Facebrooklyn: dos lados de una misma verdad
El nuevo álbum de Facebrooklyn, No somos iguales, es un proyecto atravesado por la dualidad. El disco se presenta dividido en dos partes —un lado A y un lado B— que funcionan como espejos opuestos de un mismo proceso personal: la búsqueda de reinvención y la aceptación de que, al final, es imposible escapar de uno mismo.
Facebrooklyn confesó que en medio de la creación pensó en cambiar su nombre artístico a simplemente Face, como una manera de tomar distancia de la presión y de la carga emocional que le representaba estar tan expuesto. “Quería cambiar un poquito para tener un personaje no tan cercano”, mencionó, aunque pronto entendió que esa conexión era también su mayor fortaleza: “Tengo una comunidad que artistas con millones de seguidores desean tener, y yo, porque me estaba costando, pensaba en alejarme. Al final me dije: tengo que bancármela de otra forma”.
Ese conflicto se tradujo directamente en la narrativa del disco. El lado A representa un impulso egocéntrico, cargado de energía, con letras que rozan la arrogancia y con una visión triunfalista de sí mismo. “Era esa búsqueda de literalmente ‘estoy en mi prime, quiero ser el GOAT’”, señaló el artista. El lado B, en cambio, es el golpe de realidad, la autocrítica, el reconocimiento de la fragilidad y la necesidad de apoyarse en otros. En el track ‘Algo parecido’, Face sintetiza la esencia del álbum: no somos tan diferentes después de todo.
La producción del disco estuvo en manos de Taiko, con quien Face ha desarrollado una complicidad creativa. Aunque muchos asocian el nombre del productor con los grandes éxitos del reguetón, aquí se muestra en un registro distinto, explorando terrenos que se resisten a la etiqueta de un solo género. “Con ‘incompatibles’ o ‘no voy a estar mañana’, incluso con NSQK, logramos canciones que no sé decirte qué género son. Fue una búsqueda por innovar y pensar también en el show en vivo”, explicó Face, destacando la capacidad de Taiko para llevar sus maquetas a un nivel insospechado.
El disco cuenta con colaboraciones que refuerzan la sensación de comunidad que rodea a Face: Young Sister, Pao Pao, NSQK y Nina se suman a un tracklist que, más allá de buscar hits inmediatos, apuesta por la cohesión y la consistencia. “No siento que haya una canción que destaque sobre el resto. Eso es lo que yo quería lograr: que el álbum se entienda como un todo, como una oda a la música”.
La estética visual del proyecto acompaña esa exploración dual. Face adoptó una identidad cercana al punk y al grunge, movimientos que le ayudaron a reencontrarse consigo mismo y que transmiten tanto el desarraigo como la pertenencia. “Me puse estas Vans y las usé durante cinco meses, me quedaron los pies llenos de callos, pero valió la pena”, contó, riéndose de los sacrificios que se esconden detrás de la coherencia artística.
No somos iguales es su tercer disco, pero se siente como el más personal y sólido de su trayectoria. En palabras del propio artista, todavía lo sigue descubriendo en cada escucha, en cada presentación en vivo. Lo que comenzó como un intento de reinvención terminó siendo un manifiesto de honestidad: aceptar la contradicción entre querer cambiar y saber que, al final, esa dualidad es lo que lo hace único.