Un Oasis en medio del desierto: así se sintió el regreso de los Gallagher a la CDMX
Tráfico de viernes en la CDMX, si lo has vivido sabes que es un infierno. En el auto, converso con mi acompañante sobre la nueva ministra de Albania creada con inteligencia artificial, lo que sucedió con Charlie Kirk en Estados Unidos, la situación en Gaza y la tragedia reciente en Iztapalapa. Coincidimos en que la vida últimamente parece un lúgubre capítulo de Black Mirror, o veinte al mismo tiempo. Podría enumerar decenas de noticias capaces de bajarle el ánimo a cualquiera con un mínimo de sensibilidad. “Qué bueno que vamos camino a ver a Oasis —digo—, así, si el mundo se acaba, yo ya puedo irme en paz”. Así se siente ver, sobre el puente que cruza al Estadio GNP, el letrero con el logo de la banda: como encontrar un Oasis en medio de un desierto donde ya casi no quedan tragos de esperanza.
La banda británica volvió a la Ciudad de México como parte de su gira Live 25, tras 17 años de ausencia. Después de su paso por Reino Unido y Estados Unidos, Oasis aterrizó en Latinoamérica para encontrarse con un público mexicano que no dejó dudas del amor que le tiene a la banda más grande del mundo. Los de Mánchester se reencontraron con quienes los vieron en 2008, pero también con aquellos que crecieron escuchando sus canciones gracias a sus padres. En el Estadio GNP, ambos públicos se unieron en la misma emoción.
La encargada de abrir la primera de las dos noches fue Cage The Elephant, que con un sonido poderoso y sin robar protagonismo, puso a vibrar a las decenas de miles de asistentes. Su actuación encendió el ánimo colectivo para lo que vendría después: la salida de Oasis.
Oasis no necesita una tarima presuntuosa ni una producción aparatosa. Necesitan un enorme escenario que pueda con el tamaño de banda que son y unas pantallas que los muestren con la magnitud que merecen. El logo al frente es más que suficiente para que cualquiera que ama la música entienda la importancia de lo que está presenciando. No hacen falta cambios de atuendos y outfits extravagantes: solo importa la música y el respeto que le tienen a quienes la han consumido por décadas con pasión.

A las 9 en punto, con puntualidad británica, un video repasó la reacción mundial al regreso de la banda, recordándonos la magnitud histórica del momento. Con gritos ensordecedores de fondo, Liam y Noel Gallagher aparecieron en escena, tomados de la mano y fundidos en un abrazo. Una imagen que, durante décadas, parecía imposible. El regreso de Oasis fue más que una reunión: fue la resurrección de una bandera de unión que hace treinta años enseñó a millones de jóvenes que se podía soñar y salir adelante. Aquellos jóvenes, hoy adultos, volvieron a soltar lágrimas al ver materializado lo que parecía un imposible.
Liam, más afilado que nunca, cantó con fuerza y presencia, aunque en la primera fecha mostró cierto enojo por fallas de audio. Entre canción y canción tuvo ocurrencias como regalarle un micrófono a un fan o soltar su icónica frase durante ‘Wonderwall’: “There are many things that I would like to say to you, but I don’t speak mexicanoish”. Noel, en contraste, serio y contenido, complementó con su virtuosismo en los solos y sus impecables intervenciones vocales. Fue él quien, al final, se despidió del público.
La pasión de la noche es similar a la de una final de fútbol. Uno de los momentos más memorables ocurrió con ‘Cigarettes & Alcohol’. A petición de Liam, el público dio la espalda al escenario, replicando el famoso poznan, una celebración futbolera popularizada por los seguidores del Manchester City, club del que los Gallagher son hinchas. La conexión entre música y fútbol selló un instante inolvidable.


El Estadio GNP, antes Foro Sol, se transformó en un mar de saltos y cervezas volando. En lo personal, ya extrañaba un espectáculo así: una verdadera comunión rockera en la capital mexicana. Más allá de lo musical, el regreso de Oasis también se sintió en la economía local. Según la Cámara Nacional de Comercio, Servicios y Turismo de la CDMX (Canaco), las dos presentaciones dejaron una derrama estimada entre 850 y 1,000 millones de pesos en un solo fin de semana. La ocupación hotelera en las zonas cercanas alcanzó casi el 80%, con visitantes de estados como Nuevo León, Jalisco, Baja California y Yucatán, además de Reino Unido, Estados Unidos, Centroamérica y Sudamérica. De acuerdo con Ticketmaster México, el 50% de los asistentes vino de fuera de la capital, mientras que un 10% fue público extranjero, procedente de 79 países y más de 220 ciudades del mundo.
El recorrido musical fue un viaje de principio a fin. Oasis abrió con ‘Hello’ y ‘Acquiesce’, desatando la euforia inmediata, para después seguir con himnos como ‘Morning Glory’, ‘Some Might Say’ y ‘Bring It On Down’. El Estadio explotó con ‘Cigarettes & Alcohol’, ‘Fade Away’, ‘Supersonic’ y ‘Roll With It’, antes de un momento más íntimo con ‘Talk Tonight’, ‘Half The World Away’ y ‘Little By Little’. La recta final del set incluyó joyas como ‘D’You Know What I Mean’, ‘Stand By Me’, ‘Cast No Shadow’, ‘Slide Away’, ‘Whatever’, ‘Live Forever’ y ‘Rock ’n’ Roll Star’. La banda culminó con ‘The Masterplan’, ‘Don’t Look Back in Anger’, ‘Wonderwall’ y un cierre glorioso con ‘Champagne Supernova’.
El regreso de Oasis no solo marca un antes y un después, se siente como la confirmación de que algunas bandas no envejecen, aunque se separen por décadas, solo se vuelven más grandes. La gira tiene un aire de honestidad brutal: nada de artificios, solo canciones que lograron borrar diferencias y unir miles de gargantas en un mismo coro. Los Gallagher siguen sonando como si el tiempo nunca hubiera pasado, e incluso con la energía suficiente para hacerte pensar que el mejor capítulo de Oasis todavía podría estar escribiéndose.