Un argentino en Nueva York: cómo Tall Juan encontró su propia voz lejos de casa
Cuando Juan Zaballa, conocido mundialmente por el nombre de su proyecto artístico, Tall Juan, se tomó un avión para visitar a su hermana en Nueva York, nunca imaginó que esa urbe enorme y cosmopolita, de la que ni siquiera conocía el idioma, se convertiría en su hogar por los siguientes 14 años. Y mucho menos, que allí forjaría su identidad sonora.
Criado en la escena punk de Buenos Aires y fogueado en Fantasmagoria, Juan dio sus primeros pasos en el under neoyorquino de la mano de otro inmigrante, su tocayo uruguayo Juan Wauters, quien lo impulsó a seguir su propio camino. Convivió con Mac DeMarco, ganó un premio por ser el artista que más tocó en la ciudad en un año, sacó tres discos y hoy, en plena gira mundial que lo llevó de Estados Unidos a Asia, Australia, Europa y Latinoamérica, vuelve a Buenos Aires (este viernes 21 en Niceto Humboldt) con un show que siente como una obra de teatro. Una herencia familiar de la que jamás podría renegar.
¿Cómo fue que terminaste viviendo en Nueva York?
Toco música desde que soy muy pequeño. Vengo de una familia de hippies, así que ya desde antes de ser adolescente venía tocando en bandas. Y más o menos a los 18, 20 años, empecé a perder un poco la inspiración. Mi hermana mayor se había mudado a los Estados Unidos en 2001 y nunca había ido a visitarla. Ya habían pasado 10 años y, como es hermana mayor, tiene ese instinto de madre. Se ve que habrá visto que no estaba en una buena situación en Buenos Aires en esos momentos. Y me dijo que vaya para Nueva York, que seguro que me iba a gustar. Así que fui a visitarla por un mes, supuestamente. Después me terminé quedando y ya pasaron 14 años.
Allá empecé a hacer mi propia música. En Buenos Aires solía estar más al servicio de la música de otra gente. Quizás no era tan consciente como lo soy ahora, que veo la música de otro modo porque entiendo varios aspectos diferentes, como la producción y de qué se trata tocar en una banda. Yo tocaba en la banda de Gori, Fantasmagoria, y eso era lo más, pero era la banda de Gori. Yo tocaba y tocaba como si fuese mía, pero después me di cuenta de que no me estaba estimulando mucho la creatividad. Era más que nada ejecutar un instrumento. Y me estaba faltando eso. Me encanta tocar, pero me estaba faltando la parte creativa. Cuando llegué a Nueva York empecé a conocer a mucha gente y a hacer amistadas que me empezaron a empujar y a estimular lado ese más creativo. Ahí comenzó este proyecto, Tall Juan, y hace ya 12 años que estoy tocando.
Entonces acá formabas parte de la escena punk.
Sí, cuando empecé a tocar en Fantasmagoria la banda ya tenía siete u ocho años. Yo tenía 18 y ellos tendrían 32. Y una carrera. Venían tocado en varias bandas y yo me estaba formando en ese momento. Bueno, me sigo formando ahora, pero fue muy clave para mí tocar con ellos. Fue buenísimo, aprendí muchísimo. Pero la verdad es que me quedó viejo muy pronto. A los dos años sentía que estaba para algo más, o algo distinto. Y encontré la salida. Es la clásica de querer escaparse de los problemas e irse lejos. Cuando uno tiene esa edad piensa que se va a resolver todo por irse… y no. Pero sí sucedieron cosas muy interesantes. Mi vida adulta la hice en Nueva York. Ya tengo 36. Estoy agradecido de haberme formado con todas mis amistades de Buenos Aires y haber crecido ahí. Y también agradecido de seguir tocando música donde estoy ahora. Tanto que me ha traído de regreso.
¿Qué escena te encontraste allá?
