El último abrazo de Mario Bautista antes de abrir una nueva era
Es normal que, durante el último mes del año —y más aún con cada cena de trabajo, fiesta con amigos o reunión familiar— pongamos en retrospectiva cómo fue el año que estamos despidiendo. Un ciclo se cierra: se cumplieron metas, llegaron personas nuevas, otras se fueron; quizá dimos ese brinco que tanto miedo nos daba y, después de hacerlo, empezamos a sentirnos un poco más como nosotros mismos. Con más aprendizajes, experiencias y nuevas preguntas, el 2026 aparece como una aventura que no quiere esperar.
Para Mario Bautista, este 2025 se cierra desde ese lugar. Tras una pausa marcada por la introspección, el movimiento y su participación en Supernova, el artista se prepara para una nueva etapa creativa mientras despide el año con El último abrazo del año Tour, una serie de shows íntimos pensados como un gesto de reencuentro con quienes lo han acompañado —y crecido— a lo largo del camino.
En esta conversación con ROLLING STONE en Español, Mario reflexiona sobre los aprendizajes que le deja este año, el equilibrio entre fuerza y sensibilidad, la importancia de abrazar, amar y cuidar —a los demás y a uno mismo—, y el valor de los momentos de silencio e introspección. Un diálogo que funciona como pausa compartida antes de abrir una nueva era, con la fidelidad a su esencia como único punto de partida.
Venías de una pausa muy enfocada en lo físico y lo mental, con Supernova. Fue impresionante. ¿Qué te dejó ese proceso que hoy también se nota en tu música y en cómo te paras en el escenario?
Totalmente te cambia como persona. Yo siempre he sido alguien que pone como prioridad la unión y el amor; con esos valores guío mi vida. Por eso nunca se me había cruzado por la cabeza boxear. Cuando apareció la oportunidad, yo ya llevaba ocho meses entrenando constantemente en el gimnasio. El movimiento me dio mucha paz: estar activo es un ancla al presente. Encontré una especie de terapia en el ejercicio.
Cuando me llaman para Supernova y me preguntan si quería subirme al ring, lo pensé y dije: es el momento. Si lo voy a hacer alguna vez en la vida, es ahora. Sentí que había manifestado esa oportunidad por estar en la misma sintonía. Después vinieron cuatro meses super intensos: no solo gimnasio, también box, entrenando cuatro horas y media al día, con un régimen estrictísimo. Dormir, entrenar y comer. Nada más. El cuerpo queda completamente comprimido, contenido, pero fue un trayecto increíble, muy mágico.
Hoy tengo otro tipo de seguridad en la vida. No desde la violencia —sigo guiándome por el amor y la unión—, sino desde saber poner límites. Saber qué permito y qué no. El ejercicio alinea todos tus cuerpos: el físico, el emocional, el mental y el espiritual. Eso me motivó a crear todo este nuevo proyecto que verá la luz en 2026.
Algo que me llama mucho la atención es ese contraste entre tu lado creativo, sensible, y un deporte tan físico como el box. ¿Cómo conviven esas dos energías?
La vida es balance. Nada es blanco o negro, todo es aprender a bailar entre los matices. Yo estaba muy conectado a mi parte creativa, que es una energía más sensible y accesible. El box es el otro extremo: estar completamente presente, enfocado, dando todo.
Ahí entendí esta danza entre la energía femenina de la creatividad y la energía masculina de la pelea. Encontré un equilibrio muy importante para mi vida. Me ayudó a marcar límites y a saber qué sí y qué no. Hoy agradezco mucho el camino recorrido.
El último abrazo del año Tour suena muy cercano, muy emocional. ¿En qué momento supiste que querías hacer un tour así?
Es el tour que estoy haciendo ahora para cerrar el año. Se llama así porque es justo reunirme con mi gente: los reales, los fieles, los que han estado ahí todo este tiempo. Ha sido un año de mucha transformación, y el próximo van a conocer a un Mario completamente nuevo.
Quería despedirme de esta etapa abrazando a quienes han sido parte del camino. La energía de mi público es amor incondicional, algo muy difícil de encontrar hoy. Cerrar el año recargado de eso es mágico. El próximo año también habrá gira, pero ya será otra cosa, ligada al nuevo álbum.
Has pasado por múltiples escenarios enormes y ahora, en esta gira, estas con shows mucho más íntimos. ¿Qué se gana y qué se pierde en ese cambio?
La verdad es que estos shows se sienten mucho más cercanos. Me siento más unido a mi público, más cerquita. Normalmente los tours que hacemos son más grandes, más de concierto y vámonos, ¿sabes?
