El Caribe se escucha distinto con Chuwi

En menos de seis años, Chuwi pasó de ser una apuesta independiente en Puerto Rico a convertirse en una de las bandas que mejor sintetiza la efervescencia de la nueva generación musical del Caribe. Su más reciente sencillo, ‘Falta algo’, es la punta de lanza de un proyecto más ambicioso: un álbum que nace de años de emociones, aprendizajes y exploraciones en ritmos de Cuba, República Dominicana y su propia isla. “Es un cierre de etapa importante”, admite Lorén, con la certeza de que este disco no será necesariamente comercial, pero sí honesto, experimental y cargado de corazón.

La canción, construida poco a poco con cuerdas, tres cubano y capas de voces, abre la puerta a una estética sonora que busca representar al Caribe desde adentro. “Queremos traerle un clímax grande al proyecto que viene, experimentar con géneros que no habíamos tocado antes”, explica Willy. Wester y Adrián destacan el proceso casi “trippy” de sumergirse en instrumentos y técnicas vocales desconocidas, desde el bongo de monte hasta la décima puertorriqueña, en un ejercicio que mezcla investigación, aprendizaje y emoción.

Ese cruce de referencias es lo que da identidad a Chuwi: no es un grupo que busque encajar en la lógica de playlists globales, sino un colectivo que mira hacia sus raíces y las reinterpreta. La lírica, advierten, también responde a esa intención. No es un disco pensado para sonar en la radio, sino para escucharse con calma, para que cada tema madure en la cabeza del oyente. “A lo mejor sea un álbum que la gente lo escuche una vez y diga, ‘Wow, tengo que pensar’, y después lo escuchen de nuevo y tengan sus favoritos”, dice Lorén.

Esteban Joel Cintrón Quiles

Tiny Desk y la confirmación de un sueño

El camino reciente de Chuwi ha estado marcado por hitos que funcionan como validaciones externas. Uno de ellos fue grabar un Tiny Desk en NPR, un sueño cumplido que los dejó con la sensación de haber vivido algo espiritual. “Hay algo diferente en ese cuarto. Ese día se sintieron cosas”, recuerda Wester, mientras Lorén admite que llegar directo desde una residencia en Puerto Rico a Washington, sin dormir, con la adrenalina a tope, fue un momento que solo puede describirse como “rockstar”.

Más allá de la exposición internacional, lo que más los marcó fue el simbolismo: una banda puertorriqueña abriendo un espacio que ha visto pasar a leyendas y donde pocas agrupaciones latinas han repetido. Para Adrián, fue un recordatorio de que lo que construyeron en su isla ya tiene eco global. “A veces miro para atrás y pienso, ‘Eso no pasó’, y pasó”, dice.

A esto se suma su participación en la histórica residencia de Bad Bunny en Puerto Rico, donde compartieron escenario durante más de treinta fechas. La experiencia no solo significó presentarse frente a multitudes, sino convivir con un ecosistema de bailarines, técnicos, sonidistas y cocineros que hicieron posible un espectáculo de escala mundial. “Fue adrenalina al máximo 24/7, pero también un privilegio ver a tanta gente trabajando unida para dar un show que va a quedar en los libros de historia de Puerto Rico”, afirma Willy.

Para Lorén, lo más valioso fue la humanidad detrás del espectáculo: ver cómo personas de distintos oficios sostenían el mismo proyecto con disciplina y entrega. Esa convivencia cotidiana, dice, fue igual de inspiradora que pararse frente a decenas de miles de personas cada noche.

Un show en evolución

El contacto con escenarios de esa magnitud les cambió la manera de concebir sus propios conciertos. Hoy Chuwi habla de una versión más madura de su propuesta en vivo, con dinámicas mejor pensadas, mayor soltura y una inversión consciente en tecnología que potencie la calidad del show. “Nos hemos afilado, amolado. Estamos más conscientes de que no es solo tocar bien, es también entretener y sostener la energía en la tarima”, asegura Wester.

Ese aprendizaje llega justo a tiempo: la banda planea una gira donde podrán mostrar esa nueva etapa, un espectáculo con más recursos técnicos y una narrativa que acompañe la música. “Queremos que cada show sea una experiencia que haga justicia a lo que estamos construyendo en el estudio”, dice Lorén.

El álbum, todavía en selección de temas, rondará entre 10 y 12 cortes. Quizá haya colaboraciones, aunque prefieren mantener la sorpresa. Lo cierto es que será un disco para escuchar con calma, para digerirlo más de una vez. No será masivo en cifras, pero sí será contundente en identidad.

En un momento donde la industria parece apostar por la inmediatez, Chuwi se atreve a ir a contracorriente: un proyecto que pone al Caribe en el centro, que rescata lo artesanal y que confía en la música como fuerza transformadora. Como sentencia Lorén, entre risas y seriedad: “Lo importante es la música, lo que transmite. Si llega el mensaje como es, no importa lo demás. Eso se vende solo”.

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