Eruca Sativa: viaje al interior de una banda que vive el aquí y ahora


La puerta es rosa. Un rosa fuerte pero no de esos chillones. Como de Bazooka gastado. El mediodía en Palermo es soleado y frío. Un completo día de otoño. El ritmo de la calle parece desfasado de un lunes a las 12 a.m.. Apenas hay gente caminando, el tráfico de las calles del barrio cool tiene pocos autos. En los bares no hay gente. Es una escena matinal de sábado o domingo.

Lula Bertoldi —que tiene una remera negra estilo crop-top y un jogging Adidas blanco— abre desde adentro la puerta rosa y rompe con todo eso. Saluda con confianza y dice que sigamos por el pasillo —techado, ancho y oscuro— y doblemos a la izquierda, en la segunda puerta.

Lula Bertoldi. (Foto: Ignacio Arnedo)

—Estamos estrenando sala —avisa contenta la guitarrista y voz de Eruca Sativa—. Literal es nuestra primera vez acá.
Después del pasillo, al lado de una escalera de concreto verde, hay un pila de buzos, camperas, mochilas, bolsos. A la izquierda está la sala. Es un espacio de unos pocos metros cuadrados que de un lado tiene otra pila de bolsos, ropa, cables y estuches; del otro costado hay racks, amplis, más cables y un equipo de mate; atrás, sobre una tarima de palets está la batería, que en un costado tiene una montaña de fundas de platillos y tambores que llega al techo y al lado, un pequeño Buda naranja que parece custodiar todo con calma.

“Vinimos bastante tiempo antes para ordenar… aunque no se nota mucho”, dice Gabriel Pedernera, el batero. “La estamos estrenando, es nuestro primer ensayo acá”, sigue con un tono suave Brenda Martin, la bajista que completa el trío. “Es la primera vez que tenemos una sala propia, siempre estuvimos girando por distintos lugares”, agrega Gabriel.

Entonces, terminados de acomodar algunos cables y de ajustar el monitor del bajo que hace un ruido raro, la sala se estrena con “Eso no es amor”, el primer tema de A tres días de la Tierra, el nuevo disco de la banda.

El comienzo es un cachetazo, un subidón de rock. El bajo de Brenda, que está vestida total black —gorro de lana incluido— y tiene unas zapatillas de corte especial de colores, tira un slap que si no te movés te empuja. Atrás entran cabalgando los parches de Gabriel, a los que se suben los acordes de la viola de Lula. Son solo unos segundos de introducción y hay una definición: el Eruca Sativa versión 2025 se parece mucho al Eruca Sativa de sus inicios, dieciocho años atrás. Una banda de rock intensa, cruda y directa. Eso que algunos llaman power trío.

Apenas termina la canción se miran y sin siquiera contar o decir algo, Gabriel tira los primeros golpes de “No pasarán”, que encienden a Lula agitando un riff que podría marcar el clima de época. “Que arda todo” ruge antes de largar una línea que el día después de este ensayo podría definir las marchas repudiando la condena a Cristina Fernández de Kirchner: “No nos tendrán dormidos. ¡No! Si acá no han vencido. Por aquí no pasarán. Aún nos queda la dignidad”. Y de nuevo su guitarra y su voz en un estado interpretativo y de control supremo dirigiendo la canción.

Gabriel Pedernera. (Foto: Ignacio Arnedo)

Para muestra va una canción más. Los golpes de la bata que no avisan que se pega “Lio”, donde la voz de Lula muta. Frasea coqueteando con el rapeo, juega con sus límites y marca el ritmo. El ritmo de una banda que en su décimo disco, publicado hace apenas unas semanas, vuelve a reencontrarse (y ya verán las acepciones que tiene el término en este presente de Eruca) tras seis años sin un álbum de canciones nuevas.

Después de pasar por “No pisen las flores”, en un ensayo que respeta el orden del nuevo material, donde la conexión del trío es evidente en cada mirada y gesto, llega “Volarte”. La canción la cantan Lula y Brenda, pero como solo hay un pie de micrófono hay que hacer un corte para acomodarlo y que quede a mano de ambas. Empieza Brenda con esa voz cálida, que parece de mantra, y a medida que la música gana fuerza se suma Lula con la gola apretada y nasal. En el momento del estribo comparten el mic, se pegan y sus caras se pierden entre el pelo lacio de Lula que cae sobre las dos, que quedan unidas.

La historia es así. En 2004 Brenda y Gabriel coincidieron en Tórax, la banda de Titi Rivarola, un respetado guitarrista de Córdoba. Se conocieron ahí. Tocando.

Un año más tarde, Brenda era la bajista de Lucila Cueva, un power trío femenino de Córdoba, a la que se sumó Lula como guitarrista. A las dos les gusta decir que se conocieron en una sala de ensayo. Tocando.

En 2006, una solista de la provincia quería rearmar su banda y empezó por la batería, entonces llamó a Gabriel. Gabriel llamó a Brenda —que ya era conocida en el ambiente musical cordobés— y cuando faltaba la guitarra pensaron en Lula. La primera vez que estuvieron los tres juntos fue en una sala de ensayo.

