Swans, el último ruido del cisne
El mundo es un lugar hostil. Ni se lo digan a Michael Gira, que hizo de esa certeza un magma musical impresionante durante las últimas cuatro décadas. Las circunstancias podrían sintetizarse en un punteo biográfico rápido: una familia disfuncional, madre alcohólica, padre ausente, la deriva adolescente por Europa, la cárcel en Israel y una mudanza poco programada de California a Nueva York. Supongamos que algunas de esas situaciones terminaron haciéndose carne y espíritu. Pero eso no alcanza para describir su arte. Que, a grandes rasgos –grandísimos–, parecería definirse por tres vectores: el espíritu como un infinito inasible, la voluntad como fuerza de impacto y el cuerpo como una celda putrefacta, tramposa y vil. Hay que decirlo de entrada: con 67 años, el tipo todavía aborrece su propia condición humana.
Swans, la banda, ha sido el vehículo artístico principal de Gira. No el único, pero sin duda el más duradero y fértil (si es que cabe el adjetivo). Allá lejos, en los inicios de los años 80, la ciudad de Nueva York no era una postal turística con cafés de especialidad por cuadra; los hipsters todavía no existían, la desfachatez regulada del ambiente cultural tampoco había llegado y ni hablar de las redes sociales. Al contrario, la ciudad era dura y desafiante, tenía los índices de criminalidad más altos de su historia, grandes zonas despojadas de servicios básicos, el crack inundaba las calles y la epidemia de VIH hacía estragos. Este ecosistema urbano donde la libertad y la precariedad iban de la mano generó un ambiente único para moldear a muchos artistas y músicos del underground, entre ellos, Michael Gira y Swans. De ese movimiento musical y artístico, caracterizado por su sonido abrasivo, atonal y experimental formaron parte también bandas como Sonic Youth, DNA, Teenage Jesus & the Jerks, Chance James & The Contortions y Suicide (de una forma lateral). Más tarde terminó bautizándose como No Wave (en contraposición a la New Wave dominante en esos años).
El no pop de Swans devino en discos como Filth (1983), Cop (1984), Greed y Public Castration Is a Good Idea (1986), Children of God (1987) y Feel Good Now (1988), entre otros.
Con todo ese abono del pasado por delante, Swans acaba de editar un nuevo álbum, Birthing. Aunque con cambios de integrantes y con altibajos, la banda siempre estuvo activa después de una etapa de mayor exposición pública a fines de los 80 y principios de los 90, con discos como White Light from the Mouth of Infinity (1991) y Love of Life (1992). Ciertos problemas con el alcohol minaron la estabilidad de Gira: el disco Swans Are Dead (1998) arrojó algunas pistas de lo que ocurría. Pero curiosamente, vaya a saber cómo, casi en contra de las leyes de la naturaleza, tuvo un resurgimiento glorioso a partir de 2010 con su álbum My Father Will Guide Me Up a Rope to the Sky, que no solo los ubicó en el mapa de las nuevas generaciones, sino que mostró de lo que es capaz de provocar un grupo de rock sin artilugios electrónicos ni maquillajes visuales en un recital. Sus presentaciones llamaron la atención, sobre todo por el uso del volumen altísimo como parte del concepto sonoro instrumental, a tal punto que en la entrada de los shows se entregan aún hoy tapones para los oídos. Cuando el rock más o menos arriesgado artísticamente parecía muerto y el pop artificial y los festivales habían copado todo, reapareció Swans con ese concepto de grandes ciudades de catedrales inmensas y de distintos credos hundiéndose en un océano de lava. Y Gira, en una etapa de vida semirural, en Nuevo México, dispone de esos hilos como un dios salvaje que castiga y abraza a sus seguidores, los vapulea y los acaricia, los somete y los libera.
Aquellos afortunados que estuvieron la noche del martes del 2 de agosto de 2016 en Niceto Club, durante la única visita de Swans a la Argentina, sabrán de lo que hablo.
“Rezo cuando toca hacerlo e intento no comer y mucho menos respirar. Cada respiro es veneno y se siente como un ataque a mis pulmones…”, dice Gira a propósito de algunas entrevistas que empezó a dar por la salida de Birthing. “Leo todo lo que puedo, pero no para instruirme. Me interesa más escapar. Siento que estamos en la era de un gran triunfo, el triunfo de la idiotez humana. A través de una tecnología magnífica, nos estamos entrenando en el arte de comernos y atragantarnos con nuestra propia mierda. Estamos borrando nuestras mentes y nuestra voluntad (y la historia humana) voluntariamente, y Dios está complacido”, agrega sin dar lugar a dobles sentidos sobre su ominosa forma de ver el mundo.
Desde los primeros años de Swans su líder llamó la atención. Emergía en el escenario como una especie de Jesucristo, casi desnudo, lacerante y demencial gritando sin respiro “me odio” delante de una capa de sonido distorsionado imposible de describir. Por aquellos años de excesos estéticos nacieron conexiones con Nick Cave (apenas salido de Birthday Party), con la música y poetisa decadentista Lydia Lunch, con el oscuro y no menos revulsivo JG Thirlwell, alias Foetus, y otros iconoclastas del rock.
Lo que podría hoy denominarse como escena tampoco lo era en términos estrictos. Aunque existía una vibración emocional que unía a los distintos artistas. Incluso aquella semilla fundacional de la No Wave actualmente continúa: Larry Mullins estuvo alistado como baterista de Swans y Angel of Light (el proyecto casi solista de Gira) y hoy forma parte de los Bad Seeds de Cave en reemplazo de Thomas Wylder. Algo similar ocurre con Jim Sclavunos de Teenage Jesus & the Jerks, que desde hace varias décadas también forma parte de los Bad Seeds.
