Uno siempre vuelve: Camilo Ríos y la pasión por el fútbol que se convierte en cine
Camilo Ríos es director, guionista y montajista con una trayectoria que cruza música, publicidad y cine. Egresado como diseñador gráfico, fundó junto a su hermano Mauricio YEAH! Video, un estudio creativo con el que ha producido más de un centenar de proyectos audiovisuales. En 2023 dirigió Camilo: El primer tour de mi vida, documental musical ganador del Grammy Latino y actualmente escribe la docuserie sobre James Rodríguez para Netflix. Uno siempre vuelve, su película sobre Atlético Nacional, mezcla documental y ficción para narrar el drama de un equipo y de una hinchada que refleja al país. Con el futuro proyecto The Medellín Dream, sobre DJ Pope y el reguetón paisa, Ríos confirma su interés en contar historias que exploran la cultura popular desde ángulos íntimos y universales.
La primera pregunta tiene que ver con los orígenes del proyecto. ¿Nace del fan en ti, del hincha, o va más allá?
Mira, yo trabajo en dupla con mi hermano. Él es productor, yo soy director y ambos somos guionistas. Y hay que decirlo con claridad: mi hermano es mucho más hincha de Nacional que yo. Él es abonado, vive pendiente de todo, mientras que yo lo sigo más de ladito. Nacional siempre ha sido mi equipo de preferencia, pero mi hermano sí está mucho más cerquita.
El año pasado ocurrió algo que cambió todo: entró Sebastián Arango como nuevo presidente de Nacional. Nosotros teníamos relación con él porque, cuando asumió, nos pidió hacer un video de su llegada. En ese discurso dijo: “Volveremos”. Sebastián quedó muy contento con ese trabajo y allí nació una cercanía con el club.
Después, Nacional clasificó a las dos finales del fútbol colombiano: Copa y Liga. Y fue mi hermano el que dijo: “Aquí hay una película”. No solo porque estaba la posibilidad de un bicampeonato —que efectivamente ocurrió—, sino porque la manera en que se dio todo era tremendamente dramático: cambios en la administración, llegada de jugadores como David Ospina y Edwin Cardona, decisiones polémicas del VAR, escándalos con la Dimayor, disturbios en tribunas y partidos cancelados.
El semestre fue tan intenso que hasta los hinchas en redes sociales comenzaron a decir: “Esto fue de película”. La historia estaba servida en bandeja y decidimos que valía la pena contarla. Inicialmente pensamos en narrar ese semestre, pero pronto entendimos que la historia iba a extenderse, que el guion seguía escribiéndose en tiempo real. Y así fue como nació la idea de hacer una película que no se limitara a lo deportivo, sino que explorara a la hinchada y, en el fondo, retratara a la sociedad.
En tu docudrama pareciera que propones cambiar la idea del fanático por la del amante. Un amor que cuestiona, que toma distancia, que ve luces y sombras. ¿Qué opinas de eso?
Tiene mucho sentido. Yo creo que la hinchada, sobre todo la de Nacional, es muy crítica. El fútbol es transparente: no se puede ocultar un mal resultado y el hincha lo va a señalar siempre. Así que no se trata de un amor ciego, sino de un amor punzante.
Cuando empezamos este retrato, le dijimos a Nacional: “Vamos a hacer una película sobre los hinchas, pero tiene que ser un retrato fidedigno”. Y eso incluía mostrar críticas duras, insultos a la dirigencia, inconformidades. Les advertimos que los hinchas no se iban a callar nada. Y Nacional estuvo de acuerdo: había que mostrar la realidad tal cual es.
La película habla de amor por un equipo, sí, pero también de cómo el fútbol es un vehículo de emociones en la sociedad. Más allá de la preferencia de cada uno, el fútbol en Colombia es un punto de encuentro. Es una excusa para celebrar, sufrir, llorar, reír, y vivir colectivamente emociones muy intensas.
También estás hablando de un fútbol que no sea vehículo de violencia, sino de construcción de sociedad…
Eso fue clave para mi hermano y para mí desde el diseño de la historia. La película es muy respetuosa con los rivales porque no hay héroe sin villano. Y para Nacional, rivales como Independiente Medellín o Millonarios han sido fundamentales.
Por ejemplo, en ese semestre Millonarios fue un obstáculo durísimo en los cuadrangulares: Nacional venció a todos sus rivales menos a Millos. Ese duelo fue central, y nos permitió retratar algo muy bonito a través de Francisca, una hincha verdolaga en Bogotá que maneja una tienda junto a su esposo, hincha furibundo de Millonarios. Esa convivencia, ese respeto mutuo, muestran que el rival no es un enemigo, sino alguien que potencia la emoción del juego.