Llegué y a los pocos meses empecé a tocar. Conocí a mi amigo Juan Wauters, que estaba tocando música con una banda que se llama The Beets. Yo ni siquiera conocía nada. Te juro que fui y no era como esas personas que van a Nueva York y saben de las bandas que están pasando. Siendo músico, bastante ignorante, la verdad. Igual me gusta eso porque me pasa mucho. Hace poco estuve en un lugar y me dicen: “Sabrina Carpenter”. Y yo: “¿Quién es Sabrina Carpenter?”. No tengo ni idea. Ahora sé, obviamente. Pero la vi y dije: “No sé ni quién es”. En el momento en que llegué no tenía mucha idea.
Conocí a mi amigo Juan, empezamos a compartir y lo fui a ver con su banda. Después, el bajista no podía tocar más y me pidieron a mí de tocar, así que ya empecé a girar con ellos. Empezamos a tocar en Death by Audio, que era un lugar que estaba muy bueno, ahí en Brooklyn. En una manzana estaban Death by Audio, 285 Kent y Glasslands. Todos esos lugares cerraron porque la revista Vice compró la manzana entera en 2015 y los desplazó a todos. Así que ahí se perdió una gran parte de una de la cultura underground de Nueva York. Pero llegué a ir y a tocar en esos lugares donde tocaba, no sé, Tame Impala. En ese momento girábamos con King Gizzard and the Lizard Wizard. Estamos hablando de shows para 200 personas. Sigo siendo amigo de los King Gizzard y los voy a ver cuando vienen a Nueva York. Ahora hacen dos shows de 15.000 personas cada uno y los pibes siguen siendo iguales que cuando girábamos hace 12 o 13 años. Sucedían esas cosas que en ese momento, obviamente, uno no se da cuenta. Creo que toma otra dimensión cuando ves que tanta gente los sigue. Bueno, pasa con un montón de las bandas de esa época. Con Mac De Marco también, con él nos fuimos a vivir juntos y me hizo conocer a mucha más gente. Los MGMT y todos esos.
Cuando empezaste a pensar en tu proyecto personal, arrancaste revisando algunos clásicos.
Sí, y en gran parte le tengo que agradecer de nuevo a mi amigo Juan, que fue el que me dio un empujón y me dijo: “Vos tenés ganas de hacer algo tuyo: hacelo”. En el barrio donde nos juntábamos con nuestro grupo de amigos él siempre fue Juan. Entonces, cuando llegué yo, era Tall Juan, el Juan alto, para diferenciarnos. Él fue el que me dijo que tenía que usar ese nombre y le hice caso, está buenísimo. Con él tocamos mucho Ramones. Conectamos por ahí porque él es de Montevideo, yo soy de Buenos Aires, dos ciudades muy ramoneras. Compartimos mucha música. Loquero, She Devils, Fun People y todas las bandas punk de Buenos Aires.
Cuando empecé a hacer mi primer álbum quise que sea como un homenaje a mi infancia de alguna forma. Algo así como al pequeño Juan, el punky que iba a los shows de principio del 2000 de todas esas bandas. Por eso hice versiones de varias de esas bandas. Hasta un tema de Sumo. Un homenaje a mi país y a mis influencias, a mis raíces. Me marcó mucho Kum Kum, de Fun People, que me encanta porque tiene una diversidad musical que va más allá de un disco de hardcore. Tiene unas canciones que son medio reggae, otras que son como ambientes. Quizás quería que sea algo así, no solo un disco ramonero. El que lo escucha de principio a fin se da cuenta de que hay más que Ramones. También hice una versión de un tema de mi roomie de ese momento, Mac. La grabé y hasta participa él. Me llamaba la atención que en los 60 había mucho cover de bandas contemporáneas, pero me pareció que últimamente las bandas no hacían eso, así que hice la canción de Mac.
¿Y cómo llegaste a sonar como vos?
Creo que eso no sucedió hasta el tercer álbum, porque el segundo también fue parte de una búsqueda, de querer compartirle a gente de los Estados Unidos una canción que quizás nunca escucharían. Con el segundo álbum empecé a viajar y estando en una ciudad esa tan cosmopolita, empecé a conocer muchas cosas. Empecé a mirar a Argentina de otro modo. Y a Latinoamérica en general. Entonces, el segundo disco tiene un poco de eso, de homenaje. No sé si está mi sonido ahí. En el tercer álbum, que salió el año pasado, es la primera vez que escucho a Juan ahí. Dije: “Bueno, ahora hago la música que me sale de adentro”. Por eso me gusta tanto Racoon Nights (2024). Encima acabo de terminar el cuarto. Y lo escucho y me gusta mucho. Es muy raro escuchar algo de uno y que te guste. No sé si es algo ficticio o real, pero cada vez me siento más cerca de una esencia personal. Me resuena mucho más lo que estoy haciendo ahora.