Más que una escena, la No Wave habría que definirla como una estirpe maligna muy nihilista, antiarte, incluso antipunk, que reaccionaba contra todo. “Éramos los rechazados de los rechazados”, explicó en una reciente entrevista Sclavunos. “Nos conocemos y nos amamos profunda e íntimamente a través del sonido y nos arrodillamos y adoramos como un solo cuerpo y una sola mente al servicio del Señor. A través de la disciplina y el trabajo duro, la lamentación y la alabanza, nos sumergimos en la voluntad y la imaginación de una fuerza mayor que todos nosotros”, describe Gira acerca de todos sus colaboradores.
Y en ese pequeño y ruidoso universo, Gira convertiría su figura en una especie de deidad. Vivía con poco y nada, en espacios ocupados por varias personas y convertía sus apariciones en el escenario en una catástrofe para la salud mental. Por aquellos tiempos, una muy joven Madonna Louise Ciccone llegó hasta esos oscuros reinos neoyorquinos antes de transformarse en la megaestrella del pop y, según dicen algunos extendidos y verosímiles rumores, hasta tuvo un corto romance con Gira. Ninguno de los dos habló nunca de esa relación.
Como fuera, en el atardecer de los ochenta, con el advenimiento del grunge y el ascenso de Sonic Youth, el inefable Gira y los Swans aparecían con cierta regularidad en horarios alternativos del canal musical MTV con el video de “Love Will Tear Us Apart” de Joy Division y con el de “New Mind”. Aunque duró poco. Evidentemente Swans no podría definirse como una banda MTV: que Gira saliera en el clip de “New Mind” blandiendo un hacha y diciendo: “Ahora estoy preparado para resistir” no colaboró demasiado con la campaña de difusión.
“Hago música. Hago sonidos. Escribo palabras. Estas acciones me guían en mi búsqueda de lo que hay detrás de la superficie o más allá del cielo. Sigo el hilo que se extiende ante mí y no tengo ni idea de adónde voy finalmente. De hecho, no quiero saberlo, pero gracias por preguntar”, dice hoy Gira sobre sus motivaciones. Y agrega: “Tengo un mapa, pero se desintegra al instante en mis manos cuando lo miro, así que viajo a ciegas. Diría que sigo mi intuición, pero ni siquiera estoy seguro de que sea eso lo que me impulsa. He llegado a sospechar que soy un avatar, que un ser superior está controlando mis pensamientos y movimientos, y esta entidad siempre está justo fuera de la vista, doblando la esquina en cuanto me acerco, burlándose de mí. Así que no estoy seguro de ser yo mismo, y no sé quién o qué es lo que me habita y me anima”.
Birthing, según Gira, cierra otra etapa de Swans. “Después de la serie de giras que tenemos por delante, voy a seguir con Swans, pero en una versión más ‘desnuda’, seguramente trabajando sólo con dos o tres personas como el núcleo. No tengo ni idea de qué forma tomará la música a nivel sonoro, pero eso es lo que me atrae, la incertidumbre. Es posible que me ponga un límite y solo use instrumentos de juguete, y que contrate a alguien más para cantar por mí, quizás un niño de 5 años”, anticipó.
Las tapas de los discos de Swans, ideadas por el propio Gira, merecen un párrafo aparte. Desde Filth, Children of God y Time Is Money hasta The Seer (2012) y To Be Kind (2014) mantuvo una línea minimalista y con imágenes abstractas o surrealistas. Dignas de cualquier galería de arte. Birthing no es la excepción: una portada marrón con un círculo negro en el centro.
Ante la consulta de qué estado de conciencia desearía que experimenten sus oyentes con el nuevo disco, Gira reflexiona más allá de la cuenta. “Creo en Dios, pero mi sospecha es que esta entidad no cree en mí, y de hecho duda de mi existencia. Quiero sentarme atado y desnudo a una silla mientras esta criatura me examina cruelmente. Quiero que me clave su garra en el pecho y me arranque el corazón y se lo devore mientras miro. En ese instante conoceré el verdadero significado de lo que llamamos conciencia”, dice.
A esta altura cabe preguntarle sobre su oscura cosmovisión a la hora de desarrollar su arte. Y no está para nada de acuerdo con el adjetivo “oscuro” y prefiere explicarlo así: “Para mí los temas que exploro no solo son necesarios y fascinantes, sino que también conducen a comprender la verdadera naturaleza de la alegría, que siempre es el objetivo: experimentar la alegría de la liberación, de convertirse extáticamente en nada, acunado en los brazos de Dios, quien me susurra al oído y me enseña canciones para cantar, para que yo humildemente pueda esparcir el amor de Dios por todo el mundo”.
Gira no es fácil. Como la misma existencia. Grave y taxativo; vulnerable y sumido en la incertidumbre existencial. De ahí viene su música, aunque prefiere definir su proceso creativo como borrar algo más que crearlo. “No veo que picar un trozo de carne en cientos de pedacitos sobre una losa de mármol sea diferente de hacer música. Me parece que cualquier empresa –desde hacer el amor hermoso y transformador con el objeto de tus afectos (la persona que más amás en el mundo), hasta cavar una zanja junto a una ruta bajo un sol implacable, pasando por persistir en una novela opaca e increíblemente difícil, hasta ver a tu esposa forzar la salida de un recién nacido entre sus muslos hacia las manos ensangrentadas de un médico enmascarado y sudoroso– es un acto de borrado. Nos engañamos si pensamos que algo es tangible”, concluye.
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