Rosalía: “Creo de verdad que estoy en la Tierra para hacer música”

En LUX, Rosalía lleva su madurez artística a un territorio aún más profundo, superando un listón que ya parecía imposible de elevar. Tras reinventar el flamenco en El mal querer y redefinir el pop latino con Motomami, la artista entrega un álbum profundamente espiritual, concebido como una ofrenda a Dios. Un proyecto orquestal, dividido en movimientos, que suena a todo y a nada que exista en la música actual. “Es verdad que siempre ha estado muy presente la espiritualidad en mi música, pero nunca había dedicado un proyecto entero a ello. Quizás simplemente lo sentí, fue como un, ‘venga, ahora es el momento’. Me siento capaz de desarrollar algo así, de componer desde este lugar”, dice en entrevista exclusiva con ROLLING STONE en Español. “También tenía muchas ganas de entender cómo otros han escrito a Dios. Hay muchas mujeres que son inspiración en este disco, que eran poetas monjas, que escribían increíble, han sido referencia para mí y me han permitido también entender que hay esta posibilidad de escribir desde la devoción. Creo que Dios me ha bendecido mucho y qué menos que hacerle un disco”. 

LUX está guiado por la palabra, más que por la música como lo había hecho en otros materiales. Rosalía pasó un año escribiendo y leyendo sin descanso, nutriéndose de mujeres históricas como Rabia al-Adawiyya, precursora del sufismo, y Simone Weil, filósofa y activista política francesa. “Son mujeres que creo que están adelantadas a su tiempo, como tú bien has dicho, y que su forma de entender la mística o la espiritualidad son referencia para mí en su manera de escribir. Tiene mucha fortaleza. Me sirvió estarlas leyendo para poder luego yo escribir. Muchas veces tienes que nutrirte. Cuando quieres escribir, necesitas haber leído. Es algo que me tardé tiempo en entender”, confiesa. Ese proceso de lectura y escritura constante moldeó el corazón del álbum: “Durante un año solo escribía y leía, escribía y leía. Y la palabra es el centro de este disco. En otros discos, creo que la música era el centro. Aunque me encanta la música y rige mi vida, en este caso, la palabra y el texto es lo que ha vertebrado el proyecto”.

Cover de Lux

El resultado es un álbum de textura clásica, cargado de capas, donde la espiritualidad y la técnica conviven con una sensibilidad que sólo Rosalía podría sostener. Más que una colección de canciones, es una experiencia (__): una obra compuesta en cuatro movimientos que integran coros, cuerdas y colaboraciones con artistas que orbitan universos muy distintos  como Bjork, Yves Tumor, Yahritza y Su Esencia, Carminho, Estrella Morente, Silvia Pérez Cruz y la Escolanía de Montserrat. 

En este viaje también hay tensión, conflicto y belleza. El primer adelanto, ‘BERGHAIN,’ es un ejemplo de ello: una pieza visual y sonora donde conviven referencias como La dama del armiño de Da Vinci, Blancanieves y el techno del club berlinés que pone nombre al tema. “Quizás Berghain al final es el pasaje en el disco de más violencia o de más agresividad. Por un lado, hay esa tensión entre lo divino y lo que no lo es, lo mundano y lo que no lo es, la luz y la oscuridad”, explica. “Intentamos explicarlo desde el vídeo de esta manera, con estas imágenes, con este imaginario, pero al final la gente tiene que hacerse su propia vivencia. No me gustaría limitar el viaje que los demás necesitan hacer cuando se miren el vídeo. Es que es para eso. Al final los símbolos están para eso”. Rosalía defiende la idea de que quien escucha o mira sus obras se convierte también en parte de ellas: “Ahí es donde reside la belleza. Que ellos son partícipes de la obra. Mediante darle un sentido o interpretarlo, están siendo partícipes. A mí me interesa eso, reclamar al oyente como productor, como compositor. Es parte de esto”.