¿Cuándo va a salir?
Supongo que saldrá el año que viene, es la idea. La otra vez, en un show de esta gira, toqué una de las canciones y la verdad es que me las tengo que guardar porque no quiero spoilearlas. Pero ya me dan muchísimas ganas de compartirlas. Hablando de todo esto en voz alta me doy cuenta de que Tall Juan es un proyecto solista porque decidí tomar ese camino, pero podrían ser muchas bandas. El primer álbum podría haber sido de una banda con un nombre, el segundo álbum otra con otro. Y el tercero es otra banda totalmente distinta. Lo que pasa es que no me importa, no tengo que rendirle cuentas a nadie y eso me encanta. Hay cosas a nivel marketing que quizás no son ideales, pero si uno piensa de ese modo… yo al arte lo veo como algo que tiene que ser, me tiene que salir de acá dentro. No puedo andar pensando en el resultado antes de que salga. Después me doy la cabeza contra la pared porque una vez que lo termino es difícil de vender. Pero bueno, ¿qué voy a hacer, no? No me queda otra que seguir para adelante y hacer lo mío.
De hecho, no llegaste a Nueva York con la idea de ser un músico exitoso.
No, ni siquiera de tocar. O sea, yo siempre toco música, pero no dije: “Voy a tocar música allá”. Eso también es un flash porque yo soy de Argentina, de San Antonio de Padua. Por más que viva 40 años en Nueva York, ese es mi lugar formativo, mi familia. Pero lo loco es que ahora me convertí en un músico de Nueva York. Cuando voy a tocar a algún otro país me encanta y hasta me parece más exótico que pongan que soy de Argentina. Pero hay gente de Nueva York que me reconoce como un músico de ahí. Hubo un año que hice 100 shows en Nueva York, hasta me dieron un premio en una revista digital por ser la banda que más tocó en esa ciudad. Daba dos shows por día, cuatro por semana, una cosa así. Tocaban en los livings de la gente, no me importaba, yo quería tocar. De alguna forma me gané un reconocimiento de la ciudad. Pero tampoco buscaba eso.
¿Cómo es la gira que te trae a tocar a tu país?
Es una gira mundial. La primera mitad del año toqué en varias partes de Estados Unidos, fueron como 30 shows. Y esta segunda mitad hice Asia, Australia, Europa, Estados Unidos y Latinoamérica. Ahora estoy en la parte de Latinoamérica, en la recta final. Llevo el mismo show a todos lados. El mismo que llevé a Japón hace tres o cuatro meses, lo traigo a Buenos Aires. Antes fluctuaba un poco más en el show y me dejaba llevar un poco más por las emociones. Pero ahora es como una obra de teatro, la verdad. Yo lo veo así. Me gusta mucho el teatro. Mi tío me inculcó el clown. Me gusta mucho la pantomima. Diciéndolo así, es un poco David Bowie, también, que me influenció mucho. En los 90 hacía drum and bass y en los 60 hacía un pop hippie, esa es la forma en que yo veo la música. El show es como una montaña rusa y creo que la gente que viene lo ve así también. La idea es que la gente pueda sentir algo. Estoy viajando por el mundo entero en momentos de mucha crueldad. Bombardeos, guerras, el fascismo resurgiendo hasta por las alcantarillas. La gente de Lima me decía que era peligroso. Yo les decía: “Voy igual”. La pasé súper, estuvo buenísimo. Es un momento muy interesante para viajar y llevar el show a todos lados, me pone super feliz porque realmente me gusta mucho el show que estoy haciendo. Está bueno para compartir.
¿Cómo se llama tu tío?