Brenda Martin. (Foto: Ignacio Arnedo)

Las canciones empezaron a sonar y el magnetismo los unió cada vez más. A punto tal que una tarde la cantante faltó al ensayo y ellos usaron ese rato para tocar. “La conexión fue muy fuerte”, recuerda Gabriel.

Unos días más tarde citaron a la cantante en un bar y le contaron qué les había pasado. La situación fue incómoda para ellos, dicen.

Así nació Eruca Sativa, el trío que en 2008 editó su primer disco, La carne, un reflejo del sonido crudo que hoy, casi veinte años después, vuelve a definirlos.

—Este nuevo disco es el trío sonando —dice Brenda ahora, en la terraza de la sala en el momento entrevista de este encuentro con Rolling Stone—. Eso es la banda. Sin más cosas, sin mucha más producción. Entonces sí es verdad que está el sonido crudo, como en el primer disco. El segundo disco también tenía el sonido así. Y en el tercero ya empezamos a meter algunas cositas.

—Está como más despojado ahora —suma Gabriel.

—Teníamos ganas de tocar juntos. De estar en una sala juntos —dice Lula— sin mucho más. Sabemos lo que pasa cuando estamos así y entonces fue tocar.

—Y esa sensación de no depender de nada —agrega Brenda—, de enchufar y tocar.

Lo viejo funciona. Pero la forma vieja, la tradicional, la del origen de Eruca, tiene cambios. Evolucionaron. Las guitarras de Lula vuelven a estar al frente y ganan protagonismo, pero no como en las canciones iniciales del grupo. Con una nueva forma.

Lula: —La idea fue que tenga más presencia la viola, pero menos distorsión. O sea, como un poquito más trabajado, más tipo Rage Against the Machine, que tiene una guitarra muy presente, pero no tan tan distorsionada. Fue una decisión grupal.

—La voz también tiene diferentes matices.

Lula: —Sí, trabajamos mucho la voz, porque soy muy de romper y de gritar. Me parece que se nota el cambio en la búsqueda vocal. Que eso les hizo muy bien a las canciones. Matizar más la voz, que no sea tan rota. Con power, pero sin romper. Como que eso es más agradable al oído.

—¿Y cómo te sentiste con estos cambios?

Lula: —La pasé bárbaro. Creo que es el disco que mejor la pasé. En otros he sufrido más el proceso porque pensaba que no estaba a la altura o me faltaba y estaba muy encima de la búsqueda del error. Acá estuve rerelajada, la pasé bien, como que todo me gustaba. Fue más decir: “Disfrutemos de estar acá juntos. Disfrutemos este momento. Disfrutemos de tocar”.

Después de la pandemia Eruca Sativa tuvo la peor de sus crisis internas. Un momento de desencuentro que fue la resaca del alejamiento obligado por el covid. Y la vacuna fue meterse en el estudio. Fue tocar.

—No estábamos encontrados humanamente como para componer un disco, entonces el manager de ese momento nos dijo, con muy buen tino, de hacer un disco con canciones de otros —cuenta Lula.

Así nació Dopelganga, el álbum de versiones de 2022 que incluye “Bolero falaz”, “Corazón delator” y “Sola en los bares” entre su repertorio. El disco que los volvió a unir.

Lula: —Volvimos a sentir algo relindo tocando juntos en el estudio, porque lo grabamos en vivo, así como hicimos ahora con A tres días de la Tierra, que lo grabamos en la sala. Y gracias a esa grabación dijimos “vamos para adelante, hagamos temas nuevos”. Nos volvimos a encontrar.

Así empezó a gestarse A tres días de la Tierra, bajo la idea del encuentro. Comenzaron a juntarse a zapar. Y, en una práctica habitual de la banda, registraron todo lo que sonaba en esas sesiones de espontaneidad. De ahí salieron la gran mayoría de las nuevas canciones, que después maquetearon un poco en los estudios Romaphonic y otro tanto en Woman.

La novedad llegó con la inclusión de un productor por segunda vez en la historia del grupo. Ya habían trabajado con Adrián Sosa en Barro y fauna, su disco de 2016, y esta vez decidieron ir por Afo Verde, una figura que venía bordeando al trío hacía años.

Brenda: —Quisimos que venga alguien de afuera que nos terminara de pulir las cosas. Pero no sé si fue tanto por lo musical o porque queríamos vivir la experiencia. Y terminó siendo una experiencia alucinante.

Gabriel: —Afo tiene magia. Porque tiene una visión general y particular a la vez, donde lo que te dice o te valida o te hace volver a las cosas y hacerte preguntas que quizás vos no te habías hecho.

“Estuvo mucho en el feeling de la toma y en cómo fluía la estructura de la canción —cuenta Lula sobre las grabaciones que se dieron en junio de 2024 en Criteria Studios de Miami—. Es más, los temas que nosotros le mostramos como demos entraron todos en el disco”.

