Udo Kier: el inolvidable rostro del cine que nunca dejó de sorprender
Udo Kier, nacido en 1944 en Colonia, creció rodeado por un mundo en ruinas y terminó construyendo una de las carreras más singulares del cine. Murió a los 81 años, dejando atrás más de doscientas películas y una reputación única: la de un actor abiertamente gay capaz de moverse sin miedo entre lo clásico, lo extremo y lo extraño.
Kier comenzó su trayectoria en Europa. Muy joven se cruzó con Rainer Werner Fassbinder y esa amistad lo acercó a un grupo de cineastas que buscaban romper normas. En los años setenta se volvió una presencia reconocible en producciones europeas, y su salto a la notoriedad llegó con sus colaboraciones con Andy Warhol y Paul Morrissey. En Flesh for Frankenstein y Blood for Dracula dio vida a dos personajes míticos con una mezcla de perversión, humor y delirio que lo convirtió en figura de culto.

A lo largo de esa época también se dejó ver en proyectos de Fassbinder como La mujer del ferroviario, La tercera generación, Berlin Alexanderplatz y Lili Marleen. Su rostro, tan anguloso como expresivo, encajaba de forma natural en historias donde el deseo, la violencia o la ironía estaban siempre cerca de la superficie. Trabajó en Francia, Alemania y Dinamarca, y fue entonces cuando comenzó otra de sus alianzas decisivas: la que mantuvo con Lars von Trier durante casi cuatro décadas. Con él participó en Epidemic, Europa, Breaking the Waves, Dancer in the Dark, Riget, Dogville, Manderlay, Melancholia y Nymphomaniac.

El público estadounidense lo descubrió masivamente gracias a Gus Van Sant. Primero en My Own Private Idaho, donde compartió escenas con River Phoenix y Keanu Reeves, y más tarde en Even Cowgirls Get the Blues junto a Uma Thurman. Kier contaba que Van Sant le ayudó a obtener su permiso de trabajo en Estados Unidos. Ese gesto abrió una nueva etapa en su carrera. Llegaron apariciones memorables en Ace Ventura: Pet Detective, Armageddon, Soul Kitchen y Blade. En paralelo, su magnetismo lo llevó también al universo pop de Madonna, que lo incluyó en su libro Sex y en videoclips como Erotica y Deeper and Deeper. También participó en el video Make Me Bad de Korn junto a Brigitte Nielsen y en Naked de Goo Goo Dolls, entre otros.

En sus últimos años siguió trabajando sin pausa. Vivía entre Los Ángeles y Palm Springs, donde disfrutaba del arte, la arquitectura y las colecciones que armaba con paciencia de amante fiel de lo bello y lo extraño. Fue figura habitual del Palm Springs Film Festival. Su papel más reciente en Agente secreto, de Kleber Mendonça Filho (con quien ya había trabajado en Bacurau), volvió a recordarle al público lo que siempre había sido: un actor imposible de encasillar, capaz de transformar una escena con solo entrar en ella.
Udo Kier nunca persiguió convertirse en estrella. Le interesaba la atención, pero sobre todo el juego. Su carrera demuestra que el cine necesita intérpretes que no teman salirse del camino y que sepan reírse de sí mismos mientras lo hacen. Con su muerte se va una presencia que hacía avanzar las historias con un gesto, una mirada o un susurro. Su legado queda intacto, lleno de riesgos, rarezas y momentos que siguen brillando.