Aquí son momentos íntimos, con la experiencia del meet and greet, el poder cerrar abrazándonos de verdad, cerrar el año dándonos abrazos y compartiendo este cierre de ciclo. Y eso se siente: es más íntimo, más cálido, más cercano. A mí me da paz, me da tranquilidad, me hace sentir a mi gente más cerquita. Los otros shows suelen ser más el show artístico, donde se baila, se cantan las canciones y se goza, pero no existe esa cercanía que sí se da en estos encuentros.
Tu música oscila entre esa sensación de querer pasársela bien, lo festivo, pero también hay una parte introspectiva. Con tu última canción, ¿cuándo sentiste que también podías cantar desde la ausencia?
Yo creo que es porque la vida tiene eso, ¿sabes? Tiene momentos de felicidad, de tristeza, de diversión, pero también de esfuerzo, dedicación y compromiso. Es un balance, y siempre estamos navegando entre esas dos fuerzas. Creo que mi arte refleja justamente eso: no quedarme estancado en una sola energía, sino saber oscilar entre ambas. Un día puedo estar cantándole al amor, a la felicidad y a la alegría, y otro día al desamor, a la pérdida o a la tristeza, porque al final del día soy humano y eso es lo que todos experimentamos.
La vida no es solo felicidad ni solo tristeza; es la combinación de ambas la que le da contraste y sabor. Esa mezcla hace que, cuando estás feliz, lo valores de verdad porque ya conociste los momentos difíciles, y que cuando estás triste también lo entiendas como parte del camino, como el margen que te permite volver a sentir paz, tranquilidad y plenitud. Así como en la vida, mi arte también refleja ese equilibrio.
‘Te fuiste a la luz’ conecta mucho con la idea de despedida y memoria. ¿Cómo fue escribirla?
Fue un momento en el que no quería reflejar la tristeza desde la victimización, desde el “¿por qué la vida me está quitando a este ser?”. Al final del día, es un proceso que todos vamos a experimentar: todos nos vamos a morir. Y eso, de alguna manera, también es lo hermoso de la vida. Por eso hay que disfrutar cada día, porque es una oportunidad que la vida nos da para levantarnos y estar un día más aquí, en esta realidad.
‘Te fuiste a la luz’ es eso: una canción que le canta a esos seres que se nos adelantaron, pero no desde la victimización, sino desde el “te amo”, el “te extraño”, el “te disfruto”, el “te honro”, el “te celebro”. Es una forma de hacer esa conexión con quienes ya no están, de sentirlos desde la paz, no desde el llanto o el castigo. Se trata de hacer las paces, de abrazarlos desde aquí, de recordarlos y mandarles todo el amor que sentimos por ellos. También de aprender que existen cosas oscuras y cosas llenas de luz, y que ambas forman parte del camino. Al final, somos todos esos momentos.
Mirando tu carrera, ahora que llevas un camino recorrido, ¿cómo te ves hoy?
Lo veo como un proceso de desarrollo. Siento que he sido muy honesto conmigo a lo largo del camino; siempre he hecho lo que voy sintiendo. He dado volantazos a lo loco, sí, pero porque es lo que sentía y lo que quería hacer. Y le agradezco muchísimo a mi equipo que siempre me haya apoyado y que haya confiado en mi visión.
Hoy me siento más aterrizado, más materializado, porque he podido experimentar distintos géneros y, gracias a eso, sé qué es lo que me encanta de la música, qué disfruto y qué quiero representar. Me hace muy feliz haber recorrido todo este camino, haber probado en distintos lados. No me quedé con ganas de nada. Hice pop, funk, reggaetón, incluso un poco de tumbado. Me metí en todo para experimentar, y la verdad es que ha sido un gran recorrido. Cada género y cada etapa me dejó aprendizajes distintos. Hoy puedo mirar atrás, tomar toda esa sabiduría y usarla para crear lo que realmente quiero crear.
Cuando dudas de ti, ¿en quién confías?
En la humanidad. Yo siento que no podemos estar solos porque, si no, no seríamos humanidad. Nos veo como si fuéramos el océano y cada humano fuera una ola: somos individuales, pero estamos conectados. No hay soledad realmente. Cuando sabes que tienes ese tremendo clan que es la humanidad, te sientes respaldado. Es muy mágico, porque al final del día pueden pasar muchas situaciones. He trabajado con muchísimas personas a lo largo de mi carrera y me ha pasado de todo. Hoy el equipo que he construido incluye personas que están conmigo desde el principio y otras que se han ido sumando en el camino, y que han demostrado su compromiso, su lealtad, su valor, su cariño y su amor a lo largo de todo lo vivido.