Cuando se lanzó la portada del álbum —una imagen de Rosalía vestida de monja—, las redes se dividieron. En un contexto político y social en el que la extrema derecha gana fuerza y la religión se asocia a menudo con discursos conservadores, algunos interpretaron la imagen como un gesto polémico. Rosalía explicó que la elección de aparecer vestida de monja no respondía a una postura política ni a una provocación, sino a una decisión artística coherente con la esencia espiritual del disco. 

Una frase que llama la atención al escuchar el disco es “fui hecha para divinizar”, sobre el concepto, Rosalía explica: “Es un verbo que aprendí haciendo este proyecto y me encantó cómo suena, me encantó lo que significa. Cuando uno está en su centro, creo que puede dejar pasar la luz a través. Todo el mundo tenemos la posibilidad de ser creativos. La creación tiene que ver con la divinidad. Entonces, por eso, todos somos capaces, creo, de divinizar. De que algo pueda pasar a través de ti, de poder arrojar más luz”. 

Rosalía no busca etiquetas ni pretende predecir cómo será recibido el álbum. “Ay, yo no pido nada, no sé. Yo hago discos por necesidad. No los hago esperando reinventar. Yo voy al estudio para sentirme lo más libre posible y conectada conmigo misma y con la razón por la que creo que estoy aquí. Creo de verdad que estoy en la tierra para hacer música, entonces lo sigo”, dice. “Yo no sé qué fue realmente El mal querer, no sé realmente qué fue Motomami. ¿Cómo voy a saber qué es LUX? Para mí son discos, trabajos, música, canciones que he intentado que tengan un sentido entre ellas. Pero son propuestas, son preguntas, algo lanzado sobre la mesa, algo que para mí tenía un sentido y siempre ojalá pueda tener sentido para otro”.

LUX no busca ser entendido a la primera escucha. Es una obra que exige atención y entrega, que pide tiempo y reflexión. Cada detalle parece haber sido cuidadosamente meditado y cada emoción se siente sincera. Hay siglos de historia resonando entre sus capas, distintos géneros y estilos, versos en catorce idiomas. Todo entrelazado con una intención absoluta, con el deseo de hacer de la música un medio para lo trascendente. En una era en la que el pop se consume con velocidad, Rosalía decide detener el tiempo y mirar hacia arriba. 

Lee la plática completa a continuación: 

‘Lux’ significa luz en latín. Tiene una paleta súper orquestal y está muy inspirado en la espiritualidad. No es la primera vez que la espiritualidad convive con tu música, pero sin duda está muy, muy presente en ‘Lux’. ¿Por qué sentiste esa necesidad creativa?

Creo que es verdad que siempre he estado muy presente la espiritualidad en mi música, pero nunca había dedicado un proyecto entero a ello. Quizás simplemente lo sentí, fue como un, “venga, ahora es el momento”. Me siento capaz de desarrollar algo así, de componer desde este lugar. También tenía muchas ganas de entender cómo otros han escrito a Dios. Hay muchas mujeres que son inspiración en este disco, que eran poetas monjas, que escribían y escribían increíble y han sido referencia para mí y me han permitido también entender que hay esta posibilidad de escribir desde la devoción. Me hacía ilusión hacer un proyecto de esta manera. Creo que Dios me ha bendecido mucho y qué menos que hacerle un disco.

Mencionas a dos figuras históricas femeninas en la parte frontal del disco. Rabia al Adawiyya, precursora de ‘El Amor Divino’, Madre del Sufismo. Y Simone Weil, obviamente una mujer muy adelantada su época. ¿Qué representaron para ti en este recorrido?

Inspiración absoluta. He estado leyendo a Simone bastante. He estado también leyendo sobre lo que decían, que Rabia decía. Son mujeres que creo que adelantadas a su tiempo, como tú bien has dicho, y que su forma de entender la mística o la espiritualidad son referencia para mí en su manera de escribir. Tiene mucha fortaleza. Me sirvió estarlas leyendo para poder luego yo escribir. Muchas veces tienes que nutrirte. Cuando quieres escribir, necesitas haber leído. Es algo que me tardé tiempo en entender. Cuando era más joven, yo pensaba que debía solo llegar al estudio, escribir y ya. No. En este caso, ha sido todo un trabajo de lectura constante y de compromiso con lo que voy a hacer. Durante un año solo escribía y leía, escribía y leía. Y la palabra es el centro de este disco. En otros discos, creo que la música era el centro. Aunque me encanta la música y rige mi vida, en este caso, la palabra y el texto, es lo que ha vertebrado el proyecto.