De esos 15 días que duró la grabación tienen un gran recuerdo. De despertar cada mañana, ir al estudio, tomar mate juntos, charlar con Afo, entrar a la sala durante horas. Incluso, componer una canción ahí mismo, los tres juntos, en veinte minutos.

Vuelta al ensayo. En la sala se reacomodan y mientras terminan de ajustar todo para un segmento de canciones que incluirá algunas fotos para capturar el momento, Lula responde algunos mensajes y se cuelga la guitarra. Gabriel manda un audio de WhatsApp y después dice en voz alta: “Para qué agarré el celular”. Brenda gestiona la llegada de los pies de los micrófonos, que primero parece que no van a llegar pero más tarde, cuando nos estemos yendo, estarán en la puerta de la sala.

Suena “Chacarera del primer día”, que en el disco tiene la colaboración de Monsieur Periné. La canción incluye arreglos de cuerdas, tambores campestres y llega a un clímax estremecedor, incluso en la versión despojada del ensayo.

El folclore es parte de la historia de Eruca. Un género al que vuelven una y otra vez y que, por ejemplo, abre Seremos primavera con “Omara”. El folclore, también, les dio amistades como Dúo Coplanacu o la Bruja Salguero, que suele decirles —medio en broma, medio en serio— que se pasen definitivamente al género.

“Canción urgente” es la otra canción folclórica de A tres días de la Tierra, una composición que Brenda tiene hace años, de la época en que editaron Blanco, en 2012.

Brenda: —Estamos muy atravesados por el folclore, porque es una música que nos gusta, que nos encanta y donde hay mucha sabiduría. Tiene mucho relato de lo que pasa acá, en nuestra tierra, con nuestras palabras. Nos resulta natural conectar con eso.

Lula: —Se nos fue naturalizando cada vez más. Hoy es un lenguaje que nos resulta super propio. Y también nos pasa que sentimos que el folclore es algo muy vinculado al rock nacional, al lenguaje del rock argentino.

La narrativa del grupo también incluye a sus hijos como otro punto fuerte. Si el folclore está desde los inicios, esta faceta empezó en la etapa de gestación, cuando Brenda y Lula estaban embarazadas durante el proceso de composición de Barro y fauna, que en Seremos primavera tiene una canción hermosa (“Carapazón”) hacia un hijo y el quiebre personal que puede representar la materialización de la maternidad o paternidad y que tiene su expresión actual en “Nina”, un tema angelical de Gabriel, con cuerdas desenchufadas y cantada a dúo entre él y Lula.

Gabriel: —Para mí la paternidad me cambió la vida. Nunca va a ser igual. Yo quiero ser padre antes que todo lo otro.

Brenda: —Son canciones honestas. Punto. O sea, ese sentimiento es imbatible. Cuando vos hablás desde la honestidad, hablá de lo que quieras, porque es sincero. Y en este caso, aunque no tengas hijos, cuando se conectan esas emociones y podés ponerlas en palabras es como fácil que otra persona te diga “ah, yo siento lo mismo”.

Lula: —La música que nos sale a nosotros, nuestro arte, nuestra trinchera, es sobre lo que nos pasa. ¿Y cómo no nos saldría cantar sobre lo que sentimos? Son canciones sobre eso: el amor, nuestros hijos, nuestra tierra, la realidad que nos atraviesa. Hoy, por ejemplo, pasan cosas muy chotas a nivel humano que nos interpelan. Entonces las letras reflejan la naturalidad con la que nos referimos y sobre lo que tenemos ganas de cantar.

“Contra nosotros” tiene un riff de guitarra agitador. Bien a lo Eruca. Recién baja unos escalones para que entre la base y la voz de Lula se meta en un tono medio. Pero después revienta para decir “no es la ficción, es bien real, contra nosotros”.

Llega el puente que es una zapada estridente —que en estudio tiene reverb y efectos y acá es dura y más rockera— y termina con un grito agudo de Lula. “Menos mal que recién dijimos que íbamos a sonar menos estridentes y sin gritar”, dice cuando termina la canción y los tres ríen a la par.

“Aquí y ahora”. Termina el ensayo con esta suerte de balada un par de escalones más arriba, con el bajo de Brenda dando patadas en el comienzo y la guitarra, los parches y la voz ganando espacio hasta hundir la canción en una zona de introspección. Otra vez, Lula cantando bellísima para después pasar a una estrofa fraseada en una marcha más.

Hay un trío crudo que suena fuerte, que baja y tiene algo para decir, que se pierde en la conexión de un momento de zapada. Hay Eruca Sativa en modo presente.

—Estamos pasando un momento increíble, hacemos canciones que nos encantan —dice Lula sobre la actualidad del grupo —. Nada tiene sentido si eso no existe.

—Hoy sabemos que alimentar nuestros lazos para que la banda siga teniendo vida es muy groso, porque tiene que ver con saber valorar, poder ver eso que logramos juntos —reflexiona Brenda—. Me parece que tiene que ver con eso, ¿no? Saber cómo superar las crisis y salir adelante y decir: “Guau, esto está buenísimo”.

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