Daniel Zavalla. Es director de cine, también actor y tenía una banda con mi padre cuando yo era chico, Pierrock, que definitivamente me influyó muchísimo. Soy como un hijo entre ellos y Marilyn Manson. Se vestían de payasos y tocaban a finales de los 80. Lo pueden googlear.
¿Qué significa tocar en Argentina?
Creo que va a ser el show más distinto de todos. Como una reunión con gente que conozco. Vienen todos, voy a entretener a mis amistades, a mi familia. De alguna forma lo veo así. Obviamente, va a haber gente que no conozco, pero van a estar los pibes. Quiero que me griten: “¡Puto!”. Me encanta la idea de provocar, generar algo incómodo, sacar una reacción. Creo que es importante hoy en día. Es muy difícil que la gente sienta algo, que salga del teléfono y todo eso.
Algo que me pasó en esta gira es que yo toco en inglés, ¿no? Y tengo mi show en inglés. Me expreso en inglés, tanto en Estados Unidos, Europa, Japón, Australia… Pero cuando empecé a tocar en México, pensé: “Ah, yo tengo que hacer todo lo que hago, pero en español”. Más allá de las letras de las canciones, que algunas son en español y otras en inglés, lo que digo entre el medio de las canciones. Por más de que el español es mi idioma principal, el show lo tengo pensado en inglés. Hasta por un tema de humor. Ahora me siento más gracioso en inglés que en español.
Cuando te mudaste a Nueva York, ¿sabías algo de inglés?
Nada, ni un poco. Te juro que fue una de las cosas más duras. Aparte siendo tan joven todo me dolía mucho. Me lo tomaba muy personal y era todo un drama, la sufrí demasiado. El primer año fue horrible. Había momentos en que estaba con un grupo de gente y no me entendían, yo no los entendía. La gente me miraba y yo sabía de qué hablaban. Fue duro, pero trabajando en restaurantes, saliendo con chicas de allá y con mis amistades, fui aprendiendo. De nuevo, mi amigo Juan me ayudó mucho. Él, como inmigrante, pasó por algo similar, entonces sabía cómo se sentía. Me ayudó muchísimo a aprender a hablar el idioma. Creo que más o menos al año y medio empecé a sentirme más cómodo y hasta el día de hoy sigo aprendiendo todo el tiempo. Sé más cómo se habla en Nueva York que de inglés formalmente porque nunca estudié.
¿Se sintió también en Nueva York ese miedo que vemos desde acá, a través de las redes sociales, con las nuevas políticas antiinmigración de Trump?
Definitivamente, cien por ciento. Y es peor aún en Los Ángeles… es horrible. Esa es una de las cosas de, como te digo, dar vueltas por el mundo en este momento. Está pasando todo al mismo tiempo por alguna razón. Y se siente totalmente. Yo soy un inmigrante privilegiado allá. Hasta por una cuestión de raza y de clase. A mí, por ser de piel clara y alto, me tratan de otra forma de que alguien que es bajito y marrón. Soy muy consciente de eso. Si no abro la boca, claro, porque se nota mi acento y se dan cuenta de que soy de algún lado. La verdad que es un garrón. Aparte habiendo trabajado tanto en restaurantes tengo muchísimas amistades inmigrantes, e inmigrantes ilegales. Si yo estuviese trabajando ahora en un restaurante ilegalmente, tendría mucho miedo. Pero igual hay que seguir para adelante, obviamente. La gente sigue, no se puede paralizar. Por eso hay que apoyarse y salir a protestar. Eso de a poco se va inculcando más. Y es algo de lo que estoy orgulloso de ser argentino, saber que cuando no tenemos una voz en el congreso salimos a la calle y podemos cambiar las cosas. Es lo que más me da miedo de todo esto. Quieren que te quedes quieto y no dejarte protestar. Si no tenemos eso, no tenemos nada. En Argentina somos como los franceses, si no nos gusta algo salimos a la calle a hacerlo saber. Me da orgullo saber que tengo eso en la sangre.
Tall Juan se presenta este viernes 21 de noviembre en Humboldt, Niceto Club (Humboldt 1358, CABA). Las entradas se pueden adquirir a través de Passline.