Claro, sí, se nota mucho esa profundidad. El primer rayo de ‘Lux’ que presentaste al mundo es ‘Berghain’. Una verdadera locura, impresionante. En ese universo conviven desde Blancanieves, la dama del armiño de Da Vinci, la parte del tecno de Berghain, el corazón irreparable. He visto muchísimas interpretaciones que hace la gente, pero algo que vi general es que hablan de una dualidad entre la inocencia y la pasión. ¿Te hace sentido esa interpretación?

Puede ser, pero creo que cada uno tiene que hacer su propio viaje. Quizás ‘Berghain’ al final es el pasaje en el disco de más violencia o de más agresividad. Por un lado, hay esa tensión entre lo divino y lo que no lo es, lo mundano y lo que no lo es, la luz y la oscuridad. Intentamos explicarlo desde el vídeo de esta manera, con estas imágenes, con este imaginario, pero al final la gente tiene que hacerse su propia vivencia, su propia experiencia. No me gustaría limitar el viaje que los demás necesitan hacer cuando se miren el vídeo. Es que es para eso. Al final los símbolos están para eso.

Sí, cada quien los interpreta. Y vaya que lo han hecho. He visto varias interpretaciones muy interesantes.

Sí, sí, sí. Eso es lo bonito. Ahí es donde reside la belleza. Que ellos son partícipes de la obra. Mediante darle un sentido o interpretarlo, están siendo partícipes. A mí me interesa eso, reclamar al oyente como productor, como compositor. Es parte de esto.

Sí, totalmente. De la evolución de la obra, ¿no?

Exacto. Muy bien dicho, sí.

Escuchando el disco me saltó la frase “fui hecha para divinizar”. ¿Hablas de empoderamiento, de la fe en ti misma o de dónde viene?

Divinizar. Es un verbo que aprendí haciendo este proyecto y me encantó cómo suena, me encantó lo que significa. Cuando uno está en su centro, creo que puede dejar pasar la luz a través. Todo el mundo tenemos la posibilidad de ser creativos. En nuestro día a día, en las pequeñas cosas, en tantos contextos, uno puede ser creativo. La creación al final es algo divino. La creación tiene que ver con la divinidad. Entonces, por eso, todos somos capaces, creo, de divinizar. De que algo pueda pasar a través de ti, de poder arrojar más luz. Y por eso, entonces, hay esa frase ahí.

Si ‘El Mal Querer’ reinventó el flamenco, ‘Motomami’ redefinió el pop latino, ¿qué te gustaría que hiciera ‘Lux’?

Ay, yo no pido nada, no sé. Yo hago discos por necesidad. No los hago esperando reinventar. Yo voy al estudio para sentirme lo más libre posible y conectada conmigo misma y con la razón por la que creo que estoy aquí. Creo de verdad que estoy en la tierra para hacer música, entonces lo sigo. Yo no sé qué fue realmente El Mal Querer, no sé realmente qué fue Motomami. ¿Cómo voy a saber qué es ‘Lux’? Para mí son discos, trabajos, música, canciones que he intentado que tengan un sentido entre ellas. Pero son propuestas, son preguntas, algo lanzado sobre la mesa, algo que para mí tenía un sentido y siempre ojalá pueda tener sentido para otro. Es como si me desconectara un poco de lo que realmente acaba siendo o significando para el otro, porque no puedo controlarlo ni tampoco puedo casi ni comprenderlo.

Claro. Y es que si se te da esa figura de que derribas barreras y estás cambiando el panorama musical. 

Yo me doy la libertad de crear. Luego, lo que sea eso que yo he creado, me encanta que tú puedas comprenderlo de esta manera y que cada uno lo comprenda como lo necesita comprender, ¿sabes?

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