los ruidos, las respiraciones, las texturas. Cuando escuchas el disco, tienes que sentir la experiencia de la grabación. Incluso una toma arruinada por un ataque de tos terminó llevándonos a una versión mejor.
¿Cómo describirías tu relación creativa con Natalia?
Somos como almas gemelas. A veces yo soy la energía femenina y ella la masculina. Nos entendemos y reímos mucho. Hemos llorado en el estudio más de una vez porque la música nos sobrepasa. En Cancionera, quisimos un sonido francés de los años 50, y trabajamos con Jack Lahana para lograrlo.
¿Qué rol jugaron los músicos invitados?
Fundamental. Natalia trajo a David Aguilar y a los Hermanos Gutiérrez. Yo llamé a la sección de cuerdas y cuidé que todo fuera de la más alta calidad. También participaron los Hermanos Pacheco en percusiones, un contrabajista, jarana y flauta. Cada uno aportó algo esencial.
¿Qué crees que hace único a este disco?
La energía de todos en la sala. Natalia logra que cada músico sienta que está participando en algo histórico. Eso se traduce en el sonido. Cancionera no es solo un álbum: es un retrato vivo de un momento irrepetible.