El fútbol es emocionante porque hay competencia. Pero más que competir y ganar, lo que importa es lo que nos hace sentir. Sin rivales, no habría fútbol. Y esos rivales sacan lo mejor —y a veces lo peor— de nosotros. La idea es que prevalezca lo mejor: el respeto, la celebración compartida, el orgullo de una contienda reñida. Ese es un mensaje que quisimos dejarle a la audiencia.

La película inicia con momentos dolorosos para Nacional, casi una crisis. ¿Por qué decidiste comenzar así?
Algunos hinchas nos han dicho que tal vez nos pasamos de duros al principio, porque arranca con derrotas muy dolorosas, con ese año y medio en que el equipo parecía hundido. Pero sentimos que era necesario.
Ahí recordamos algo que Pacho Maturana dice muy bien: no es tan importante lo que pasa, sino lo que hacemos con lo que pasa. Las crisis son esenciales para que un equipo se renueve, para que cambie. Y lo mismo para el hincha: entender que en las malas también hay que estar.
Ese arranque doloroso lo pusimos para retratar que, aunque Nacional sea el más grande del país, no está exento de caídas y tristezas. Y en esas malas es donde se demuestra el verdadero compromiso. Al final, Uno siempre vuelve es una metáfora de eso: las relaciones —como las del hincha con su equipo— se sostienen en las buenas y, sobre todo, en las malas.
Ese compromiso tiene muchas formas…
Descubrimos que el compromiso no se mide solo con ir al estadio o saberse todas las canciones. Hay quienes viven con la camiseta puesta a diario, pero también quienes apoyan desde un televisor, o los niños que lo hacen de manera más ingenua. Cada hincha lo vive a su manera.
Queríamos mostrar esa diversidad. Porque alentar no es solo barrismo: es fe en que las cosas van a salir bien, es esperanza. Y esa esperanza mueve a la gente. La película intenta dejar ese mensaje: el fútbol es motor de vida, más allá de títulos o copas.
Después de este documental, ¿qué proyectos vienen para ti y tu hermano?
Nosotros siempre tenemos una carpeta llena de proyectos, porque este oficio funciona así: uno rema veinte, veinticinco ideas hasta que alguna se concreta.
Ahora mismo hay varios frentes. Uno muy importante es la serie sobre James Rodríguez, que escribimos mi hermano y yo. La produce Clover Studios de Julio Gaviria, la dirige Simón Brand y saldrá en Netflix el año entrante. Esa experiencia de narrar fútbol nos ayudó muchísimo para estructurar Uno siempre vuelve.
También seguimos muy ligados a la música. Venimos de hacer el documental de Camilo Echeverry con el que ganamos el Latin Grammy, y ahora queremos contar la historia del reguetón en Medellín con The Medellín Dream, sobre DJ Pope y cómo Medellín transformó —y fue transformada por— el género.
Por otro lado, Nacional mismo se está abriendo a pisar fuerte en el mundo del entretenimiento. Su presidente lo dice: es una fuente inagotable de historias. Así que, si a esta película le va bien en la taquilla, podríamos seguir con más proyectos alrededor del fútbol y de Nacional.
Estamos convencidos de que este tipo de cine puede convocar audiencias masivas y, al mismo tiempo, dejar un mensaje trascendental. Que la gente vaya a la sala, se emocione, se vea reflejada y salga con algo más en el corazón. Eso es lo que viene para los hermanos Ríos.
Vi la película en una sala llena un domingo en la noche. ¿Qué significa para ti esa respuesta del público?
Desde el principio sabíamos que esta película iba a generar reacciones como le pasa a un jugador en la cancha: algunos la van a putear, otros la van a amar, habrá críticas duras y también aplausos. Pero lo importante es que mueva algo en la gente.
Nos emociona ver salas llenas porque demuestra que este cine de nicho puede convocar masivamente. El fútbol es una excusa poderosa para llevar público a las salas, algo que la industria colombiana necesita con urgencia. Y por eso quisimos que no fuera solo un documental deportivo, sino una obra con un mensaje más trascendental, que dejara algo en quien la vea.
El cine, como el fútbol, es una experiencia colectiva. En ambos hay emoción, incertidumbre, alegría, sufrimiento. Y ambos nos recuerdan que lo importante no es solo el resultado, sino la vivencia compartida. Si logramos que la gente se reconozca en la pantalla y salga con el corazón tocado, sentimos que cumplimos la tarea.