Pero también me gusta estar solo. Es raro decirlo, pero me encanta estar solo, como que tengo este concepto de que somos humanidad y estamos juntos, pero, cuando estoy solo pienso: “Qué rico que una ola pueda estar solita, disfrutando”. Me encanta sentarme a meditar, a contemplar, a vaciar la cabeza. Creo que las mejores ideas y respuestas que he tenido en mi vida han llegado justo cuando hago ese parón, cuando freno y, literalmente, por una o dos horas no hago nada: solo me siento a ver un árbol, la naturaleza, a escuchar sonidos binaurales y a entrar en un estado meditativo, casi de trance. Vaciar la mente, porque todo el tiempo tenemos un diálogo interno: interpretamos todo lo que nos pasa, esa narración con la que entendemos la vida. Vemos algo y decimos, “es una casa, tiene un árbol, una ventana, un balcón”. Lo hacemos en automático, casi sin darnos cuenta.
Pero estamos así todo el tiempo. Entonces, para mí, meditar es como reiniciar una computadora: la reseteas y deja de trabarse. Eso siento cuando me freno a meditar, a calmarme, a estar en soledad y en tranquilidad. Cuando me siento solo, disfruto esa soledad y la uso para vaciarme, relajarme y dejar que lleguen, solitas, las nuevas respuestas de lo que viene.
Has crecido junto a una generación que te vio formarte. ¿Cómo ha cambiado tu relación con tus fans?
Son una belleza, de verdad. Es algo muy mágico. Ha sido un camino muy bello crecer a su lado. Disfruto muchísimo porque hay muchas que conozco desde que eran prácticamente niñas, desde los 15 o 16 años, y hoy tienen 25, 26, 27. Verlas ahora, ver cómo se conectan con ese amor, es muy especial. Me hacen sentir de 17 otra vez, me conectan con mi niño interior.
En esas pláticas —con algunas que han estado ahí desde siempre— se siente una energía muy particular. Las más recientes llegan desde otro lugar, con otro mood. Se nota de inmediato el cambio de energía: están las OG, las que han estado toda la vida, que llegan siendo mujeres de 25 pero con la energía de cuando tenían 12, y eso es una belleza. Y también están las nuevas, que llegan desde otro flow, igualmente interesante.
Me hace muy feliz poder mantener esa cercanía, hacer eventos para conectar con ellas y con ellos en persona. En esta gira también he visto a muchos hombres apoyando el proyecto y conectando con él, y saber que estoy inspirando tanto a mujeres como a hombres me llena profundamente.

Si este tour es El último abrazo del año, ¿a quién sientes que estás abrazando? Es decir, ¿a tu público, a tu pasado o a esta nueva etapa que estás por iniciar?
Siento que estoy haciendo un cierre de ciclo porque lo que voy a presentar el próximo año es lo que realmente soy. Durante todos estos años he trabajado de la mano de una disquera y estoy profundamente agradecido por todo lo que construimos juntos; fue un gran equipo, muy bello también. Este año llegó el momento de convertirme en artista independiente y de poder ser realmente libre, en el sentido de ser yo al 100%. De eso es de lo que me estoy despidiendo: de una etapa. Han sido muchos años creando música, trabajando, pero sin poder hacer del todo lo que mi visión me dictaba.
Estar dentro de empresas tan grandes implica otros procesos, ritmos más lentos, y llega un punto en el que uno se cansa y piensa: “vamos de poquito en poquito”. Hoy regreso a manejar mi proyecto, a hacer lo que quiera, o más bien, lo que mi visión dicte, porque yo solo conecto con ella y de ahí se ejecuta. Estoy muy emocionado por eso. Muy feliz de sentir esa libertad de crear, porque mi ser ya la necesitaba, me la estaba pidiendo a gritos. Estoy cerrando este ciclo para abrir uno nuevo que llegará en 2026.
Ahora me gustaría hacerte unas preguntas rápidas, lo primero que te venga a la mente, ¿listo?
Listo.
¿Cómo te sientes contigo mismo hoy?
Fuerte.
¿Qué emoción te visita más últimamente?
Agradecimiento.
¿Qué parte de ti estás aprendiendo a cuidar?
Los límites.
¿Qué te da paz inmediata?
Estar solo.
¿Qué abrazo te gustaría que fuera eterno?
Yo creo que… es una buena pregunta [risas]. Todos los abrazos son increíbles, pero creo que el abrazo que uno se da a sí mismo, desde la honestidad y desde saber que cuentas contigo. Muchas veces la vida nos pone retos y situaciones difíciles que lo distorsionan todo: ya no sabes en qué sí, en qué no, ni en quién confiar, y de pronto piensas: “No puedo creer que pasó esto”. Y aun así, pase lo que pase —altas, bajas, momentos regulares—, nos tenemos a nosotros mismos. Nacemos solos y nos vamos solos, realmente. Por eso, el abrazo de uno con uno mismo es muy valioso. Muchas veces uno se exige de más, se juzga, incluso se odia, y no se da el amor que merece. Nos llevamos a rajatabla mentalmente y estamos tan encima de nosotros que ni siquiera nos damos el tiempo de balancear esa energía y de tratarnos con cariño. Por eso creo que es un abrazo importante.







