Hace un poco menos de medio siglo, en Girardot, Cundinamarca, nació Marta Gómez, una amante de la música y de las historias que se cuentan en cada estrofa. Encontró en los ritmos del folclor colombiano, entrelazados con la magia de la improvisación y sus estudios en jazz, el camino para inspirar tanto a niños como a adultos. Su voz, suave y amable, convierte sus canciones en una caricia para un mundo falto de amor: “Yo sí creo que la música cambia al mundo, puede sonar tonto e ingenuo, pero así es. Hace dos días estaba súper triste en mi casa, y canté una canción de Judit Neddermann, que le dedica al nudo ese que se hace cuando estamos tristes, y me salvó de una noche triste. Yo he recibido mensajes de personas que están pensando en acabar con su vida y que me cuentan que alguna canción mía los ayudó a salir de ahí. La música debe nacer con la intención de cambiar al mundo”.
Dentro del espectro sonoro que guía las producciones de la artista, el folclor y sus estudios en Berklee en jazz son la semilla de la que nace un sinfín de canciones que buscan tocar corazones: “Dentro de mi música, la gran mayoría de elementos provienen del folclor, junto a algunos elementos del jazz, porque hay mucha improvisación y son mis influencias de los estudios en Berklee. Mi música está vestida de la alegría del folclor y la magia de la improvisación”.
Además, nos contó quiénes son sus mayores referentes, que van desde los “principales sospechosos”, como Pablo Milanés, Silvio Rodríguez, Piero y Violeta Parra, pasando por Rubén Blades y Residente, hasta las nuevas generaciones como Francesca Ancarola, La Muchacha, Las Áñez y Lucio Feuillet
“La música debe nacer con la intención de cambiar al mundo”.
Marta Gómez
Aunque no lo pareciera, al interpretar canciones vestidas de folclor de una manera tan natural, cuesta imaginar a una Marta Gómez soñando con ser una rockstar dentro de la industria musical interpretando pop. Sin embargo, como recuerda, ese era su sueño en la adolescencia, y gracias a la vida, los ritmos tradicionales y los sonidos del jazz la encaminaron dentro de su verdadera vocación artística: “Como toda adolescente, yo pensaba irme por el lado más sencillo y comercial; quería cantar balada pop y ser como Shakira. Amaba a Mecano y a Presuntos Implicados por las historias de sus canciones; esas historias me fascinaban más que las de amor romántico”, confiesa. “Más adelante, me empecé a inclinar por la música a capela, y fue en Berklee, donde interpreté literalmente de todo, que me di cuenta de que lo verdaderamente innovador y lo que me representaba eran los bambucos y las cumbias. Tocaba voltear a mirar al folclor, que le caía de perlas a mis gustos por Mercedes Sosa y Violeta Parra. Así se forjó mi camino artístico”.
“Cuando uno entra al universo del folclor, no vuelve al pop, porque se da cuenta de que es muy sencillo”.
Ya son más de 20 años desde que la nacida en Girardot presentó su primer disco de estudio homónimo, un álbum que recuerda con gran cariño mientras reflexiona sobre la frescura y espontaneidad de sus canciones. “Soy muy benévola conmigo a nivel musical; a nivel personal sí soy más dura. A algunos de mis colegas no les gusta escuchar mucho sus canciones o se demoran cinco años en lanzar un disco… Yo soy más acelerada, compongo una canción y, si tuviera un estudio, la grabaría ahí mismo, porque con el tiempo las canciones se van mejorando y pierden esa frescura, se terminan convirtiendo en otras canciones diferentes”, asegura. “Mis discos no son perfectos, pero lo que más amo y valoro es el camino; valoro ese niño interior que no busca la perfección. En ese primer disco se siente toda esa frescura: lo grabamos prácticamente en vivo porque no teníamos dinero para muchas horas de estudio [risas]… No es perfecto, pero ese disco es parte del camino, es parte de mí, y así me gusta verlo”.
Durante ese recorrido, donde la espontaneidad y esa niña interior que juega a hacer música se entrelazan con la suave voz de Marta, era casi una obligación dedicar canciones y discos a los más pequeños. “Los niños son maestros para mí; la paciencia que no tengo con ningún ser humano, la tengo con los niños. En una fiesta me vas a ver sentada con ellos, no me gusta hablar de política con los señores ni del color de las uñas con las señoras [risas]”, reconoce. “Desde la universidad yo les componía canciones a mis sobrinas, a los niños que cuidaba, porque trabajaba cuidando niños, pero nunca en mi vida imaginé que iba a hacer música para ellos. Cuando quedé embarazada quería grabar un disco para escuchar a mi cuerpo, para saber cómo iba a sonar de diferente con un niño dentro de mí… Ahí empecé, y de ese proceso surgieron tres discos”.
Para la artista, era fundamental escuchar música para niños que fuera bonita y, al mismo tiempo, bien grabada, una necesidad que años atrás no encontraba satisfecha, pero que hoy en día, aparte de sus producciones, exalta con emoción. “La música para niños nace de esa necesidad y de la búsqueda que trajo mi maternidad. Es muy bonito cómo mi público ha ido creciendo y, al tener hijos, me piden más canciones para ellos. Hace algunos años, en un concierto para niños en Bogotá, fueron muchas jóvenes sin hijos, y cuando les pregunté por qué no habían llevado a los niños, me respondieron: “Es que venimos a sanar a nuestra niña interior”. Eso me fascinó, porque todos debemos recordar y sanar con nuestra niñez y sus recuerdos”.
Cortesía
En 2024 se lanzó el que, hasta el momento, es el más reciente álbum de Marta Gómez: Seré guitarra. Un disco en el que no solo logró desdibujar la frontera entre las músicas para niños y adultos, con un sonido tierno y amoroso pero a la vez elaborado y sustancioso; también cumplió el sueño de trabajar con dos maestros de la música y grandes inspiraciones para ella: Piero y Jorge Velosa. Además, conectó su sonido con distintas regiones del país, como Providencia, gracias a la colaboración con Elkin Robinson.
“Seré guitarra era un disco para niños, pero en el estudio todos los ingenieros y los músicos empezaron a llorar… Se convirtió en un disco dedicado a mi hijo, desde el miedo a tantas cosas horribles que estamos viviendo en el planeta, pero contado desde la ternura. Muchas canciones de Seré guitarra están dedicadas al miedo al paso del tiempo, disfrazadas de ternura”.
“‘Señor tiempo’ es una canción dedicada a Piero y a su ternura, es un permiso al “señor tiempo” para dejarme invitarlo a un café, y que el tiempo me permitiera grabar con él. Por cuestiones de la vida no pudo cantar porque estaba enfermo, al igual que Jorge Velosa en ese momento, pero tan solo con que hablaran en las canciones ya significó mucho para mí”, cuenta Marta, recordando lo especial que fue tener en su obra a dos grandes referentes de la música latinoamericana.
La música de Marta Gómez no es solo un puente entre el folclor y el jazz, entre los artistas del ayer y los del hoy; es un puente entre emociones y sensaciones que han sanado a más de un corazón, y que seguirán sanando a muchos más. Porque si la música nace con la intención de cambiar al mundo, no hay pared ni obstáculo que pueda detenerla.